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lunes, 27 de mayo de 2019

Acerca de El Siglo de la Luces de Alejo Carpentier

Por Daniel Espín López

“Esta Revolución había respondido, ciertamente, a un oscuro impulso milenario, desembocando en la aventura más ambiciosa del ser humano. Pero Esteban se aterraba ante el costo de la empresa: Demasiado pronto nos olvidamos de los muertos […] Esta vez la revolución ha fracasado. Acaso la próxima sea la buena. Pero, para agarrarme cuando estalle, tendrán que buscarme con linternas a mediodía. Cuidémonos de las palabras hermosas; de los Mundos Mejores creados por las palabras. Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras. No hay más Tierra Prometida que la que el hombre puede encontrar en sí mismo.” Alejo Carpentier, El Siglo de las Luces.

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto." Charles Dickens, Historia de dos ciudades.

I. El siglo de las sombras: contra la perversión de las ideas


Cuando llega la nave en la que ha embarcado la Revolución Francesa hacia la Antillas contra el cielo enseñorea en el mascarón de proa, como la diosa de los sacrificios, la Máquinacomo una presencia, como una advertencia”: emblema de la perversión de las ideas y el fanatismo como un dragón sediento de sangre. Llamarse el siglo de la luces es una ironía sabidos los acontecimientos terribles; sin duda, debería haberse llamado el siglo de las sombras como espesas charcas de sangre, del hombre enfermo de intolerancia, del Poder sin humanidad, del fanatismo inflamable y del terror sin sentido, el siglo de las ideas asquerosamente manoseadas. Dice Carpentier: “… el libro se llama así porque el Siglo de las Luces, que se ha dado como el ejemplo de la cordura, del pensamiento filosófico, de la paz, de la calma y todo lo que usted quiera, es uno de los siglos más sangrientos […] que se han visto en la Historia. Por lo tanto, hay juego de palabras en el título.” En el exordio anticipador resplandece la metáfora del viaje que recorren las ideas de la Modernidad, de la Ilustración1 a las Américas, pero traen consigo también el lado oscuro en forma de brutalidad decapitadora: el terrible pragmatismo de las ideas ejecutadas por el Poder.

En el principio fueron las luces (y las luces de los incendios revolucionarios también), luego fueron las sombras y los lodos de aquellos polvos. Por un lado acabaron con la esclavitud (aunque luego la restablecieron, absurdamente), y por otro hicieron del Odio una virtud y del Poder un Monstruo: en el reconocible Leviatán2 de Hobbes. Cuántas veces hemos visto lo mismo: ideas que pervierten quienes las aplican bajo un poder absoluto y fanatizado sea religioso o político o ambas a la vez. Como afirma Víctor Hugues, ya investido de poderes: “Una revolución no se argumenta, se hace...”, ya que en la mismísima acción que es una revolución o una guerra, en la explosión revolucionaria o bélica la razón crea sus excusas, sus monstruos, sus atrocidades a fin de realizarse.

El siglo de las luces es la gran novela, el fresco histórico, filosófico y político de una Época, del siglo xviii en las europas y en las américas. Un fresco de color sangre y de ardientes ideas y de “palabras que no caen en el vacío.” De la Revolución francesa y sus contradicciones sangrientas; de la esclavitud, de la colonización infame y otros horrores del hombre blanco europeo; del siglo de la Ilustración deslustrada y de la Razón vencida, que fue luego farmacopea para la posteridad; de la literatura clásica y del arte lenitivo y revelador3 y de las invenciones masónicas y de la mística; del amor expreso a la exuberante naturaleza de la América a la que Carpentier rinde un tributo poético donde Lo-Real-Maravilloso centellea bajo el sol…

En la novela Carpentier mezcla personajes de ficción y personajes históricos. El autor funde los hechos históricos con la ficción sin membranas: a veces más omnipresentes y a veces como ruido sordo y menos apremiantes de oleaje lejano para con los personajes, como cuando Esteban regresa a La Habana, después de estar fuera durante años, y sólo y únicamente le interesa recobrar los felices ecos de los días de la adolescencia y de la niñez: el retorno a la inocencia que ha perdido en su navegación.4 Entonces, la Historia es un lejanísimo y flemático moverse de nubes en el cielo.

El narrador omnisciente, sin duda, prefiere el punto de vista de Esteban que es el que predomina en la novela, tal vez porque Esteban como personaje anfibio participa de la Experiencia en los Acontecimientos y de la Ingenuidad, y cuyo fruto de ambos es el Desengaño y también la Desconfianza en los otros. Luego Sofía también tendrá el mismo tratamiento en su despertar: ya que migra de un cierto idealismo a un escepticismo melancólico por medio de la experiencia también desencantada. Aunque ambos en la apoteosis de ellos mismos durante las sublevaciones del 2 de Mayo en el Madrid de 1808, en una especie de rito de catarsis, por fin, rescatan del vacío una idea, como sedimento dorado en el fondo del río, que les otorga el sentido que han perdido, el que ansiaban en mitad del pantano del absurdo histórico y vital: saber del lado de quien están y por quien han de luchar.5 Del bando de los esclavos y del bando de los desposeídos y del bando de los de abajo y de las clases humildes y trabajadoras que padecen la injusticia de los poderosos y del Poder. En suma, como diría Albert Camus, del lado de los que padecen la Historia.6 Idea que ambos defienden con su propia vida como testamento, como redención por la Inutilidad y la Insignificancia, como sacrificio ritual cargado de esperanza en la acción: ellos mueren por los de abajo en lucha de liberación por la independencia contra la dictadura del imperio napoleónico.7 Esteban y Sofía es el contraste dialéctico8 por los mundos donde transitan con sus vaivenes físicos, emocionales, cognoscitivos e incluso ontológicos. Víctor Hugues encarna el Mundo y la Historia y sus violentas contradicciones en el devenir. Carlos es el retorno a la casa natal que aún salvaguarda los sueños, la inocencia y la paz que “los pequeños” han perdido en el camino.

II. La Máquina y la Guerra, las diosas bárbaras de los sacrificios


    Capítulo I

    Comienza Carpentier el relato con un funeral y con la presencia del clima como diferencia, como condición de la Habana y, por supuesto, con la ciudad marítima. Los adolescentes Carlos y su hermana Sofía han perdido a su padre9, y a Carlos “la muerte del padre iba a privarlo de cuanto amaba, torciendo sus propósitos, sacándolo de sus sueños”, de la música que era su vocación y de fugarse de aquella isla asfixiante. Así es, tendría que atender el negocio familiar y no era de su gusto. “Carlos pensaba, acongojado, en la vida rutinaria que ahora le esperaba, enmudecida su música, condenado a vivir en aquella urbe ultramarina, […] sería como verse amortajado de antemano...”

Sofía, su joven hermana, atendía entretanto a Esteban10, primo de los susodichos Carlos y Sofía (los pequeños, según Cosme, el Albacea, el que al parecer era casi como un segundo padre). El aspecto de Esteban era como de un “asceta de pintura primitiva, entregado a alguna monstruosa mortificación de su carne”, porque padecía una enfermedad que nadie sabía cómo remediar, ni atender. Por fuerza mayor la novicia Sofía decide entonces no volver al convento de las clarisas para cuidar de la hacienda y lo demás: quedaron todos ahora sin padre y sin madre, pues, ésta también murió ya hace tiempo de una epidemia de influenza. “Sintiéndose solos en el Universo, huérfanos desamparados en una urbe indiferente y sin alma, ajena a todo lo que fuese arte o poesía, entregada al negocio y a la fealdad.” Estos personajes cultos e inquietos y lectores pertenecen a una alta burguesía mercader, acomodada y más o menos pudiente con servidumbre, aunque por descuido del padre fallecido la vivienda padecía de una especie de decadencia evidente tal vez como símbolo de lo viejo. “Comenzaba una vida distinta...” Comenzaron a llenar la vivienda de lo nuevo: de las ciencias y de las artes, lo que es propio de los ilustrados del siglo. “A menudo, enternecidos unos con otros, juraban los adolescentes que nunca se separarían.” Los tres pequeños llevaban una vida en la hacienda al margen de los usos y costumbres de la ciudad, una vida con nuevas y frescas ideas en un mundo anticuado y de prejuicios que les parecía que olía a moho y comején. Cosme, el empleado de su padre, se encargaría de todo lo concerniente al negocio liberando así a los jóvenes ilustrados para dedicarse al ocio y a la lectura.

Un día apareció por la hacienda Víctor Hugues presentándose como comerciante,11 su “expresión voluntariosa y dura, [...] reflejaba un dominante afán de imponer pareceres y convicciones.” Sus intenciones al principio no estaban claras por lo que todos desconfiaban de él. Contó que había viajado como marinero por el mundo entero, que había sido maestro panadero. Contó mil aventuras en una jerga entre española y francesa y con locuciones inglesas. Los cuentos de Hugues más parecían sólo cuentos a fin de seducir a los tres ingenuos adolescentes y sí, en efecto, cumplían tal vez el propósito de un embaucador, pues era también buen conocedor de la naturaleza humana. En fin, estos jóvenes franquearon las puertas a quien les cambiaría la vida futura para bien y también para mal. Al día siguiente no fueron a la misa que se oficiaba por el fallecimiento de su padre, ni siquiera Sofía que era la más religiosa.

