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lunes, 3 de junio de 2019

Acerca de After Dark de Haruki Murakami

Por Daniel Espín López

“La hora del lobo es el momento entre la noche y la aurora cuando la mayoría de la gente muere, cuando el sueño es más profundo, cuando las pesadillas son más reales, cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos...”
Ingmar Bergman, La hora del lobo. [Del guión del mismo filme].

“Quizá lo que creemos haber visto no sea más que una ilusión.” Haruki Murakami, After Dark.

I. Vivir el presente en algún lugar del sueño y la noche


    El narrador como director de cine dirige al ojo del lector como una cámara en puro presente (como si fuera un insulso docudrama) desde “los ojos de una ave nocturna que vuela muy alto1 hasta que alcanzamos la estela de los personajes a ras de suelo, pero también, le propone que sea cómplice, el narrador aúna entonces la mirada del lector con el del narrador en una sola y única mirada para convertirlo en “nuestros ojos”: los que contemplan primero la ciudad y luego esos personajes que atraviesan una larga madrugada (entre las 11:55 p.m. y las 6:55 a.m), la noche, la oscuridad de una poblada urbe japonesa en medio de los neones y las potentes luces blancas, que paradójicamente no son más que sombras que ciegan, hasta que alborea el día. Murakami pretende que casi oigamos los tic tacs del reloj, y casi nos lo exige: cada capítulo es la hora exacta, como el bajo taciturno y la batería metálica que marca el compás en este jazzístico simulacro: como el Five shot after dark del quinteto de Curtis Fuller que da título a la novela de Murakami. Contemplamos, por ejemplo, el profundo sueño de Eri Asai, envuelta “de cera tibia”, casi un sueño cercano a la muerte: el reloj como un animal nocturnoactualiza, mudo y constante, el tiempo. En estos instantes es lo único que muestra algo parecido al movimiento en el interior de la estancia.” Es decir, el tiempo y la vida andan de la mano; cuando acaba el tiempo en la parálisis, sucumbe la vida. Por ejemplo, el barman que pinchó Sophisticated Lady de Duke Ellington en un pequeño bar como filósofo inesperado especula: “Es que, a medianoche, el tiempo transcurre de una manera especial. Y es inútil oponerse a ello.” De alguna manera el tiempo invisible marca los pasos de la vida y pesa y ocupa el espacio más de lo que creíamos. La vida es caducidad, el reinado del tiempo es eterno o eso parece.

El presente2 demoledor, omnipresente también nos hace partícipes minuto a segundo de la vida de esos personajes (junto a ellos, mientras leemos, simultáneamente) durante esa madrugada. El verbo presente y la simbiosis de narrador y lector con ese nosotros acrecienta la experiencia aun más íntima de la lectura. “Somos unos intrusos, anónimos e invisibles. Miramos. Aguzamos el oído. Olemos. Pero, físicamente, no estamos presentes en el lugar, no dejamos rastro. Respetamos las reglas de los genuinos viajeros a través del tiempo. Observamos, pero no intervenimos.” Narrador, lector y personajes casi tocándose, uno a este lado del espejo, otros al otro lado buscándose en otros espejos, unos y otros abrimos líricas puertas hacia el otro lado del sueño, de la ficción. Tan sólo separados por una membrana taboo. Estos personajes que quieren ser luz propia (al menos, una partícula de arena en un desierto, una estrella diminuta en el universo, pero con luz propia aun infinitesimal). Personajes en busca de respuestas (o ni tan siquiera, sólo viven al día sencillamente) bajo las falsificadas luces de un mundo monstruoso, ultra moderno3, insípido y alienante, poderosamente insustancial, impersonal, tecnológico y problemático: la reacción en el desconcierto es el retraimiento y la inmensa soledad4 en el bullicio ruidoso, en el enjambre. Insomnes, sonámbulos, durmientes en fase rem.5 Melancolía, soledad y soledad hasta deseada como defensa, y diálogos que solamente son ritmo y bagatela o causas que defender.6 Los personajes intentan sobrevivir a la superficialidad general, a la desilusión diaria mientras viven sus vidas en la sociedad de consumo con el peso agotador que eso supone además en una ultra economía de mercado deshumanizada.7

La mirada cinematográfica de lector y narrador y el verbo presente de un reloj perfectamente actual que compartimos8 con los personajes termina en intimidad con esas sombras insomnes, durmientes que buscan límites para ser algo en ese mundo farsa que habitan: “la ciudad parece un gigantesco ser vivo” que aterra, como un godzilla dormido debajo del cemento, el metal y el asfalto y las luces cegadoras, “un zumbido sin vicisitudes, monótono, aunque lleno de presentimientos.”

La omnisciencia limitada del narrador (como investigador) es hasta raramente inconsciente, desde su posición (no tan poderosa como parece9) también alienta la sensación del misterio: “Nadie nos lo ha dicho, pero nosotros, ignoro cómo, lo sabemos […] nuestras miradas confluyen en ella, la observamos. O quizá sería más acertado decir que la espiamos.” El narrador/director de cine y el lector en la misma nave del nosotros confiesan la propia ignorancia casi cercana a la fe. Ambos por el uso machacón del presente van descubriendo la realidad neblinosa al mismo tiempo que los personajes. El narrador maneja la mirada como una cámara steadicam inquisidora, leve que controla el movimiento, el enfoque: “Ahora nuestros ojos se convierten en una cámara aérea que flota por el aire y que puede desplazarse libremente por la estancia. En estos instantes, la cámara se sitúa justo sobre la cama, enfoca el rostro dormido de Eri.”

El narrador como músico de jazz10 confecciona el texto al ritmo entrecortado de frases más o menos cortas en general (paratácticas o de coordinación): es dinámico y actual en el diálogo, en la acción como síncopas jazzísticas acortando, alargando, silenciando, apresurando las frases, ora más animadas, ora más lentas como cuando Takahashi relata la parábola de la isla y los tres hermanos, imitadores de Sísifo. Alternando el tono intimista hacia dentro con notas bajas, y el expresivo hacia fuera con altas notas.