Víctor Hugues, el intruso cosmopolita, se convirtió en un habitual de la hacienda como espoleador de nuevas curiosidades y otros conocimientos (siempre a la hora crepúsculo como símbolo del fin de las viejas ideas): sí, había penetrado en el mundo secreto de los jóvenes ilustrados. Incluso, fue artífice de la remodelación de la vivienda: después de acondicionada, en cierto modo, parecían “más anchos los espacios, más claras las luces.” Y, aunque decía él que era un plebeyo, había ambiciones en su mirada. La revolución echaba a andar… Al contrario por contraste los sirvientes Remigio y Rosaura exhiben la superstición, las creencias hechiceras, la religiosidad del temor…

En Sofía aún respiran algunos prejuicios por su educación religiosa y política. “Pero… ¡es un negro!, cuchicheó Sofía, con percutiente aliento, al oído de Víctor. Todos los hombres nacieron iguales12, respondió el otro.” El ilustrado inicia así la educación sentimental, política y filosófica de los jóvenes acerca de las ideas ilustradas y revolucionarias bajo el signo de los nuevos tiempos; de alguna manera dinamitando esos prejuicios viciados por la educación conservadora hasta el momento. Por ejemplo, el doctor Ogé estudió medicina en París aunque era un negro mestizo, y eso a Sofía no le cuadraba con sus convencionalismos inculcados. El doctor Ogé, al margen del colegio de médicos13 del antiguo régimen, así esgrimiendo la diosa razón y la nueva ciencia y otros usos mágicos, halla el origen del mal de Esteban: asma tal vez por alergias producidas por las plantas que cultivaban en la hacienda.

Después del fortísimo ciclón que arreció sobre la isla una tarde (ya noche avanzada) bajo los vapores de espirituosas bebidas de lagar Víctor intentó forzar sexualmente a Sofía, aunque pudo zafarse de él (o en el desconcierto no está claro ni para el lector): “Lo ocurrido —lo no ocurrido— adquiría una dimensión enorme. […] Aquella noche habían terminado los juegos de la adolescencia.” La sensación fue de ultraje, “Sofía quedaba sola, llena de latidos, descabellada, entregada al desasosiego, con la impresión de haber salido de una prueba terrible.” Aunque, no cabe duda, que fue una experiencia para el futuro clarificadora y clave, experiencia que fue ocultada por Sofía, pues ni siquiera sus hermanos de sangre lo sabrán hasta muchos años después…

El acostumbrado ciclón del Trópico dejó la ciudad desastrosa y algunos veleros hundidos y a las gentes, sobre todo, pobres les arrebató casi todo barriendo sus casas como si fueran de cartón, “las calles eran fosos de lodo.” La hacienda de los jóvenes ilustrados también sufrió sus embates destechándola casi parcialmente. De alguna manera El efecto del ciclón como símbolo nos informa del estado emocional que ha dejado en Sofía los hechos lúbricos. “Y la singularidad de todo, la violencia de un acontecimiento que había sacado a todo el mundo de sus hábitos y rutinas, contribuía a agravar en Sofía el sinfín de desasosiegos contradictorios que le había producido, al despertar, el recuerdo de lo ocurrido la noche anterior. Aquello formaba parte del vasto desorden en que vivía la ciudad, integrándose en una escenografía de cataclismo.”

Por entonces Víctor Hugues acusa con pruebas a don Cosme, el Albacea y el encargado de llevar el negocio familiar, de trampear las cuentas para enriquecerse a costa de los pequeños; y éste le sale llamar francmasón y conspirador al doctor Ogé y a él y que los denunciaría, “éstos son los hombres que rezan a Lucifer...” Las nuevas ideas en la isla comienzan a encontrar resistencias de los carcas tradicionalistas y conservadores, de los que pertenecen al viejo régimen en el peor sentido del término. Dice don Cosme de la masonería que: “era ralea que se infiltraba en todas partes, combatiendo la fe cristiana y la autoridad de los gobiernos legítimos, en nombre de una ‘filantropía’, de una aspiración a la felicidad y a la democracia, que sólo ocultaban una conjura internacional para destruir el orden establecido.” Esta revelación de lo que era (o no era) le recubrió a Víctor a los ojos de los jóvenes de aun más misterio y seducción. Sofía en un arrebato y prendida del iluminismo racional e ilustrado como símbolo pisotea un retrato de su padre que representa las rémoras de lo viejo, “estoy cansada de Dios,14 cansada de las monjas...”

La revolución está en marcha y nadie podrá detenerla.”15 No obstante, las fuerzas aún en el poder comienzan con las redadas contra los francmasones. Por lo que Víctor, Ogé, Esteban y Sofía toman un barco, el Arrow, que capitanea Caleb Dexter, el filántropo, hacia Port-au-Prince (puerto de la capital de la actual Haití16). Carlos quedaría en La Habana para arreglar los asuntos judiciales contra el Albacea y su cambio por otro, pues le tenían ya como ladrón de sus bienes. Pero los acontecimientos revolucionarios que suceden en La Española [actuales Haití y R. Dominicana] les determina irse porque no es seguro. Sofía quedaría en Santiago por lo peligroso de los tumultos de una violencia atroz. Los esclavos han comenzado su proceso revolucionario de emancipación y es verdaderamente sangriento; y Puerto Príncipe está lleno de refugiados franceses: aquellos vaticinados incendios han comenzado (más o menos, sobre el año 1791 en las Antillas). Al parecer ese incendio revolucionario ha comenzado porque los colonos franceses se negaron a cumplir con las leyes de abolición de la esclavitud que legislara la Asamblea Nacional de París. Vicent, el hermano menor de Víctor, con algunos descontentos se rebeló, pero fue apresado y ejecutado. Por lo que Víctor Hugues y Esteban decidieron escapar a la Francia revolucionaria, “se estaba asistiendo, allá, al nacimiento de una nueva humanidad.”

    Capítulo II

    Carpentier centra su atención en el personaje de Esteban ahora viviendo de primera mano la Revolución en la Francia cuna del nuevo advenimiento del hombre; pero violentamente fanatizado hasta límites de experimentar pulsiones homicidas, “cualquier rumor alusivo a una conjura contrarrevolucionaria lo echaba a la calle, armado del primer cuchillo de cocina que encontrara.” A Esteban le pusieron el remoquete de El Hurón, el más activo de los jacobinos exaltados: “alardeando de una franqueza, de una brutalidad verbal, de una crudeza de juicios, que a veces lastimaba a los mismos revolucionarios.”17 Muchos tenían el deseo de internacionalizar la Revolución de la Libertad: a las Américas, a España18… De a poco Esteban fue migrando de las masonerías intrincadas al jacobinismo exaltado y práctico: “No hay más moral que la moral jacobina.”

Con ayuda de un lenguaje barroco y radicular Carpentier borronea expresivamente y enlucido de  cultas menciones y poéticas imágenes el éxtasis cuasi panteístico de Esteban transformando la realidad cotidiana que contempla como hechizado: especialmente, la naturaleza. No pasa desapercibido que de manera inquietante: más que entusiasmo parece delirio patológico. Sin embargo, Víctor abogaba como Voltaire por el escepticismo práctico: “cuando hay tantas cosas reales en que pensar, perder el tiempo hablando de semejantes mierdas equivale a una actitud contrarrevolucionaria.”19 Evidentemente Víctor (ahora Acusador Público ante el Tribunal Revolucionario de Rochefort) rendía culto a Maximiliano Robespierre,20 El Incorruptible, nombre que de por sí ya evoca a la guillotina y sus labores decapitatorias. La Revolución, convertida por momentos en algo turbio, comenzó a eliminar literalmente a sus mejores hijos y promotores, como suelen estos movimientos cuando alcanzan el grado de fanatismo. La especie humana estropea todo lo que toca por bueno que sea, qué hay de enfermizo en éste cuando toca el Poder. Dice Martínez de Ballesteros muy desencantado en conversación con Esteban, “todo, aquí, se está volviendo un contrasentido. […] crearon el presidio de Bayena, que es mucho peor que cualquiera Bastilla.” La Revolución era una purísima contradicción: los girondinos, la otra facción y más moderada, condenaban el terror de Robespierre.

Víctor Hugues, el Comisario de París, y un algo decepcionado21 Esteban embarcan con tropas hacia las Antillas con la pretensión de portar la Revolución al Caribe. Entonces Víctor inspiraba miedo: “El Investido de Poderes era temido. Acaso se gozaba en saberse temido.” El objetivo era reafirmar la autoridad de la República en las colonias francesas. Por supuesto, iban a bordo, trasladaban a la insigne Máquina y a la imprenta, ambas cosas imprescindibles para el propósito que anhelaban en Nuevo Mundo. Sí, conseguimos logros como la abolición de la esclavitud, pero “yo preferiría que esto se lograra sin que tuviésemos que usar la guillotina,” dice Esteban. Curioso es que el verdugo que ha embarcado es un filántropo, como ironía: “Monsieur Anse, antiguo verdugo del Tribunal de Rochefort, era un mulato de finos modales, educado en París, violinista ameno, cuyos bolsillos siempre cargaban caramelos para los niños...” En una ocasión por orden de Víctor Hugues el verdugo tuvo que trabajar a destajo y accionar la Máquina para: “ochocientos sesenta y cinco sentenciados a muerte...”, pero la lentitud del espectáculo trágico de la guillotina los derivaron a modos más veloces de ejecutar como los fusilamientos masivos/arbitrarios.