El texto lo embellece, enfatiza lo bello ese poético tono que sí (esto sí) es propio del japonés, de la mentalidad oriental como aquellas estampas o dibujos o casi bosquejos apenas sin límites, borrosos y budistas de una naturaleza místicamente percibida. Murakami lo expresa en esos dibujos, esos retratos realmente intimistas: “Pero, al aguzar la mirada, podemos distinguir, de vez en cuando, un ligero, muy ligero, movimiento en la garganta. Eri respira. […] Tiene los párpados cerrados como la dura yema de una planta en invierno. […] Su manera de dormir es demasiado pura, demasiado perfecta. Ni un solo músculo de su rostro, ni una sola pestaña, se mueven. Su esbelto cuello blanco preserva el profundo silencio de un objeto de artesanía, y su pequeña barbilla, convertida en un relieve orográfico de hermosas formas, traza un ángulo noble y perfecto.”

En fin, After dark es una mera historia de amor fraterno de dos mujeres jóvenes, hermanas que el mundo les ha separado en el tiempo. Un mundo anodino y monstruoso y alienante. Un mundo que corroe el amor. Un mundo que les aterra. Un mundo que produce soledades en masa. Eri, la Bella Durmiente y sonámbula que espera el amor curativo, y Mari, la insomne, que sobrevive en el desconcierto: dos defensas distintas contra ese mundo devorador. Lo real es que tal vez Eri haya entrado en un estado depresivo y haya decidido encerrarse en su habitación11, figuradamente muerta y aun respirando, prefiriendo el sueño a la vida en un encierro voluntario. Mari, despierta e insomne, intenta comprender, racionalizar en lo posible este mundo, presentarle batalla de alguna quijotesca manera contra los estragos e injusticias y crueldades que engendra, pese a sentirse insignificante frente a ese gigante tentacular. Un mundo peligroso y hostil. Un mundo que produce pesadillas. La pesadilla de la prostituta china inmigrante, esclavizada y golpeada; la pesadilla de Korogi, la empleada del Alphaville, huyendo de quienes le marcaron el cuerpo con un hierro candente. La pesadilla de la Bella Durmiente embarcada en un sueño displácido lejos del mundo del que quiere escapar. A Eri Asai solamente el amor de su hermana Mari podría conjurar ese estado de soledad y parálisis y padecimiento, atrapada en la maraña de esas tinieblas voraces12

II. Los personajes.


    Mari. Es una joven universitaria que viste informal apenas sin maquillaje, sin joyas: es una joven no superficial, ni busca aparentar. Eso sí, fuma demasiado. “Está absorta en la lectura” de algún libro serio. El lector enseguida reconoce a otro lector como mirarse en un espejo: ¿somos nosotros tal vez leyendo el mismo libro? “Ella está sola.” La universitaria lectora gasta una gorra de béisbol de los Boston Red Sox y con ella puesta parece un chico: le da un aspecto de rebelde e inconformista. Parece que el Japón tradicional ha desaparecido en ese restaurante anodino donde esa muchacha lee y “espera a que el tiempo transcurra deprisa” sin más: como persiguiendo al mismísimo tiempo para acelerarlo mientras lee, toma café y fuma en el restaurante Denny’s,13 porque ha perdido el último tren a Hiyoshi. Aunque la verdad era que “sólo quería estar sola en un sitio que no fuera mi casa. Hasta el amanecer.” Según su hermana Eri Asai, Mari no solía “hablar con la gente por iniciativa propia. Que era un poco rara y que, pese a ser japonesa, hablaba más en chino que en japonés.” Ella habla chino: lo estudia en la Universidad de Lenguas Extranjeras, y cuando termine le gustaría trabajar por su cuenta de traductora, intérprete, pero no bajo las normas estrictas de una empresa. Le aconsejaban sus padres: “Ya que no eres guapa, al menos tienes que ser buena estudiante.” Mari es el perfil de una soledad típica en el Japón de las muchedumbres, tal vez acusa una leve inadaptación al medio, ni tan siquiera posee móvil. Es de las que miran hacia dentro, introvertida, desconfiada, pero amable y altruísta, una buena chica (y virginal según confiesa a Korogi). Mari y Eri son hermanas, pero diametralmente diferentes, "somos  dos personas distintas.” Eri es guapísma y dos años mayor que Mari, que dice de sí misma: “Soy bajita, con poco pecho, el pelo lleno de remolinos, la boca demasiado grande y, encima, tengo miopía y astigmatismo.” Eri duerme, Mari está despierta. De niña en primaria la joven rebelde padeció de bullying, “odiaba tanto ir a clase que, por las mañanas, vomitaba todo el desayuno o me entraban unos dolores de estómago horrorosos.” Murakami expresa de nuevo la indignación por otro problema social, el de los acosos escolares que en Japón es un problema masivo. De hecho, no quiso asistir a clase hasta que encontraron una escuela china que le agradaba tan diferente a las japonesas, y le fue bien en todos los sentidos. El tío de Mari, profesor de universidad, le inculcó el gusto por el cine de Godard (Alphaville) y por el jazz escuchado en los viejos vinilos, “yo era muy pequeña y no entendía nada de música, pero me gustaba mucho el olor de aquellas viejas fundas y el crepitar que se oía al bajar la aguja.” Todo nos informa que Mari es radicalmente inconformista, pero inocua. Es escéptica, y no cree en el más allá (tal vez, atea): la nada es nuestro destino, “yo encuentro más natural pensar que, cuando te mueres, no hay nada.” Mari ha creado un mundo propio para sentirse segura y a salvo, pero endeble e insignificante, según cuenta, que un vendaval podría llevárselo “en un abrir y cerrar de ojos.” A Mari le gusta acariciar los gatos14 del parque tal vez como un sustituto del amor y la ternura que no abunda en su vida, la necesidad de tocar a otro ser vivo. Aunque a Takahashi no se lo parece, otros dicen de Mari que tiene “un carácter un poco sombrío.”