Comienzan las primeras escaramuzas en la Isla de Guadalupe para reconquistarla de la ocupación de ingleses y de colonos franceses monárquicos. Las batallas serán apocalípticas y crueles y vengativas; sin embargo, por fin tomaron la isla los republicanos franceses y festejaron la victoria. “Ese día se inició el Gran Terror en la isla. No paraba ya la Máquina de funcionar en la Plaza de la Victoria, apretando el ritmo de sus tajos.”22 Asimismo la imagen política de Víctor Hugues engrandeció aun más a los ojos de todos, menos para un Esteban desencantado que guardaba algunos reparos y otras sospechas.23 Por ejemplo, Víctor terminó incluso aguillotinando a los negros díscolos que no querían trabajar las tierras expropiadas, porque, decían, eran hombre libres con toda razón a la luz de los decretos parisinos. Sin duda, el poder del Investido comenzaba a ser una tiranía personal y arbitraria. Incluso, los acontecimientos en Francia en 1794 le confirmaron su ambición de fortalecer su poder en Guadalupe porque su ídolo El Incorruptible había caído en desgracia, y no sabía los cambios que podrían avecinarse tal vez contra él. Aquellos atributos propios del poder absoluto ya prendían en Víctor Hugues: la soledad, el capricho, la contradicción, los accesos de ira y la crueldad. Aunque el Investido insistiera que: “Yo no soy cruel. Hago lo que debo hacer. No es lo mismo.”

    Capítulo III

    Las naves corsarias de la República Francesa ordenadas por Víctor Hugues inician sus trabajos de filibusterismo por los mares de las Antillas. Esteban ha embarcado en calidad de escriba para que levante actas de lo mercado, de lo hurtado a otras embarcaciones como botín. De hecho, le alegraba distanciarse de aquéllo: “… esto era preferible a permanecer en el mundo cada vez más demoníaco de un Víctor Hugues resuelto a agrandar su propia estampa, ajustándose a la estatura hipostática de quien era ya calificado, en periódicos americanos, de «Robespierre de las Islas»…”
El trabajo de corsario era el de abordar barcos y sustraer la carga, dinero y pertenencias personales; a veces, sustraer también el barco mismo si fuera de valor para la República, y sino les permitían que continuaran su rumbo, pero humillado y sin lo sustraído.

En una ocasión un barco negrero, cuyos esclavos en un motín se liberaron de sus captores, entran en contacto con los corsarios franceses y éstos les invitan al festín de carne de bucán que preparaban. Sin embargo, el ansia de mujer de los marinos y una moral lánguida o nula termina en una algarabía criminal: violaciones de negras, y encadenamiento de negros. El capitán de la flota corsaria decide vender la carga de esclavos contra toda razón, “¡esto es infame!”, dice Esteban: de abolicionistas a negreros, cuánto absurdo hay en esta empresa. “De pronto, el absurdo de su vida actual se le hizo perceptible en tal grado —estaba ante un Teatro del Absurdo— que se arrimó a una amurada, estupefacto, con los ojos fijos, como asombrado por la contemplación de su propia figura en un escenario.”

El negocio del filibusterismo iba en alza y “fabulosamente próspero”, y el poder de Víctor Hugues aun más: El Directorio [en 1795], el nuevo gobierno de París le renovó los poderes para regir la isla de Guadalupe satisfechos de las riquezas que enviaba a Francia y del gobierno practicado y su eficiencia en las Antillas. Pero, según parece sin importarle ya Francia en absoluto, regirá de ahora en adelante los destinos de sus ahora súbditos a su antojo como el ahora rey de las Antillas. “Había querido ser Robespierre, y era un Robespierre a su manera. Como Robespierre, en otros días, hubiese hablado de su gobierno, de su ejército, de su escuadra, Víctor Hugues hablaba ahora de su gobierno, de su ejército, de su escuadra. Vuelto a la arrogancia de los primeros tiempos, el Investido de Poderes se otorgaba a sí mismo, a la hora del ajedrez y de los naipes, el papel de único Continuador de la Revolución.” De alguna manera traicionando a la Revolución cuyo objeto final era la manoseada democracia24… De a poco Víctor fue apropiándose de todas las notas de esta sinfonía tiránica en la isla de Guadalupe “por una creciente apetencia de riquezas.”

El Investido de Poderes (hoy el Agente del Directorio) constituyó una economía cerrada para su provecho “donde los precios subían constantemente, con una moneda que regresaba y volvía a regresar a los mismos bolsillos...” El monopolio que tanto criticó antaño actualmente era su estrategia económica. Víctor Hugues como preso de un delirio de poder había cambiado, y Esteban era el incómodo testigo que a su vez había moderado su ánimo en la maduración, por la experiencia en contacto con la Historia.

Entretanto había estallado la guerra de Estados Unidos y Francia por los mares del Caribe, de lo que que París culpaba a Víctor que pronto podría caer en desgracia. Esteban recibe la invitación del remedo de Robespierre y amigo en un arrebato de generosidad para que escape porque las circunstancias no eran propicias. “Terminó para ti la gran aventura. Ahora regresarás a tu casa; al almacén de tu gente. Es un buen negocio: cuídalo. No sé lo que pensarás de mí. Acaso, que soy un monstruo. Pero hay épocas, recuérdalo, que no se hacen para los hombres tiernos. […] La revolución se desmorona. No tengo ya de qué agarrarme. No creo en nada.” Así que Esteban marchó con una carta para Sofía y un salvoconducto para él. No antes sin abrazarse como si nunca hubieran perdido aquella camaradería de otros tiempos, “¿para qué te habrás metido en política?25, le dice Esteban finalmente. Para el joven todo esto y lo vivido en el paroxismo de la Revolución comenzaba a ser “ajeno a su propia vida.” Esteban contempló por última vez a la Máquina que ahora estaban desmontando por orden de Víctor Hugues…

    Capítulo IV

    Esteban26 primero llega a Cayena, capital de la Guayana francesa en la costa, lugar que le parecía un asilo de locos, una suerte de ciudad triste y desastrada, caótica y agonizante. Lugar también de deportados por los distintos gobiernos de la Revolución que permanecían fuera de la ciudad cumpliendo la pena en malísimas condiciones: “Justos y pecadores andan revueltos.”

Pero tuvo que ir a la ciudad guayanesa de Sinnamary, peor que la anterior (apestada y miserable y vasto cementerio de deportados), para depositar la encomienda que le confió Víctor Hugues para Billaud27, el revolucionario caído en desgracia. “Con ello se libraría de un bagaje siempre comprometedor en época de pesquisas policiales, sin tener que rendir cuentas de su fea acción, menos fea ahora cuando la situación del Máximo Deportado cambiaba de cariz. Billaud-Varennes, por otra parte, era un personaje que le inspiraba una tenaz aversión.” No quería que le comprometiera o lo relacionaran con éste: el tan notable en sus días cuando detentaba un gran poder, “ex Presidente de los Jacobinos, ex Presidente de la Convención, ex miembro del Comité de Salud Pública.” En Sinnamary por fin el joven se reúne con Billaud y le deja el envío de medicinas y víveres que Víctor Hugues le encomendara. Sin embargo, Esteban no deseaba más que retornar a La Habana, a reunirse con sus hermanos de sangre y de juegos, Carlos y Sofía; y definitivamente abandonar este desolado mundo de los penales donde reina la peste y otras calamidades, “la deportación había superado sus propios fines en aquellos campos de muerte, cubiertos de buitres negros, osamentas y tumbas.”

Entretanto Esteban, el abate Brottier, Billaud Varennes y el cultivador suizo Sieger charlan acerca de los múltiples conflictos de carácter abolicionista y racial y de manumisión espontánea con finales sangrientos: las cimarronadas28, “todo lo que hizo la Revolución Francesa en América fue legalizar una Gran Cimarronada que no cesa desde el siglo XVI. Los negros no los esperaron a ustedes para proclamarse libres un número incalculable de veces. […] se dio a hacer un recuento de las sublevaciones negras que, con tremebunda continuidad, se habían sucedido en el Continente…”

Por fin y a través del suizo Sieger Esteban, casi liberado de la opresiva espera, obtuvo el paso a Paramaribo (Surinam, la guayana holandesa). Ciudad que le parece al joven recién llegado el colmo de la tolerancia, “La iglesia católica, los templos protestantes y luteranos, la sinagoga portuguesa, la sinagoga alemana […] se alzaban ante los ojos de Esteban como símbolos de una tolerancia que el hombre, en ciertas partes del mundo se había empeñado en conquistar y defender, sin flaquear ante inquisiciones religiosas o políticas…” Al menos, algo distinto de lo visto hasta el momento, aunque pudo también experimentar los horrores de la esclavitud en la colonia holandesa, mas incluso científicamente: “los nueve esclavos eran traídos al mejor cirujano de Paramaribo para que procediera, sierra en mano, a lo dispuesto por el Tribunal. «También se amputan brazos —dijo el doctor Greuber— cuando el esclavo ha levantado la mano sobre su amo.” Esto es, la cara y la cruz de la civilización en el caso que eso fuera civilización. Vista la crueldad Esteban reafirma sus principios con indignación: “Somos las peores bestias de la creación», repetíase con furor, con encono contra sí mismo, capaz de incendiar aquel edificio si hubiese tenido los medios de hacerlo.”

Después de este trasiego, de su peripecia iluminadora Esteban acusa un cansancio fundamentalmente espiritual, “lo quedado atrás, evocado en negrores y tumultos, tambores y agonías, gritos y tajos, se asociaba en su mente con ideas de terremoto, de convulsión colectiva, de furor ritual… «Vengo de vivir entre los bárbaros», dijo Esteban a Sofía, cuando para él se abrió, con solemne chirrido de bisagras, la espesa puerta de la casa familiar...”