    Tetsuya Takahashi. Es hijo único. Es un joven delgado, alto, desgarbado, como desnutrido y de pelo largo especialmente enmarañado. Un joven normal y corriente que toca el trombón y le gusta el jazz15, y que parece descuida su aspecto (es decir, tampoco es frívolo ni vanidoso). Takahashi, su nombre, según cuenta él mismo, es harto vulgar. Le atraviesa una profunda cicatriz en la mejilla derecha por un accidente de bicicleta cuando niño. Cuando tenía siete años su padre estuvo en la cárcel por estafa y su madre murió de cáncer de mama: desde entonces no le abandona esa sensación de orfandad y abandono aunque regresara el padre. “Pues que, una vez te conviertes en huérfano, ya eres huérfano hasta la muerte.” Al narrador se le antoja describirle como un perro sin pedigrí, bonachón que vaga perdido por las calles.16 Mari y este músico se conocen de algún encuentro en el pasado (hace dos veranos). Takahashi conoce también a la hermana de Mari, Eri Asai. El joven recuerda pequeños detalles de aquella cita fugaz de hace tiempo, porque la memoria guarda aquellos momentos tal vez por haberse quedado prendado de Mari o de Eri entonces. Un joven que busca el amor. Takahashi piensa que no posee el talento suficiente para dedicarse profesionalmente a la música, “No tengo tanto talento para eso. Tocar es muy divertido, pero me moriría de hambre. Porque, ¿sabes?, hay una gran diferencia entre hacerlo bien y hacer algo creativo de verdad. Yo no toco nada mal. La gente me felicita y yo estoy encantado de que me feliciten. Pero sólo eso. Así que este mes dejo la banda y me retiro del mundo de la música.” Querría en cambio estudiar derecho y sacar las oposiciones a la administración de justicia. Takahashi podría ser el paradigma de los jóvenes ante la incertidumbre en el futuro dada la circunstancia socioeconómica.17 A Takahashi le gusta conversar, relacionarse con amigos y amigas: busca algo de amor en la desorientación, momentos que pueda experimentar, recordar como un foco de luz contra las tinieblas después de la oscuridad.

     Eri Asai. Es la hermana mayor de Mari. Takahashi conoce a Eri porque coincidieron cursando el bachillerato en la misma clase durante un año, pero apenas hablaron. Eri Asai, según su hermana Mari: “… es incapaz de distinguir un trombón de un horno-tostador. Claro que un Prada y un Gucci sí los distingue de una ojeada.” Es una mujer joven y hermosa, de labios pequeños y bien dibujados, de pelo largo, liso y negro. En su habitación algo vacía y meramente funcional sólo hay fotografías suyas en solitario “en las que posa como modelo.” Hay revistas de moda, manuales de las asignaturas que cursa en la universidad y un tocador con espejo. Ella trabaja de modelo para revistas de adolescentes. Eri es alérgica al pelo de perros y gatos, por eso Mari, la hermana pequeña, no pudo tener mascota aunque hubiera querido. Dice Mari: “En casa, mi hermana era la delicada Blancanieves y yo la ruda pastora.” Eri, según su hermana, era adicta a los “medicamentos, horóscopos y dietas” y cada vez más, especialmente, a los medicamentos de modo alarmante. Eso indica ya un problema íntimo que arrastraba de tiempo atrás, pero no sabemos cuál. A Eri le dolía en silencio que su hermana se distanciara de ella en algún momento. Pero resulta que cuando Mari necesitó a su hermana mayor Eri por aquel entonces estaba demasiado ocupada con lo de ser modelo. Esa distancia de ambas se convirtió en abismo con el tiempo. Dice Mari que es como si hubieran vivido en dos mundos diferentes bajo el mismo techo. Querrían amarse para no estar solas, pero el mundo lo impide. A Mari ese no poder le ha dejado un poso de tristeza.

    Kauro. Esta mujer practicaba lucha libre femenina en su juventud. Kauro ganó dinero en su día, pero unos y otros la desplumaron por su generosidad natural, “no me quedó nada de nada.” También la dureza del deporte terminó por fastidiarle la espalda. No ha llevado una vida fácil. Es una mujer corpulenta y, al lado de Mari que es menuda, “tan voluminosa como un granero.” Kauro regenta un Love Hotel,18 es la encargada del llamado Alphaville19. Esta mujer le pide a Mari que intervenga como intérprete de chino para que una mujer china con problemas le aclare qué le ha pasado.

    Guo Donli. “En un rincón se ve a una mujer desnuda en cuclillas, encogida, como si quisiera abultar lo menos posible. Se cubre con una toalla de baño y llora en silencio con el rostro entre las manos. El suelo está lleno de toallas manchadas de sangre. También se ven manchas de sangre en las sábanas. La lámpara de pie está volcada.” Ella es prostituta20 (seguramente ilegal, lleva dos meses en Japón) de cuerpo hermoso y menudo, de la misma edad que Mari, diecinueve años: el cliente la ha maltratado con ganas, “ha perdido la cabeza y se ha puesto como loco.” Mientras Komugi y Korogi, las empleadas del hotel, limpian y ordenan el cuarto de los estragos, Mari también intenta entender las palabras que poco a poco la mujer china comienza a desgranar con voz débil. Además el cliente le ha robado el bolso, el dinero, el móvil y la ropa. Kauro y Mari ayudan a la joven golpeada. La mujer china llama por teléfono para que vengan a recogerla. Kauro comenta a Mari que ya ha visto muchas de éstas, “con la vida que lleva […] se ajará en cuatro días.” Murakami eleva una protesta contra este tipo de situaciones de explotación y esclavitud contemporánea.