    Capítulo V

    Esteban por fin llega a La Habana, a casa después de tanto tiempo fuera. “De súbito, ese reencuentro con la infancia —o con una infantil adolescencia que era lo mismo— quebró a Esteban en un sollozo. Lloró largamente, con la cabeza caída en el regazo de Sofía, como cuando, de niño, le confiaba sus congojas de enfermo malogrado para la vida.” Sofía se había casado con el que sería el socio de Carlos y ella para el negocio familiar, y que además de capaz era “muy versado en asuntos económicos.” Su nombre era Jorge y de origen irlandés y de poderosa y oligarca familia que aún poseía esclavos.

Del relato que hizo de su aventura en el Vientre de los Acontecimientos había impregnado el desencanto y la melancolía y hasta una amargura consciente. Entre tantos zaheridos y muertos recordó a los desdichados Bauvistas29 que fueron aguillotinados, “a quienes tenía por los últimos revolucionarios puros, fieles al más limpio ideal de igualdad, trágicamente contemporáneos de quienes todavía predicaban, en las colonias, una Fraternidad y una Libertad que sólo habían quedado en artimañas políticas para conservar tierras o adquirir otras nuevas.” En fin, Esteban concluyó que la Revolución ha sido un fracaso, una hazaña sí, pero con demasiados muertos, demasiado dolor, demasiado desencanto doloroso, al menos, para él mismo. “Esta vez la revolución ha fracasado. Acaso la próxima sea la buena. Pero, para agarrarme cuando estalle, tendrán que buscarme con linternas a mediodía. Cuidémonos de las palabras hermosas; de los Mundos Mejores creados por las palabras. Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras. No hay más Tierra Prometida que la que el hombre puede encontrar en sí mismo.”30

Sofía y Carlos, sin embargo, aprobaban que los fines justificaban los medios, incluso si era necesario levantando una guillotina en la plaza pública: “ojalá pudiéramos levantar una, muy pronto, en la Plaza de Armas de esta ciudad imbécil y podrida.” Sí, hablaban quienes no habían descendido a los infiernos como lo hiciera Esteban en mitad de los mares de sangre y de tormentos de los que se horrorizó tantas veces. Esteban, avezado en el mundo ahora exhalaba escepticismos por la fuerza de lo que ha experimentado en sus carnes y en su alma, por lo que les dijo cabalmente en forma de moraleja: “la fe en algo que cambia de aspecto cada día les dará grandes y terribles decepciones.”

Entonces, una epidemia desconocida asola la ciudad y cae seriamente enfermo Jorge, el marido de Sofía, que finalmente muere; y el capitán norteamericano Caleb Dexter les visita por sorpresa contando nuevas de Víctor Hugues y de otros asuntos: “Por lo demás, había en las colonias francesas una tendencia general de regreso a las prácticas del Antiguo Régimen, y más ahora que Víctor Hugues acababa de tomar posesión de su flamante cargo de Agente del Directorio en Cayena.” Aunque fuera llamado a París y pareciera derrotado, pudo alzarse de nuevo contra todo pronóstico y constituir un nuevo gobierno “investido de nuevos poderes” en la Guayana francesa, en la ciudad de Cayena: aquel triste penal.

Cierto día en La Habana hubo un tumulto y creían los ciudadanos que sería como la cimarronada de Haití y huyeron despavoridos en paranoide rebaño. El miedo a algún amotinamiento de los esclavos negros les hizo deducir que era el día del juicio final: el temor y el rumor desvarió el relato. Sin embargo no fue más que un violenta disputa “en el famoso antro de La Lola”, lejos de ser las acciones que suponían. Significaba que los habaneros temían la sublevación de los negros, y que sería predecible en algún instante por los tiempos que corrían, como premonición.

Poco después de la muerte de su marido irlandés Sofía sin previo aviso, ni a Esteban ni a Carlos ni a nadie, embarca hacia Cayena, “está como loca. Dice que está cansada de la casa: cansada de la ciudad. Y se ha ido a viajar así, sin avisar, sin despedirse.” Comienza la navegación, el despertar de Sofía tal como le sucedió a Esteban en contacto con la realidad más inquietante. Ahora iba tras Víctor Hugues para reanudar los amores prohibidos y secretos31 que tuvieron antaño. A Esteban, también enamorado de su prima Sofía, le enardece este hecho tal vez por celos, por la confusión que le producía: “no lograba Esteban conciliar las dos personalidades que habitaban una misma figura: la de aquella sonrojada de indignación y de ira ante un acto que su educación religiosa vestía de suciedad, y la otra que, muy poco tiempo después, hubiese podido sucumbir al deseo, entregándose a los juegos del disimulo y la complicidad.”

Con todo el Gobernador de la ciudad, sabiendo de movimientos subversivos cercanos a la revolución francesa en la isla, efectúa redadas y requisas de pruebas de quienes conspiraban contra la monarquía española y el orden establecido. Detienen a Esteban y requisan papeles que involucran a Carlos y a Sofía: “textos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y de la Constitución Francesa […] algún escrito de Voltaire, Rousseau, Buffon, y, en general, de cuanto estuviese impreso en prosa francesa. […] Había pruebas, más que suficientes, para demostrar que aquella casa era un nido de conspiradores francmasones, difundidores de escritos revolucionarios, enemigos de la Corona, que pretendían implantar la anarquía y la impiedad en los dominios de Ultramar.” Esteban confiesa para desviar la atención sobre él cargando con toda la culpa para dar tiempo a que el Arrow del capitán Dexter salga a mar abierto con Sofía a bordo, cosa que consigue, luego se desdice de todo lo confesado: “declaro ante Dios, en quien creo, que todo lo que dije es mentira.” Aunque no pudo librarse del presidio…

    Capítulo VI

    En este capítulo comienza la navegación y el despertar de Sofía, “se había despertado, en este tercer día, con una exaltante sensación de libertad. Rotas estaban las amarras. Se había salido de lo cotidiano para penetrar en un presente intemporal. Pronto empezaría el gran quehacer, esperado durante años, de realizarse en dimensión escogida. Conocía nuevamente el gozo de hallarse en el punto de partida; en los umbrales de sí misma, como cuando se hubiese iniciado, en esta nave, una nueva etapa de su existencia”: de una mujer liberada…

Por fin en Cayena se produjo el Gran Encuentro entre Víctor Hugues y Sofía después de tantos años y, como si no hubiera pasado el tiempo, los amantes reanudaron sus tratos carnales de entonces. El Agente del Consulado había moderado sus maneras de ejercer el Poder: “su gobierno era calificado de paternal y sensato.” Y al parecer Sofía había encontrado un rumbo, un sentido a su vida…

Entretanto, la noticia cayó como si cayera la cuchilla de la guillotina sobre el cuello de la Revolución Francesa: “sonó la bárbara noticia en todo el ámbito del Caribe, levantando clamores y encendiendo teas: promulgada era la Ley del 30 Floreal del Año X, por la cual se restablecía la esclavitud en las colonias francesas de América, quedando sin efecto el Decreto de 16 Pluvioso del Año II. Hubo un inmenso regocijo de propietarios, hacendados, terratenientes, prestamente enterados de lo que les interesaba —tan prestamente que los mensajes habían volado por sobre los barcos—, al saberse, además, que se regresaría al sistema colonial anterior a 1789, con lo cual se acababa de una vez con las lucubraciones humanitarias de la cochina Revolución.”32 Un desastroso paso atrás que derriba lo poco que resta de esa nave revolucionaria en el naufragio y de connotaciones incalculables. Víctor Hugues será el encargado de cumplir tan incomprensible ley en Cayena, de restablecer la esclavitud: todo es el absurdo histórico por antonomasia, la Revolución también malherida de muerte. “Los negros insometidos o levantiscos eran azotados hasta morir, descuartizados, decapitados, sometidos a torturas atroces. Muchos fueron colgados por las costillas en los ganchos de los mataderos públicos. Una vasta caza al hombre se había desatado en todas partes, para regocijo de los buenos tiradores, en medio del incendio de chozas y pajonales. […] Cayena, una vez más, cumplía su destino de tierra abominable.”

Sofía estaba horrorizada, pues esperaba demasiado de las nuevas ideas de nuevo pisoteadas en el sin sentido, terminando como deshechos y en decepciones intolerables. Víctor Hugues ocho años antes abolió la esclavitud, hoy la restablece: era “capaz de hacer el Bien o el Mal con la misma frialdad de ánimo.” Hasta Billaud-Varennes, El Terrible, el que fue presidente de la Convención, compraba esclavos para sus haciendas, “increíble, pero cierto.” Para todo hay razones, aun absurdas. Sin embargo y pese a contrariar sus principios Sofía aceptó esta bárbara coyuntura, evadiéndose de la realidad con los placeres literarios encerrada entre libros. Aunque estos acontecimientos originaban en ella una sensación no grata: “Sofía estaba en el aborrecible tiempo detenido —bien lo había conocido una vez— del hoy igual a ayer, igual a mañana.” Al parecer, podría ser el principio del fin del idealismo instalado en ella: no entendía que el hombre que amaba estaba “al servicio de una empresa despreciable y cruel,” y de las contradicciones que entrañaban.

De a poco y a menudo había fugas y más numerosas y en masa de esclavos “que se estaban multiplicando demasiado en la selva,” por lo que el sentimiento de amenaza de la cimarronada definitiva prendió en los ánimos de los ciudadanos blancos de Cayena. En consecuencia Víctor Hugues preparaba los batallones para el ataque sobre las posiciones de los esclavos fugitivos. Pero la selva les escupió a los pertrechados soldados franceses con artillería moderna seis semanas después: “esto no es guerra [...] Se puede pelear con los hombres. No se puede pelear con los árboles. […] Muchos de ellos asaeteados por los indios, mondados por los machetes de los negros…” La selva y las epidemias fueron el gran aliado de los esclavos ahora en lucha abierta contra el hombre blanco esclavizador de Cayena: la esperada cimarronada había comenzado. Guerra de guerrillas, emboscadas, david contra goliat…

Y tal como reza el proverbio los males no vienen solos: a continuación de aquella extenuante batalla una epidemia devastó Cayena, la que probablemente trajeron los soldados franceses que estuvieron en las campañas napoleónicas en Jaffa (el mal egipcio33). El resultado fue una gran mortandad y la zozobra moral de la ciudad entera. Hasta Víctor Hugues también enfermó y, en el delirio de la fiebre, pronunció verdades y decepciones de su recorrido político. “En menos de diez años, creyendo maniobrar mi destino, fui llevado por los demás, por ésos que siempre nos hacen y nos deshacen, aunque no los conozcamos siquiera […] Soy semejante a esos autómatas que juegan al ajedrez, andan, tocan el pífano, repican el tambor, cuando les dan cuerda. […] Panadero, negociante, masón, antimasón, jacobino, héroe militar, rebelde, preso, absuelto por quienes me mataron a quien me hizo, Agente del Directorio, Agente del Consulado…” En efecto, también es el recorrido de una Revolución Francesa presa de los furores ideológicos y de la codicia del Poder estupefaciente y del error mayúsculo. La Historia les arrastra y ellos obedecen, irracionalmente…

Víctor sanó, pero Sofía cree que la ciudad está muerta aunque la peste haya desaparecido, y quiere irse: “donde los hombres vivan de otra manera. Aquí todo huele a cadáver. Quiero volver al mundo de los vivos; de los que creen en algo. […] Ahora sé lo que debe rechazarse y lo que debe aceptarse.” Su próximo destino sería Burdeos huyendo de la barbarie y el nihilismo histórico, “volvía a ser dueña de su propio cuerpo cerrando, con un acto a su voluntad debido, el ciclo de una larga enajenación.”

    Capítulo VII y epílogo

    Un viajero (que era Carlos) llega a Madrid con la intención de reconstruir el relato de los últimos años de Sofía y de Esteban que habitaron una ilustre casa de la calle Fuencarral: “a retazos, con muchas lagunas y párrafos truncos...” A Sofía los vecinos le llamaban La Cubana, decían que “era una hermosa mujer, de grandes ojos oscuros, qué vivía sola, sin recibir visitas ni buscar tratos con la gente de la Villa y Corte. Una constante preocupación ensombrecía su mirada y, sin embargo, no buscaba el consuelo de la religión, notándose que nunca iba a misa. Era rica, a juzgar por el número de sus sirvientes y el boato de su tren de casa. No obstante era afecta a vestirse sobriamente...” En principio, Sofía llegó a Madrid para solicitar por indulto real la libertad de Esteban que cumplía condena en Ceuta desde hace años, cosa que consiguió. Aunque a Esteban la cárcel le costaría un precio alto que pagar porque quebrantó su salud; sin embargo, los cuidados y desvelos de Sofía le ayudaron a restablecerse por fin.

Pero le cuentan a Carlos que por entonces Madrid, en poder de Napoleón, explotó en algaradas y sublevación del pueblo contra los soldados franceses. Sofía con sable en mano y Esteban con escopeta de caza toman partido por los que salen a la calle contra la invasión napoleónica.34Reinaba, en todo Madrid, la atmósfera de los grandes cataclismos. […] Luego vino la noche. Noche de lóbrega matanza, de ejecuciones en masa, de exterminio...” Le cuentan a Carlos que de ellos nunca más se supo, “nadie supo más de sus huellas ni del paradero de sus carnes.”

    La historicidad de Víctor Hugues

    Carpentier escribe algunas notas biográficas acerca del hombre histórico que sobrevivió a las tantas tormentas históricas sano y salvo, pero fundamentalmente nos interesa el perfil breve que da de él: “firme, sincera, heroica, en su primera fase; desalentada, contradictoria, logrera y hasta cínica, en la segunda— nos ofrece la imagen de un personaje extraordinario que establece, en su propio comportamiento, una dramática dicotomía.” 

IV. Apéndices…


    a) Lo-Real-Maravilloso

    En el prólogo/manifiesto a El reino de este mundo (1949) Carpentier desarrolla su teoría de Lo-Real-Maravilloso como categoría estética y literaria y, según el autor, le sobrevino como una intuición después de un viaje que hizo a la isla de Haití. En cierto modo es para nuestro autor una superación del surrealismo (que apoyara durante su estancia en París y luego lo repudiara) hacia una realidad maravillosa propia y creada bajo los ecos míticos y espirituales de una una Latinoamérica profundamente sincrética. Por eso, “la sensación de lo maravilloso presupone una fe” de la que el surrealismo y Europa carece. Es decir que esa magia podría ser hallada sólo y exclusivamente en tierras latinoamericanas, porque está en sí mismas, está latente y es ubicua, en estado bruto, natural y sin artificio; y su existencia se constituye como una creencia para el escritor que es capaz de percibirla, de expresarla.

Por ejemplo, la Naturaleza35 que expone en la novela: es real y maravillosa a la vez cuando brota como mito recreado, insólito y que asombra. La naturaleza deja de ser real para convertirse en lo real maravilloso bajo un lenguaje36 barroco, cargado de poesía y míticas reminiscencias ensamblando, en el mestizaje (indígena, africano, europeo), todo el bagaje cultural que existiera sin reparar en el origen: una suerte de sincretismo totalizador que recrea la realidad, luego convertida en lenguaje. La selva, el mar,37 los montes, los ríos… no son esas cosas, sino lo que el escritor desvela (lo que ya estaba ahí desde siempre). Carpentier cree que brota de las mismas cosas que contempla sólo y exclusivamente por ser propio de Lo Latinoamericano.

Gabriel García Márquez que adoptó el Realismo Mágico como modo literario para recrear la realidad en su novelística, también está de acuerdo con Carpentier que la realidad americana es ya de por sí extraordinaria y fecunda y suficientemente inverosímil aun siendo real; pero ha de haber una voluntad del artista para convertir lo real en mágico creando mundos nuevos (con la aparición espontánea de lo inverosímil porque está ahí: en la realidad latinoamericana, sin apenas invención o con algo de esfuerzo). Y no solamente como una creencia, tal como lo entiende el escritor cubano, como una exaltación de América Latina, como una propuesta literaria de identidad cultural y profunda con sus gentes, su historia, su naturaleza, sus mitos de antaño y los bíblicos: de lo que es propio de esta tierra, como una crónica de lo maravilloso en lo real.38 Incluso yo mismo creo que también es una propuesta política contra la decadencia del viejo mundo en pro del nuevo mundo siendo éste una superación del otro,39 contra los colonialismos e imperialismos especialmente del siglo xx y aun hoy vigentes con otras máscaras, larvados, al acecho de la tierra como depredadores. A Carpentier con esta conjetura estética le mueve un vigoroso ánimo de Identidad, de Independencia y de Liberación de América Latina40

Con El Siglo de la Luces en 1962 Carpentier perfecciona en esta bellísima y lograda obra esta categoría literaria que aún hoy colea de raíces exclusivamente latinoamericanas.

    b) Los desastres de la guerra de Goya en El Siglo de las Luces

    13 aguafuertes seleccionados por Carpentier (de los 82) que representan la guerra de independencia española del 1808 contra imperio de Napoleón. Dado que el tiempo de la novela es la última década del siglo xviii y unos cuantos años adentrándonos en el xix, los hechos que ilustran datan y son posteriores a la ficción de El Siglo de las Luces en gran parte. Funcionan como intertextualidad, como epígrafe y/o como imagen para dispensar o extender un significado al menos parcial de la ficción narrada: enriqueciendo el texto en sí mismo. Goya en los desastres juzga a las entrañas de la mismísima guerra, a la violencia desatada e irracional, al gobierno, a la iglesia, a la indiferencia, a la miseria que la guerra produce moral y material. En fin, a sus consecuencias y a ese lamentable uso y abuso de unas ideas ennegrecidas por la crueldad humana. Goya y Carpentier coinciden en un diagnóstico pesimista, y del ser humano anotan que es esencialmente malvado y cobarde, especialmente, en tales coyunturas cuando la sinrazón no escucha razones, cuando la razón produce monstruos.

    Siempre sucede. [n. 8, capítulo I, iv] Aparecen los personajes revolucionarios en las Antillas y en la vida de Carlos, Sofía y Esteban: el comerciante Víctor Hugues, el doctor Ogé, el masón, y el capitán Caleb Dexter, el filántropo, al modo de las primeras tropas napoleónicas, los famosos dragones, a caballo en el aguafuerte.

    Qué alboroto es éste. [n. 65, capítulo I, xi] Comienzan las revoluciones en las Antillas, primero, de emancipación de los esclavos de La Española (1791).

    Sanos y enfermos. [n. 57, capítulo II, xii] Las consecuencias de los primeros años y embates de la Revolución eminentemente violentos y crueles. Que afecta a todos, sanos y enfermos…

    Fuerte cosa es. [n. 31, capítulo II, xv] Victor Hugues, investido de poderes y con tropas, porta la revolución hacia el Nuevo Mundo junto con la Máquina.