    Korogi, la empleada del Alphaville. Mujer menuda de pelo negro “recogido en un moño”, que habla en dialecto de Kansai. Pero no es su verdadero nombre, acostumbran quienes trabajan en estos hoteles no proporcionar datos personales, ni tan siquiera los solicitan los que contratan sus servicios. Korogi y Komugi, la pelirroja también empleada del lugar, se encargan de la limpieza y otras labores menores. “Por eso, en los love-ho, trabaja un montón de gente poco legal.” Korogi cuenta que huye desde hace tres años de “personas de cierto mundo”, y por eso trabajar en el Alphaville es una manera de esconderse. Antaño cuando jovenzuela trabajaba como secretaria en una gran empresa de Osaka. En la huida tuvo que abandonar el trabajo y hasta a sus padres. Le cuenta a Mari su filosofía vital: “Escucha, Mari, ¿sabes una cosa? El suelo que pisamos parece muy firme, pero, a la que pasa algo, se te derrumba de golpe. Y a la que te hundes, sanseacabó. Ya no hay vuelta atrás. Luego lo único que te queda es ir viviendo sola en el mundo de abajo, entre tinieblas.” Nada hay permanente, ni sólido y el azar puede jugar malas pasadas: podría en un instante desmoronar como un castillo de naipes cualquier vida que creíamos inamovible y equilibrada. Korogi se culpa de aquellos acontecimientos que le cambiaron la vida tal vez por su debilidad personal. Le enseña a Mari la marca que le hizo aquella gente con un hierro candente en la espalda, “los vestigios de un dolor atroz”: tres líneas oblicuas como las patas de un pájaro, como una marca de propiedad. Tanto Korogi como Guo Donli, la prostituta china, pierden su individualidad, su libertad en un mundo terriblemente problemático donde el bien y el mal es la misma moneda con dos caras: el azar dirigirá el próximo lance.

III. Los hechos oníricos o ilusorios o ni eso


    El territorio del sueño21 es como cruzar el río de la Estigia (hija de las tinieblas y de la noche), pero sin llegar a puerto (que es la muerte) y luego siempre regresar a la vigilia conocida casi salvadora: un paseo onírico de consecuencias imprevisibles. Dice Murakami: donde “la existencia se sitúa en el estrecho umbral que separa lo orgánico de lo inorgánico.” Eri Asai experimenta el sueño de profundis22 al extremo. “Por muy profundamente que duerma, nadie puede adentrarse tanto en los territorios del sueño. Jamás se abandona la conciencia por completo, hasta tal punto.” Ese casi absoluto abandono al sueño es en verdad inquietante.

El pequeño televisor que adorna su habitación. Esa pantalla “está oscura, muerta, como el lado oculto de la luna.” Si que parece una ventana, una puerta hacia el otro lado. A las cero horas en punto esa pantalla recobra la vida con “un ligero crepitar de parásitos eléctricos”, como si respirara. Nadie pudo encenderlo, no hay nadie ni nada que pudiera hacerlo, incluso desenchufado adquiere vigor. Lo inerte cobra vida. El misterio comienza. Eri Asai duerme honda, hondamente. Tal vez parece que el monitor manifiesta el sueño, la pesadilla de Eri. No lo sé…

Aparece en la pantalla la imagen de un hombre sentado en una silla en mitad de una enorme habitación gélida y abandonada y prácticamente vacía. “No cabe duda de que algo está a punto de ocurrir en la habitación. Posiblemente, algo de importancia capital.” El hombre está extenuado por no sé qué suceso, y “cubierto de polvo de pies a cabeza.” Curiosamente la escena del otro lado transcurre en una “hora incierta”, al contrario que a este lado de la pantalla que domina la tiranía del reloj. Una máscara translúcida le cubre el rostro, “la máscara aúna, en dosis equivalentes, magia y funcionalidad”. El hombre sin rostro a la vez que nosotros podemos verle, él mismo también puede vernos a este lado y de hecho fija la mirada concretamente en la durmiente Eri Asai. En efecto, la pantalla es una ventana o puerta bidireccional.23

En el Skylark24 simultáneamente Mari se mira y remira en el espejo del baño mientras se lava las manos. Cuando abandona el baño y cierra la puerta todavía permanece su efigie en el espejo, pero al otro lado inmersa: se produce el desdoblamiento.25 Ciertamente hay otra dimensión al otro lado de puertas, monitores y espejos. Otro mundo paralelo que además puede comunicarse con el nuestro no sabemos cómo ni por qué. “Todo va sumiéndose en la oscuridad. En las tinieblas, cada vez más densas, suena I Can’t Go For That.”

En el Alphaville Kauro por fin descubre por la grabación de las cámaras qué individuo (mas no quién) maltrató a aquella prostituta china: “Viste una gabardina gris claro. Tendrá unos treinta y cinco años, quizá cuarenta. Lleva corbata, zapatos de piel y tiene aspecto de oficinista. Gafas pequeñas con montura metálica. […] Parece un tipo muy normal […] Los que parecen normales son luego los que más miedo me dan... A ésos el estrés les sale por las orejas.” Kauro está determinada en vengar ese atropello cruel, “no tolero que un hijo de puta se ensañe con una pobre chica inocente.” En efecto, les entrega la foto de ese individuo a la mafia china para que actúen como bien les parezca.

El culpable ahora está trabajando frente a un ordenador, “el tipo de la gabardina gris”, parece ser un informático de rostro inexpresivo. La sala amplia, la oscuridad salvo el fragmento de escritorio iluminado: “La escena podría figurar en un cuadro de Edward Hopper titulado Soledad.” Aunque la soledad del apaleador informático es buscada, “prefiere que no haya gente a su alrededor”, tal vez el otaku26 que le posee. Parece que no descuida su atuendo que es de marca, reloj, gafas, traje, corbata; calza una alianza en el dedo anular, puesto que está casado: es un hombre de unos 35 ó 40 años extraordinariamente ordenado y de nombre Shirakawa.

En la habitación de Eri Asai “ahora el silencio es más profundo.” Pero Eri Asai ya no está en la cama, como si nadie hubiera dormido en ésta, como si hubiera desaparecido la durmiente. El televisor sigue encendido, y en la pantalla aun sigue aquel individuo de la máscara en la misma posición que antes, y contemplando una cama delante de él donde duerme Eri Asai, pero esta vez al otro lado de la pantalla del televisor, como si ese aparato demoníaco hubiera secuestrado a la hermana mayor de Mari y la cama que es la misma. “En la cama del otro mundo, Eri se halla sumida en un profundo sueño, como cuando se encontraba en esta habitación. Igual de bella, tan profundamente dormida como antes.” Como en un espejo donde el vampiro no se refleja, aunque “las dos habitaciones están viviendo el mismo momento.”

En el Skylark: Mari y Takahashi se encuentran de nuevo y hablan de cómo el bien y el mal27 andan entremezclados como un solo organismo vivo, y eso a Takahashi le producía terror e inquietud cuando escuchaba aquellos testimonios en los tribunales (y hasta donde pueden llegar esos criminales). Takahashi ve el Sistema como “un pulpo gigantesco que habita en las profundidades marinas. Tiene una vitalidad extraordinaria, avanza por el fondo negro del océano haciendo serpentear un montón de largos tentáculos. […] Es demasiado fuerte, vive en una sima demasiado profunda. Ni siquiera sabemos dónde tiene el corazón. […] Aquel ser no piensa que yo soy yo y que tú eres tú. Ante él, todos perdemos nuestro nombre, todos dejamos de tener un rostro. Todos nos convertimos en un signo. En un simple número.” Takahashi experimenta como presentimiento el lado tenebroso del mundo, de la existencia;28 ya no es el mundo maravilloso y alegre como solía, tal vez significa que la adolescencia termina con la pérdida de la inocencia. “Todo se volvió un punto más oscuro, un punto más frío. Yo empecé a temblar, no pude evitarlo. Se me cayeron algunas lágrimas.” Como una revelación que no quisiéramos haber tenido. A veces conocer no es grato, ni tampoco crecer en este mundo

Desde la habitación real de Eri: tras la pantalla el hombre de la máscara y la silla han desaparecido, ahora la cama de Eri reina en el silencio, en el centro de la sala, al otro lado de la pantalla del televisor y sobre ella yace Eri como “flotando en un mar en calma.” Eri duerme: “flota en un mar de pensamientos puros, sin olas ni corrientes que alteren la superficie.” En este juego de traslaciones y desapariciones enigmáticas parece que se han quebrado todas las leyes de la física. Algo turbio bajo la superficie del agua (que imaginamos) acecha como la tormenta después de la calma. Por fin, notamos en el rostro de Eri un temblor, está viva. Nuestra mirada no cesa de mirar el televisor donde suceden esos prodigios. Nosotros con nuestros poderes de narrador y lector, que desean acercarse aun más para observar con más detenimiento los hechos, traspasamos la pantalla y nos situamos al lado de Eri en virtud de una suerte de bilocación,29basta con separarnos de nuestro cuerpo, dejar atrás la sustancia, convertirnos en un punto de vista conceptual desprovisto de masa. De esta forma podremos atravesar cualquier pared. Podremos salvar cualquier abismo. Así que nos convertimos, en efecto, en un punto sin impurezas y cruzamos la pantalla que separa los dos mundos. Nos trasladamos desde este lado al otro.” Como si hubieran entrado en el horizonte de sucesos de un agujero negro donde ocurren maravillas. “En el momento en que atravesamos la pared y salvamos el abismo, el mundo se deforma muchísimo, se quiebra, se desmorona, desaparece durante unos instantes.” Las primeras impresiones que notamos es que: huele a moho y el silencio es profundo y hasta doloroso en la habitación de Eri, la no real en cierto modo. “Eri Asai se acerca, paso a paso, a la recuperación de la conciencia” delante de nuestros ojos. El proceso es como ir descongelándose de a poco hasta ir recuperando “el sentido de su propio cuerpo,” hasta abrir los ojos, hasta la vigilia despojándose de las sombras del sueño. Ahora en esa otra habitación el tiempo discurre de nuevo cuando la conciencia brota…

Eri viste un pijama azul y sedoso que es el suyo.30 Aunque reconoce que no ha despertado en su propio cuarto, sino en otro diferente; afuera el paisaje no existe, “sólo existe el vacío.” Ni las ventanas ni las dos puertas de la sala acceden a que sean abiertas como si tuvieran voluntad propia. Parece que le recorre cierta angustia, “siente una especie de vértigo” y temblores. Parece que esa habitación donde Eri ha despertado es la del aquel apaleador de la prostituta china, Shirakawa, pero ahora está vacía. Cualquier pregunta que Eri formule sobre esta extraña situación no haya respuesta, salvo el eco en el gélido vacío de esa sala cerrada. Cree, incluso, que está muerta o es una pesadilla o está simplemente loca: el hecho es que no puede escapar de esa realidad irreal por decirlo de alguna manera. “Esto es real […] Una realidad distinta ha reemplazado a la realidad original.” Eri, esgrimiendo el método cartesiano, sabe que existe porque duda de su propia existencia. Eri ahora siente una inabarcable soledad y la comprensión de que “ella ya no será nada” que le aterra. Ni siquiera ya los gritos de ella llegan a nadie. Desconoce qué es la realidad y qué es la ficción... Entonces decide como último recurso otra vez dormirse y es lo que hace: esta realidad es demasiado atroz. De repente el narrador y el lector regresan a la habitación de Eri: ella no está, el televisor sólo produce interferencias y ruido, y cae la oscuridad completamente.

En el parque de los gatos Mari y Takahashi charlan de su hermana Eri. Le cuenta el joven músico que cuando hablaba con Eri Asai parecía (y era una sensación extraña y poderosa) que ella estaba distante a “muchos kilómetros de distancia.” Desde hace algunos años también Mari había experimentado la misma sensación: algo le pasaba, pero qué cosa. Takahashi elucubra sin certeza, pero dice: “ella se encuentra sola, perdida entre un montón de problemas, se siente incapaz de seguir adelante y está pidiendo ayuda. Y lo manifiesta torturándose a sí misma.” Mari cree que Eri Asai duerme en el abismo, sin embargo, voluntariamente no quiere despertar.