    Estragos de la guerra. [n. 30, capítulo II, xviii] Las batallas de la isla de Guadalupe contra los ingleses y colonos franceses que no aceptan las imposiciones de la República y que ocupaban la isla fueron encarnizadas.

    Extraña devoción. [n. 66, capítulo II, xxx] Víctor Hugues comienza a ser un líder aclamado, el único líder.

    Se aprovechan. [n. 16, capítulo II, xxiv] Las naves corsarias de la República Francesa inician su andadura pirata por las Antillas enriqueciendo las arcas de Guadalupe y Víctor Hugues. Seguramente referido el epígrafe al botín de guerra…

    Las camas de la muerte. [n. 62, capítulo IV, xxix] Esteban pasa por la Guyana francesa, lugar donde la muerte está en los vivos que sobreviven en los penales, donde la desesperación, las enfermedades y el alcoholismo deteriora almas y cuerpos… Probablemente el Hospital de las monjas y sus enfermos en las camas de la muerte también confirma significativamente el sentido de este epígrafe; una visión apocalíptica de la Guyana: otro de entre tantos lados oscuros de la Revolución.

    Fiero Monstruo. [n. 81, capítulo IV, xxxii] El Monstruo de la guerra que devora a la Humanidad y luego la escupe. Esteban está en Sinnamary y charla con el abate Brottier y Billaud Varennes acerca de los múltiples conflictos de carácter abolicionista y racial y de manumisión espontánea con finales sangrientos desde el siglo xvi: “se dio a hacer un recuento de las sublevaciones negras que, con tremebunda continuidad, se habían sucedido en el Continente...”

    Con razón o sin ella. [n. 2, capítulo V, xxxv] La violencia de la guerra, pero desigual: los franceses bien armados, el pueblo prácticamente a cuerpo descubierto solamente con navajas y garrote: tal vez ilustra los levantamientos de Madrid en 1808. Como siempre el mal uso de la manida Razón como pretexto para cometer cualquier atrocidad en la guerra…

    No hay que dar voces. [n. 58, capítulo V, xxxvi] En cierto modo, la buena sociedad de La Habana que dan la espalda a la miseria, a la esclavitud aún vigorosa en la isla. También podría ser que las palabras han de ser dichas con el conocimiento de causa que le ha dado, por ejemplo, a Esteban su experiencia en los Acontecimientos. En fin, el saber del cuidado y la prudencia con las palabras que alegremente sean dichas porque pueden convertirse en un baño de sangre, pues, no caen el vacío.

    Amarga presencia. [n. 13, capítulo V, XL] Víctor Hugues es la presencia/ausencia del que habla el epígrafe: “la visión de la Poderosa Presencia que, de tan lejos, seguía pesando sobre la casa.” Aquel hombre que tanto afectó a todos en sus destinos, y ahora a Sofía que va tras de sus pasos hacia Cayena porque le desea. Hay que recordar que la primera relación amorosa entre ambos fue prácticamente una violación cuando Sofía era bastante joven y estaba ebria, cosa que fue secreta y oculta después. Esteban inerme (atado de pies y manos) no puede convencerla de que decidiera quedarse con ellos. También podría ser la presencia de la guerra y las cimarronadas tal vez presentidas (dados los acontecimientos) y los crueldades habituales en estos casos como las violaciones.

    Así sucedió. [n. 47, capítulo VII, XLVIII] Porque se cuenta lo que les sucedió a Sofía y a Esteban a través del relato de varios personajes en un breve ensamblaje de fragmentos durante los últimos años. Pero también significa (por la imagen del aguafuerte) lo que la Época ha robado a los personajes en términos de certezas, sueños, inocencia y paz de ánimo.



Anguis latet in
herba
.” Virgilio,
Égloga
iii.