En la oficina donde trabaja Shirakawa: El espejo del lavado, igualmente que a Mari, retiene la figura de Shirakawa, incluso después de haberse ido y cerrado la puerta, la efigie permanece.31 Otra vez y otro personaje engendra sin explicación otro desdoblamiento (véase nota 29). El oficinista cuando prepara su vuelta a casa advierte que hay una bolsa de ropa y otros objetos que sí pertenecen a la prostituta china, pero Shirakawa no recuerda cómo han llegado estas cosas a su poder ni a quién pertenecen, “su rostro refleja extrañeza y cierta dosis de desagrado.” Parece que no recuerda nada de lo que sucedió en la habitación 404 del Alphaville32, aunque le duele la mano y no sabe el porqué. El informático deshecha para la basura todo menos el móvil que se lo queda; luego lo abandona en el 7 Eleven donde va a comprar leche desnatada. Por fin el taxi le lleva a su casa casi dormido…

En la habitación de Eri Asai que mira desde el otro lado del televisor hacia la habitación real como pretendiendo comprender el sentido de todo lo acaecido. Pero no oímos su voz. Incluso golpea la pantalla y sabemos que puede ver a través del cristal como por una ventana el interior de la habitación real. “Sin embargo, ahora es incapaz de cruzar el cristal transparente y de regresar a este lado. Sea por efecto de algún fenómeno, o de resultas del propósito de alguien, ella, mientras dormía, ha sido transportada a la habitación del otro lado y allí la han confinado.” Como se ha dicho a menudo el narrador voyeur no puede inmiscuirse y no puede hacer nada por ella, aunque casi podría tocarla. De repente, el televisor va perdiendo la imagen de Eri en distorsiones y franjas, “vacilan los contornos de su existencia. El sentido de la sustancia se va erosionando.” Hay como un enfrentamiento de los dos mundos en un espejo. “Toda la información se convierte en nada, el lugar es evacuado, el sentido, demolido; aquel mundo se aleja y, atrás, sólo queda un silencio carente de sensibilidad.”

En el Alphaville Mari habla de su hermana con Korogi: le dice que su hermana Eri duerme desde hace dos meses de continuo, salvo en los momentos que precisa para satisfacer sus necesidades vitales como quizá sonámbula, pero que nunca le han visto ni ella ni su familia despierta, sino siempre dormida. “Está durmiendo de verdad. Tiene la respiración acompasada del sueño, no hace el menor movimiento. Casi parece muerta. Aunque la llames en voz alta o la sacudas, no se despierta.” Nadie sabe el porqué de ese comportamiento. “Es como la Bella Durmiente.” Le confiesa Mari que su hermana y ella nunca “han hablado con el corazón en la mano”, apenas sabe de ella y de lo que hace, siente o piensa. Korogi le aconseja que busque en el pasado algún buen recuerdo de cuando ambas estaban unidas, porque ese recuerdo te acercará a ella: “los recuerdos son el combustible que les permite continuar viviendo. Y para el mantenimiento de la vida no importa que esos recuerdos valgan la pena o no. Son simple combustible.” Korogi sobrevive a su propia pesadilla solamente por esos recuerdos que atesora. Mari a solas, después de hablar ambas mujeres, le entra “un corto sueño, pero profundo.”

En el sótano, con aspecto de almacén, sin ventanas: Takahashi ensaya con la banda de jazz (diez personas).

En la cocina de casa de Shirakawa a las cinco de la madrugada: “Su cuerpo exhausto lo reclama, pero en su mente hay algo que le impide dormir.” Algo manifiestamente inconsciente le atormenta sin él saberlo. “Algo que le corroe y que no logra ahuyentar de su cabeza.”

En el Alphaville Mari continúa dormida: “su rostro dormido refleja paz.”

En la habitación de Eri Asai: por fin ella ha regresado a este lado, a la habitación real y duerme “sumida en un profundo sueño” en su propia cama. Tal como si no hubiera ocurrido nada de nada durante la noche, “la escena es idéntica a la que presenciamos la primera vez que vinimos a esta habitación.” El televisor está apagado y frío como muerto. “Lo único que podemos colegir a través de los hechos es que Eri Asai ha vuelto a su cama en esta habitación. Y, al menos por lo que podemos observar, ha logrado regresar a este lado sana y salva, sin que sus contornos se desdibujen. Seguro que, en el último momento, ha logrado escapar por la puerta. O quizás ha descubierto otra salida.” Por fin ha acabado la pesadilla de Eri, y se han detenido los extraños acontecimientos, las anomalías, los desconciertos tal y como comenzaron espontáneamente. Podríamos decir que los hechos oníricos (o ilusorios o ni eso) han sucedido en lugar recóndito, donde las tinieblas reinan, cuando abrimos puertas que no deberíamos abrir “en el periodo de tiempo que va de la medianoche al alba.”33 Abismos que engullen y luego, por fortuna, escupen a las individuos como lo ha hecho con Eri como si nada. A esta hora “ya han transcurrido las horas de la noche en que las tinieblas son más densas.”

En el 7 Eleven Takahashi compra algunas cosas para desayunar: es el mismo lugar en que Shirakawa ha abandonado el móvil de la prostituta. El móvil suena y el joven músico contesta. La voz que suena es amenazante y aterradora; la mafia china cree que contesta el mismo Shirakawa y no es así, “no escaparás. Por más lejos que vayas, te atraparemos.” Pero Takahashi sabe que no va con él, “debe de tratarse de uno de los actos brutales y sangrientos que se producen en los bajos fondos de la ciudad sin que la gente lo sepa. Algo que pertenece a un mundo distinto, algo que circula por un circuito distinto.” El joven deja donde estaba el maldito móvil que ha sido “como si acabara de sujetar una serpiente.”

Takahashi en plan filósofo, mientras caminan Mari y él hacia la estación de trenes, esboza una teoría del claroscuro en la vida: “¿Sabes? Nuestra vida no se divide entre la luz y la oscuridad. No es tan simple. En medio hay una franja de sombras. Distinguir y comprender esos matices es signo de una inteligencia sana. Y conseguir una inteligencia sana requiere, a su modo, tiempo y esfuerzo.” Takahashi sí parece que se ha prendado de Mari, mas ni siquiera sabe el porqué, tal vez el charlar, compartir ideas, sentimientos, sincerarse les ha acercado de alguna manera el uno al otro y ambos han empatizado, ha brillado ese foco de luz del quererse o al menos guardarse cierta estima íntima. Pero los caminos divergen: Mari estudiará en Pekín, Takahashi permanecerá. Aunque ambos establecen unos canales para seguir estando en comunicación: cartas, teléfonos. Antes de despedirse Mari cuenta de su hermana un recuerdo revelador de cuando muy niñas quedaron atrapadas en el ascensor solas y en completa oscuridad: en mitad de la negrura de las tinieblas Eri abrazó estrechamente a Mari que, paralizada de pánico, no respondía “como un fósil vivo”. “Además, el suyo no era un abrazo normal. Era tan estrecho, tan fuerte, que parecía que nos fuésemos a fundir las dos en un solo cuerpo. Ella no aflojó la presión en ningún momento. Como si pensara que, en cuanto nos separáramos, ya no podríamos volver a reencontramos jamás en este mundo.” Sin duda Mari había encontrado lo que buscaba: ese recuerdo, ese combustible para seguir adelante.34 El amor de su hermana. Ese foco de luz en medio de la oscuridad. Ese abrazo cálido, el que ahora mismo en la tiniebla del sueño doloroso y solitario Eri necesita de Mari…

En la habitación de Eri Asai cuando “fuera crece la claridad.” Mari abre la puerta y entra y cierra de nuevo: “luego se acerca a la cama, baja los ojos hasta el rostro de su hermana profundamente dormida. alarga la mano, la posa con dulzura sobre su frente, la llama en voz baja.” Mari se acuesta junto a ella y la abraza, “presiona dulcemente la mejilla contra su pecho y permanece así, inmóvil. Aguza el oído para distinguir, uno a uno, los latidos del corazón de su hermana. Mientras los escucha, Mari cierra los ojos con placidez.” Luego llora por fin como una liberación de años: Mari siente cierta culpabilidad insospechada que no atina a verbalizar mientras besa en la frente de su hermana, y se recuesta otra vez y se hace un ovillo al lado de Eri como una sola materia, “con los cuerpos muy juntos.” “Vuelve, Eri, –le susurra al oído.– Por favor!, –le dice. Entonces cierra los ojos, se relaja. Al cerrar los ojos, el sueño, como si fuera una suave ola encrespada, llega de mar adentro y la envuelve. El llanto ha cesado.” Mari parece que sonríe en sueños, “sobre sus labios flota la sombra de una sonrisa.” Eri ahora como un presagio de algo maravilloso que va a suceder da minúsculas señales de vida, un temblor, un indicio que “va cobrando forma despacio, envuelto por la luz nueva de la mañana. La noche se ha acabado por fin.”

Entretanto la ciudad despierta ruidosamente. Ahora la mirada cinematográfica tal y como comenzó retorna a un punto de vista en las alturas, como aquel ojo de halcón del principio: “lo que vemos ahora es el cuadro de una enorme metrópolis que se despierta,” y el juego de la supervivencia cotidiana de los individuos que, aun no sabiéndolo, también forman parte de una totalidad que no perciben.

Murakami nos cede a los lectores el desenlace del relato (más o menos abierto35, según el temperamento de cada cual), pero con el sedimento luminoso de una pequeña esperanza en forma de temblor en el rostro de Eri, como un foco de luz después de la oscuridad, por y a través del amor fraterno de las dos hermanas que han rescatado de las tinieblas. Esa historia romántica…

IV. Apéndices...


    a) De qué hablo cuando hablo de escribir


    Murakami ha recibido críticas furibundas especialmente por sus compatriotas, porque su literatura es demasiado occidental, que apesta a mantequilla, según el término japonés. Pero, es evidente a la luz de su biografía que su recorrido vital lo ha recorrido con música, con escritores en concreto norteamericanos; vivió hasta 1995 en Estados Unidos, traduce obras angloamericanas (incluso, escribe sus obras en inglés). Su narrativa calificada de posmoderna36 es universal: de ningún sitio en concreto y de todos a la vez. Como dice Murakami “pisé la cola de los tigres,” los guardianes de cómo y qué hay que escribir. Por ejemplo, Vargas Llosa entiende que las novelas de Murakami son frívolas. Sus detractores le achacan también que sus relatos son una mera repetición, como si escribiera la misma novela. Sin embargo estas gruesas críticas más parecen una exageración tal vez por pura animadversión. O hay lectores fervorosos de Murakami, o hay lectores que detestan sus obras calificadas de consumo y de entretenimiento: al menos, nadie es indiferente, que eso también tiene su mérito.

Dice Murakami que lo difícil no es entrar, estrenarse en el ring de la literatura, incluso con buenas expectativas al principio, sino permanecer. Que es cuestión de predisposición37, “sea como fuere, la experiencia nos enseña a los escritores lo duro que es seguir siendo escritor.”

Su característica principal es la disciplina, la comida sana, el correr unos cuantos kilómetros o el nadar, la rutina insoslayable: 21.00, dormir; 4.00, levantarse y escribir en centrada concentración 5 ó 6 horas. “La concentración es una de las cosas más felices en mi vida [...] no soy un pensador rápido, pero, una vez que estoy interesado en algo, lo estoy durante muchos años. Yo no me aburro. Soy una especie de una gran olla. Se necesita tiempo para conseguir hervir, pero siempre estoy caliente.”

Escribir es pura laboriosidad, “sólo es una opinión personal, pero escribir una novela me parece, en esencia, un trabajo bastante ‘torpe’. Apenas hay nada que destaque por su inteligencia intrínseca, tan solo se trata de tocar y retocar frases hasta descubrir si funcionan o no, y para hacerlo no queda más remedio que encerrarse en una habitación. […] …la minuciosa atención a los detalles... […] en eso consiste escribir novelas, en afrontar un trabajo lento y sumamente fastidioso.” En suma, perseverancia y resistencia y soledad, pues, escribir es un trabajo inmensamente solitario.