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NOTAS
«««   1.
“La Ilustración consiste en la aplicación del análisis racional a los enigmas de la naturaleza y a los problemas de la convivencia humana. Las tradiciones dejan de tener peso en la argumentación y lo sobrenatural es visto sencillamente como una superchería o una superstición. La religión misma no resulta completamente abandonada, pero debe renunciar a sus aspectos maravillosos (milagros y demás) para reducirse a la enseñanza moral (un avanzado de la Ilustración inglesa, John Toland, escribió un libro titulado Cristianismo no misterioso). Por supuesto, los clérigos y sus sermones no son bienvenidos en cuestiones de ciencia o política y se denuncia la intolerancia (es decir, la hostilidad y persecución contra el que piensa de forma diferente) como el primer pecado social. Unos cuantos años antes, a los ilustrados los habrían quemado en la hoguera sin contemplaciones. En el siglo XVIII no padecieron una suerte tan trágica, aunque bastantes de ellos no se libraron de la cárcel o el exilio. E incluso de alguna paliza, como la que le dieron a Voltaire.” Fernando Savater, Historia de la filosofía sin temor ni temblor.
«««   2.
“Alguna vez se hacía un gran silencio sobre las aguas, presentíase el Acontecimiento y aparecía, enorme, tardo, desusado, un pez de otras épocas, de cara mal ubicada en un extremo de la masa, encerrado en un eterno miedo a su propia lentitud, con el pellejo cubierto de vegetaciones y parásitos, como casco sin carenar, que sacaba el vasto lomo en un hervor de rémoras, con solemnidad de galeón rescatado, de patriarca abisal, de Leviatán traído a la luz, largando espuma a mares en una salida a flote que acaso fuera la segunda desde que el astrolabio llegara a estos parajes. Abría el monstruo sus ojillos de paquidermo, y, al saber que cerca le bogaba un desclavado cayuco sardinero, se hundía nuevamente, angustiado y medroso, hacia la soledad de sus transfondos, a esperar algún otro siglo para regresar a un mundo colmado de peligros. Terminado el Acontecimiento, volvía el mar a sus quehaceres.” SLuces.
        A Esteban, durante su navegación absorta y maravillada por los mares de las Antillas como filibustero de Hugues y la isla de Guadalupe, le acude la visión del Monstruo que emerge a la superficie de las aguas tal vez como revelación, como símbolo de lo que es el Poder ante la Ingenuidad quebrada del joven. O es el cachalote de Melville, la blanca Moby Dick, o es (más seguramente) el Leviatán de Thomas Hobbes. Esa visión fascinante enfatiza lo que Esteban ya ha advertido dolorosamente que el Poder Absoluto corrompe y emborracha hasta el punto del delirio y otras injusticias…
        Hobbes (filósofo inglés del siglo xvii que escribió El Leviatán en 1651) basa su teoría política desde una concepción de la naturaleza humana malvada y codiciosa: “todos están en guerra con todos.” Se trataría de una contrato social sui géneris entre los individuos, pero al contrario de Rousseau (cuyo enfoque es hacia la democracia), Hobbes lo enfocaría hacia la sumisión absoluta, hacia un Poder Absoluto. Áquel crea ciudadanos, éste súbditos.
«««   3.
“Es arte que gusta mucho ahora —dijo Sofía—. Tiene algo más que colores: contiene ideas; presenta ejemplos; hace pensar.” SLuces.
«««   4.
Capítulo xxxv.
«««   5.
“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero si niega, no renuncia: es también un hombre que dice sí, desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes toda su vida, de pronto juzga inaceptable un nuevo mandato. ¿Cuál es el contenido de este «no»?” Albert Camus, El hombre rebelde.
«««   6.
Discurso al recibir en diciembre 1957 el premio Nobel. “A la vez, el papel del escritor no está exento de difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse hoy al servicio de los que hacen la Historia; está al servicio de los que la sufren.” Albert Camus.
«««   7.
Al final de la obra después de un melancólico estado de impasse ideológico casi descreído mórbidamente escéptico, Esteban y Sofía delimitan, determinan el nuevo Paradigma de la Lucha: de liberación (al modo de los esclavos) en defensa de los de abajo contra el Poder y los poderosos. Carpentier insinúa que la Revolución francesa no fue más que un cambio/traspaso de poderes y no tan luminoso; pues ha terminado siendo, en forma de fracaso, un hecho histórico meramente burgués y librecambista que los movimientos obreros del siglo xix tendrán que corregir por sus desmanes canibalísticos y explotadores de un capitalismo deshumanizado (casi esclavista en la forma, pues trata a los trabajadores como cosas, como mercancías, como no personas humanas.) [Véase nota 40 y 24]
«««   8.
Tal vez evoca al Cándido o el Optimismo de Voltaire en donde satiriza al racionalista Leibniz: estos personajes en su navegación vital experimentan que no todo sucede para bien y que este mundo no es el mejor de los mundos posibles y que tan sólo esos mundos posibles serían aquella idea que tenemos del mundo no contrastada (es decir, el racionalismo a ultranza que desprecia la experiencia, el empirismo), pero que contra la realidad y el materialismo histórico serán cristales rotos y demoledora decepción, incluso pesimismo que hasta han de moderar para no caer en nihilismos e inacción e indolencia…
        Estos personajes parecen sujetos del Materialismo Dialéctico contra el Idealismo que atacó Marx: la realidad es independiente de la mente, es decir, está fuera de nosotros; la realidad se basa en datos y en resultados dentro del espacio y el tiempo que vive nuestra conciencia en un mundo contradictorio en constante movimiento y cambio y lucha de contrarios… Y no en las ideas, como principio nativo de la realidad, que defendía por ejemplo el idealista Hegel, o sea, la realidad no existe sin la mente. El Materialismo desciende a ras de tierra resolviendo el origen y las causas de la Historia y los fenómenos sociales.
«««   9.
El padre muerto simboliza lo viejo decadente, el Antiguo Régimen y monárquico, la severidad de los usos y costumbres, la religión dogmática y los dogmatismos en general, el régimen capitalista de esclavitud…
        En este sentido hay un clarificador momento en que Sofía en un arrebato pisotea el retrato de su padre: “Y saltando sobre una butaca arrimada a la pared, descolgó un gran retrato del padre, para arrojarlo al suelo con tal saña que el marco se separó del bastidor. Y, ante la afectada indiferencia de los demás, se dio a taconear la tela, rabiosamente, haciendo volar escamas de pintura. Cuando el cuadro quedó bien destrozado, bien lacerado, bien injuriado, Sofía se dejó caer en un sillón, jadeante y ceñuda.”
«««   10.
El padre de Carlos y Sofía: “de Esteban se preocupaba muy poco; aquel sobrino endeble, huérfano desde la niñez, había crecido con Sofía y Carlos como un hijo más; de lo que hubiese para los otros, habría siempre para él.” SLuces.
        Esteban era un soñador y con el abierto apetito de las ciencias y de las artes como buen ilustrado que desea ser, y no solo: también los hermanos participaban de esos nuevos juegos. Aunque Esteban emprendió la senda de la Revolución francesa con más entusiasmo y fanatismo (al principio, antes de su desencantamiento posterior.)
«««   11.
“Era un hombre sin años [...], de rostro detenido en la inalterabilidad que comunican a todo semblante los surcos prematuros marcados en la frente y las mejillas por la movilidad de una fisonomía adiestrada en pasar bruscamente [...] de una extrema tensión a la pasividad irónica, de la risa irrefrenada a una expresión voluntariosa y dura, que reflejaba un dominante afán de imponer pareceres y convicciones. […] Si sus labios eran plebeyos y sensuales, los ojos, muy oscuros, le relumbraban con imperiosa y casi altanera intensidad. El personaje tenía empaque propio, pero, de primer intento, lo mismo podía suscitar la simpatía que la aversión.” SLuces.
«««   12.
“No hay más que una sola ley que por su naturaleza exija un consentimiento unánime: el pacto social, porque la asociación civil es el acto más voluntario del mundo; habiendo nacido libre todo hombre y dueño de sí mismo, nadie puede, con ningún pretexto, sujetarlo sin su asentimiento. Decidir que el hijo de una esclava nazca esclavo es decidir que no nace hombre.” Rousseau, El contrato social.
        Esteban, después de experimentar las luces y los lodos de la Época, piensa que: “nada resultaba tan anacrónico, tan increíblemente resquebrajado, usurado, menguado por los acontecimientos, como El Contrato Social. Abrió el ejemplar, cuyas páginas estaban llenas de admirativas interjecciones, de glosas, de notas, trazadas por su mano —su mano de antaño. «¿Te acuerdas? —dijo Sofía, reclinando la cabeza en su hombro—. Antes, yo no lo entendía. Ahora lo entiendo muy bien.” SLuces. Es decir, comprende que la Ilustración ha sido deslustrada y decapitada por el Poder mal usado, por los Acontecimientos… 
«««   13.
¡Su medicina ilegal es la que cura a los enfermos!” Dice Esteban. Al doctor Ogé le intentaron detener por ejercer de médico sin colegiarse (al Protomedicato), pero logró escapar. Por entonces funcionaron grupos secretos o masonerías para expandir la Ilustración contra los dogmas especialmente religiosos que desde siempre dominaron las ciencias y el pensamiento. “… Persiguiendo un ideal de igualdad y armonía, a la par que laboraban por el perfeccionamiento del Individuo, destinado a ascender, con el auxilio de la razón y de las Luces, hacia las esferas donde el ser humano veríase por siempre librado de temores y de dudas.” Sluces.
«««   14.
Dice Esteban: “Dios no pasa de ser una hipótesis.” Sluces.
        El ateísmo fue aceptado naturalmente como libertad de pensamiento, como natural para la Diosa Razón, en los primeros lances de la Revolución; sin embargo, luego los ateos fueron excomulgados por el terrorífico Robespierre y acusados de contrarrevolucionarios y enemigos del Estado. Por ejemplo, Esteban se entera por la prensa de París que llega a la Isla de Guadalupe: “de la condena del ateísmo como actitud inmoral, y por consiguiente, aristocrática y contrarrevolucionaria. Los ateos, de repente, eran considerados como enemigos de la República. Reconocía el Pueblo Francés la existencia del Ser Supremo y la Inmortalidad del Alma.” SLuces.
        La República (absurdamente) se convierte en una especie de estado teocrático y pervierte y conculca la libertad de pensamiento, de expresión, de conciencia. Así que algunos de los ateos terminarían en la guillotina, y el Absurdo cada vez más irá poseyendo a la Revolución Francesa a medida que avanza, “increíble, pero cierto...”
«««   15.
Víctor, Ogé y Esteban en un trío de oradores intercalados desatan la ristra del ideario optimista de la Ilustración: “Hemos rebasado las épocas religiosas y metafísicas; entramos ahora en la época de la ciencia.» «La estratificación del mundo en clases carece de sentido.» «Hay que privar al interés mercantil del horroroso poder de desatar las guerras.» «La humanidad está dividida en dos clases: los opresores y los oprimidos. La costumbre, la necesidad y la falta de ocios impiden a la mayoría de los oprimidos darse cuenta de su condición: la guerra civil estalla cuando la sienten.» Los términos de libertad, felicidad, igualdad, dignidad humana, regresaban continuamente en aquella atropellada exposición, justificando la inminencia de un Gran Incendio...”
        En todo caso como la Ilustración las ideas no son unívocas sino que toman diferentes caminos y vertientes como estos personajes que no en todo están de acuerdo. Esteban quisiera abolir el catolicismo, Ogé resucitar aquella Imitación de Cristo en otro sentido como espejo para todo hombre, Sofía especulaba con una sociedad que mejore la condición de la mujer en la sociedad.
«««   16.
“… tres semanas antes había estallado una revolución de negros en la región del norte. [Saint-Domingue, Santo Domingo, actual República Dominicana].” Sluces.
        “Haití proclamó su independencia el 1 de enero de 1804, siendo el segundo país del continente americano en hacerlo y primero de América Latina en acceder a ella tras un singular proceso revolucionario de carácter abolicionista, iniciado en 1791, que desembocó en una prolongada lucha armada contra Francia, la potencia colonizadora desde finales del siglo XVII. Este proceso convirtió a Haití, cuya base étnica poblacional, que tiene un 95 % de sus habitantes de origen subsahariano de África, siendo el primer caso en la Historia Universal por el cual la rebelión de la población, sometida al sistema de esclavitud, condujo a su emancipación y a la abolición de esta forma de explotación humana, sentando un precedente definitivo para la supresión del comercio transatlántico de personas.” Wikipedia.
«««   17.
En su siglo, al que califica como aurora de la razón, ve cómo vuelven a renacer ‘algunas cabezas de esa hidra del fanatismo’. Ya Voltaire en su El filósofo ignorante preveía en 1776 que el fanatismo iban a pervertir las ideas de la Ilustración en una explosión de sangre. Para Voltaire el escepticismo metodológico y la filosofía siempre será la medicina contra la intolerancia y el fanatismo, el que despoja a las ideas de la humanidad necesaria. “El fanatismo es a la superstición lo que el delirio es a la fiebre, lo que la rabia es a la cólera. El que tiene éxtasis, visiones, el que toma los sueños por realidades y sus imaginaciones por profecías, es un fanático novicio de grandes esperanzas; pronto podrá llegar a matar por amor de Dios. Es una enfermedad del espíritu que se adquiere como las viruelas...” Voltaire, Diccionario Filosófico.
«««   18.
Aparecen Martínez Ballesteros y el abate Marchena como señalados activistas españoles afrancesados.
«««   19.
Voltaire afirma que no perdería el tiempo en cavilaciones metafísicas o de tipo parecido que no llevan a ninguna parte. Prefiere la ciencia y lo útil para la especie: “Una muchedumbre de sofistas de todos los países y de todas las sectas me abruma con argumentos ininteligibles sobre la naturaleza de las cosas, [...] pero el sentido común les abandona en sus especulaciones. Lo que no se halle al alcance del común de los hombres ni sea comprendido por quienes ejerciten su facultad de pensar, no es necesario al género humano.” Voltaire, El filósofo ignorante.
«««   20.
Robespierre. Es curioso porque en sus inicios como juez era contrario a la pena de muerte; cayó en 1794 acusado de tiranía. Es propio de dictaduras el culto a la personalidad, en este caso, rendido por Víctor Hugues y los jacobinos; y, aunque se equivocara, dice Víctor: “un hombre como Él no puede equivocarse. Si creyó necesario hacerlo, bien hecho está.” Incluso Esteban sentía desconcierto al ver la servidumbre de Víctor, antaño una mente independiente, pero ahora: “tan absolutamente politizada que rehusaba el examen critico de los hechos, negándose a ver las más flagrantes contradicciones; fiel hasta el fanatismo —que eso sí podía calificarse de fanatismo— a los dictámenes del hombre que lo hubiese investido de poderes.” SLuces.
«««   21.
“La Revolución había forjado hombres sublimes, ciertamente; pero había dado alas, también, a una multitud de fracasados y de resentidos, explotadores del Terror que, para dar muestras de alto civismo, hacían encuadernar textos de la Constitución en piel humana.” Sluces.
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En este capitulo [II, xxi] Carpentier lo dedica a la parafernalia de la Máquina, a la fiesta morbosa y al horror que suscita a su alrededor… También es destacable que en el exordio, al principio de la obra, en este caso y bajo otro tono, trata a la Máquina como un objeto terriblemente poético en su avance a las Antillas.
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Esteban, trabajando en la Imprenta y traduciendo la Constitución de 1793 al español, tendía más a la molicie de la contemplación de la naturaleza y sus alegrías que a la aplicación política del momento: “Cuando Esteban volvía de tales andanzas regresando a Pointe-à-Pitre, se sentía ajeno a la época; forastero en un mundo sanguinario y remoto, donde todo resultaba absurdo...” SLuces.
        Incluso, durante la navegación por la Antillas, Esteban experimenta una especie de panteísmo y místicas o poéticas sensaciones, experimenta Lo-Real-Maravilloso por la conmoción estética que le produce el espectáculo de la vida marina del Caribe: Carpentier se aplica en desarrollarlo con detalle a sutilísimas pinceladas… ¿Impresionismo cultural?
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La Revolución Francesa fue esa verdadera montaña rusa en esencialmente poco más de una década; en la sustancia no era más que una revolución eminentemente burguesa y librecambista para hacerse con el poder y la economía. La Revolución misma contra la realeza, Robespierre y El Terror, Thermidor y El Directorio, El Consulado y Napoleón Bonaparte y el Primer Imperio; golpe de estado tras golpe de estado, tres constituciones distintas en brevísimo tiempo, depuraciones sangrientas, guerras varias, etcétera… Sin duda, las gentes de esta Revolución no estaban preparadas para El Contrato Social de Rousseau o el Tratado de la Tolerancia de Voltaire. Está claro que hay cierto fracaso en la pantomima revolucionaria y mucho daño, sobre todo y especialmente, para las clases sociales menos favorecidas (es decir, la inmensa mayoría) que tendrán que reparar los desaguisados en el futuro los movimientos obreros del siglo xix.
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Carpentier enfatiza como la política le ha estropeado también físicamente a Víctor Hugues: “tenía el cutis de un mal color amarillento. Ya le abultaba demasiado el vientre bajo la camisa mal abotonada.”
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En este cuarto capítulo se produce el despertar de Esteban, igual que en el capítulo sexto será el despertar de Sofía…
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Fue suya la idea de fechar los acontecimientos y actos públicos a partir del primer año de la I República francesa (22 de septiembre de 1792) en detrimento del calendario gregoriano. Fue amnistiado por Napoleón…
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Cimarrón, animal doméstico que liberado se hace salvaje o esclavo fugitivo que recupera su libertad refugiado en los montes…
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Bauvismo. Ideario del revolucionario francés François Babeuf aguillotinado en 1797: una especie de precursor del comunismo, del socialismo utópico; defensor de la igualdad a ultranza no sólo por la ley, sino en los aspectos socioeconómicos a través de la distribución de la riqueza y la propiedad común.
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En estos términos parece la conocida frase de Voltaire de un poema suyo: “El paraíso terrenal está donde yo estoy.”
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Hay que recordar que la primera relación amorosa entre ambos fue prácticamente una violación cuando Sofía era más joven y estaba ebria después del ciclón que asoló la casa y la ciudad. Ese hecho ella lo mantuvo en secreto y oculto a los demás hasta este momento.
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Aunque la esclavitud en las colonias francesas fue abolida en 1794 durante la etapa de la Convención, Napoleón la restableció en 1802. Habría que esperar hasta las revoluciones de 1848 (las primeras del movimiento obrero organizado) para que fuera definitivamente abolida durante la Segunda República francesa. El Reino Unido lo hizo en 1834. España, Estados Unidos y Portugal tardarían aún algunos o muchos años más adelante, ya que capitalismo y esclavitud riman
        La contradicción de la Ilustración para con la esclavitud es soterrada: persiste una especie de racismo atávico en la sociedades europeas del siglo xviii. Un racismo de interés especialmente para el capitalismo.
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“Y explicó que los soldados triunfantes de las pestes de Jaffa traían consigo un mal misterioso, con el cual habían contaminado ya a media Francia, donde la epidemia hacía estragos. Era como una fiebre maligna, con dolores articulares, que se trepaba al cuerpo, estallando por los ojos. Se inflamaban las pupilas; llenábanse los párpados de humores...” SLuces.
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Probablemente el motín del 2 de Mayo de 1808 que iniciara y extendiera la guerra contra el primer imperio francés en toda España. Aunque hubo muchos motines espontáneos eminentemente de las clases populares…
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“Más allá de aquel torrente, de aquella montaña vestida de cascadas, empezaría el África nuevamente; se regresaría a los idiomas olvidados, a los ritos de circuncisión, a la adoración de los Dioses Primeros, anteriores a los Dioses recientes del Cristianismo. Cerrábase la maleza sobre hombres que remontaban el curso de la Historia, para alcanzar los tiempos en que la Creación fuese regida por la Venus Fecunda, de grandes ubres y ancho vientre, adorada en cavernas profundas donde la Mano balbuceara, en trazos, su primera figuración de los quehaceres de la caza y de las fiestas dadas a los astros...” SLuces.
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El lenguaje quiere captar el máximo de la realidad en una densa red para transmitir ritmo e imagen, idea y sentimiento. Un lenguaje plenipotenciario a la cervantina manera con su tantos incisos explicativos, y a la de Marcel Proust con sus innumerables notas para los sentidos. Un lenguaje deslumbrante y radicular para percibir y abarcar el máximo de luz que necesita el narrador omnisciente para modelar su fotografía física y espiritual de los personajes y los paisajes y los hechos hilando fluidos y largos párrafos: como arroyo, como río, como mar a veces aciclonado o en calma. Domina en la narración la hipotaxis o de subordinación
        El tiempo narrado en general transita hacia delante linealmente, pero con importantes elipsis y con el relato de las ausencias hacia atrás como en el capítulo vii que es claramente el epílogo de la novela.
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“No se dibujaban criaturas en aquel mar entero, cerrado sobre sus fondos de montañas y abismos como el Primer Mar de la Creación, anterior al múrica y al argonauta. Sólo el Caribe, pululante de existencias, sin embargo, cobraba a veces un tal aspecto de océano deshabitado.” SLuces.
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“¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?” Alejo Carpentier, El Reino de este mundo, Prólogo.
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Idea que defendía también Juan Larrea, el poco conocido poeta español de la Generación del 27 e ínclito americanista precolombino…
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Es sabido que durante estas décadas y las siguientes las Dictaduras títeres brotaban como las florecillas del mal por toda América Latina propiciadas por el Imperialismo norteamericano para dar cobertura a sus negocios multinacionales del subsuelo y del cultivo en perjuicio de los países y de los trabajadores prácticamente esclavizados… En fin, un nuevo colonialismo feroz que hizo de la política un permanente estado de corrupción y de cruentas y crueles injusticias y desigualdades.
        Sabemos que Carpentier porfiaba: contra los imperialismos (el norteamericano y el de la multinacional United Company Fruit de entonces: La Gran Corruptora, insigne productora de repúblicas bananeras); contra dictaduras títeres y sangrientas y corruptas (de Gerardo Machado [durante la que Carpentier fue encarcelado] y de Fulgencio Batista [luego de expulsado de Cuba a los exilios de las dictaduras dominicana, portuguesa y de la española fascista]); contra la explotación de los trabajadores, de la explotación del hombre por el hombre en general como la esclavitud o las relaciones laborales abusivas, homo homini lupus (Plauto). Hay que destacar y es claro el compromiso de Carpentier (tal como García Márquez) con la Revolución cubana de 1959 hasta el final de sus días siendo diplomático en París y, habida cuenta que la novela es de 1962, esto habla por sí mismo de sus intenciones en gran parte tomando partido por una América Latina liberada en todos los sentidos… y no cesando de creer en la lucha de clases: evidentemente, el adobo adherido de El siglo de las Luces.

2 comentarios:

  1. La perversión de las ideas, un problema que se repite una y otra vez a lo largo de la Historia, unas veces por ignorancia, las más por mala fe, por ánimo de lucro o por afán de poder y honores. Son necesarias a la vez una educación política y una educación sentimental, así como un buen conocimiento de la Historia para que no se vuelvan a repetir los problemas seculares como una malísima digestión...

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    1. Como he referido esta revolución no estaba preparada para el Tratado de la tolerancia de Voltaire y El contrato social de Rousseau [demasiadas ideas teñidas de odio y de sangre y de codicia de poder]: La Revolución Francesa fue esa verdadera montaña rusa en esencialmente algo más de una década. La Revolución misma contra la realeza, Robespierre y El Terror, Thermidor y El Directorio, El Consulado y Napoleón Bonaparte y el Primer Imperio; golpe de estado tras golpe de estado, tres constituciones distintas en brevísimo tiempo, depuraciones sangrientas, guerras y vacilaciones varias, etcétera… Está claro que hay cierto fracaso en la pantomima revolucionaria y mucho daño, sobre todo y especialmente, para las clases sociales menos favorecidas (es decir, la inmensa mayoría) y que los movimientos obreros del siglo xix tendrán que reparar en el futuro: aquellos desaguisados de una revolución burguesa y librecambista.

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