    b) La música de After Dark de Haruki Murakami


    Percy Faith & His Orchestra – Go Away Little Girl. (“La música que suena a bajo volumen es...”)
    Curtis Fuller – Five Spot After Dark – El original. (“Cuando estaba en secundaria, un día, por casualidad, encontré un disco de jazz que se llamaba Bluesette en una tienda de discos de segunda mano. Un elepé muy, muy viejo. No tengo ni idea de por qué lo compré. Ya ni me acuerdo. Porque yo, hasta entonces, no había escuchado nunca jazz. En fin, sea como sea, la primera melodía de la cara A se llamaba Five Spot After Dark y era alucinante. El trombón lo tocaba Curtis Fuller. La primera vez que lo oí tuve una especie de revelación. ¡Sí! ¡Ése es mi instrumento! El trombón y yo. El destino nos había unido.” – “Takahashi busca la leche mientras silba flojito el tema de Five Spot After Dark”.)
    Burt Bacharach – The April Fools. (“[En Denny’s] En el local suena a bajo volumen...”)
    Martin Denny y su orquesta – More. (“[En Denny’s] Por el hilo musical suena...”)
    Ben Webster – My Ideal. (“Una interpretación de los años 50.”)
    Duke Ellington & His Orchestra – Sophisticated Lady. (“El solo del lánguido clarinete bajo de Harry Carney.”)
    Pet Shop Boys – Jealousy. (“suena a bajo volumen un viejo éxito de los...”)
    Daryl Hall & John Oates – I Can’t Go For That (No Can Do)(“En las tinieblas, cada vez más densas, suena...”)
    Johann Sebastian Bach – English Suite No.2 in A minor, BWV 807 – I. Prelude. (“La música de piano de Bach suena a un volumen moderado desde un reproductor de cedés de pequeño tamaño que descansa sobre el escritorio. Suites inglesas, interpretadas por Ivo Pogorelich.” Lo escucha en la sala de la oficina el apaleador de la prostituta china, Shirakawa.)
    Domenico Scarlatti – Sonata in E major, K.20 – Presto. (“Podría parecer que su pausado tempo no se aviene con aquel ejercicio brusco, pero él controla sutilmente sus movimientos adecuándolos al compás de la música. Por lo visto, hacer esta serie de ejercicios solitarios sobre el suelo de la oficina mientras escucha música clásica forma parte, una vez terminado el trabajo nocturno, de su rutina diaria antes de volver a casa.” Lo escucha el apaleador de la prostituta china, Shirakawa)
    Southern All Stars – All Summer Long (as made famous by Kid Rock) (“Está sonando una canción nueva de...” En el 7 Eleven donde Shirakawa compra leche desnatada y otras cosas y abandona el móvil de la prostituta maltratada.)
    Sonny Rollins – Sonnymoon For Two. (“Acompañado por el trío compuesto por el piano eléctrico, el bajo acústico y la batería, Takahashi ejecuta un solo de trombón. Sonnymoon for Two, de Sonny Rollins. Un blues con un tempo no muy rápido. No toca mal. Lo mejor de su interpretación, más que la técnica, es su manera de ir acumulando frases, casi como si mantuviera una conversación. Quizá sea un reflejo de su personalidad.”)
    Shikao Suga – Bakudan Jûsu. (“Suena por los altavoces...”, mientra Takahashi compra en el 7 Eleven).
    Tower Of Power – Soul Vaccination – (Live) (“[Dice Takahashi] Al principio hacía de acompañamiento en conjuntos de rock. Una especie del Tower of Power de antes. ¿Conoces Tower of Power?”)




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NOTAS
«««   1.
Edward Hopper es mencionado en la obra una vez, (“toda la sala se halla a oscuras, sólo la zona de su escritorio esta´ iluminada por los fluorescentes del techo”), cuando el narrador habla de Shirakawa en la sala de la oficina: “La escena podría figurar en un cuadro de Edward Hopper titulado Soledad.” After Dark.
        En el juego de espejos Murakami nos enlaza no casualmente con el mundo del pintor Hopper y de aquellos cristales rotos del sueño americano también nocturno e insomne, desolado y solitario bajo la tiranía de un mundo industrial y anodino y alienante. Ese ojo de halcón/cámara cinematográfica del cielo es aquel pintor ahora invitado a este juego narrativo retratando la soledad y el retraimiento de los personajes en un Japón bastante americanizado.
«««   2.
Llamado este modo narrativo también narración simultánea. Le da agilidad al texto, y la íntima sensación de que el desenlace lo conocemos al mismo tiempo que los personajes. Es presente hasta cuando hablan del pasado, de la peripecia vital que fue de cada uno, por ejemplo, en los diálogos cuando hablan de sí mismos o de los demás, del pretérito de cada cual.
«««   3.
Murakami, a través de Mari, critica el trato que se les da a los animales (en este caso, a los pollos) destinados a nutrir a una demografía progresivamente desmesurada. “Porque en las cadenas de restaurantes sirven un pollo atiborrado de sustancias químicas. Porquerías para activar el crecimiento y cosas por el estilo. Encierran a los pollos en jaulas estrechas y oscuras, les ponen un montón de inyecciones, los alimentan con piensos llenos de aditivos y luego los cargan sobre las cintas transportadoras y unas máquinas les van retorciendo el pescuezo, otras máquinas los van desplumando…” (After Dark.)
«««   4.
La figura del solitario. Me interesa mucho eso porque no es fácil vivir en Japón como un individualista o como un solitario.” Murakami en una entrevista en el 2002.
«««   5.
La fase del sueño durante la que suceden los sueños más intensos.
«««   6.
Murakami las cuestiona como crítico o expositor, a través de la rebeldía (especialmente) de Mari (pero, también de otros como Takahashi), algunas causas de un problemático Japón que podría ser causas perfectamente universales, pues, trascienden a su país natal: El consumismo excesivo, la excesiva dependencia de la tecnología, el maltrato cruel que se da a los animales que están destinados al consumo masivo, la explotación y esclavitud de las prostitutas (especialmente de las más vulnerables como las ilegales chinas), la violencia y la inseguridad ciudadana de las pobladísimas ciudades japonesas y la situación socioeconómica en la recesión de los noventa, la pena de muerte, etcétera. Las plantea directa o indirectamente para la reflexión o como trasfondo histórico, algunas veces sólo muy tangenciales o alusivas, pero de importancia.
«««   7.
Murakami no confía en la mejora de la sociedad, sino en el empeoramiento de la misma: como buen fatalista que es. La sociedad japonesa le resulta demasiado rígida y competitiva. La comunidad asfixia al individuo y le impide elegir su estilo de vida. Su visión del mundo que pueblan sus personajes a veces produce pesimismo y melancolía.
«««   8.
Metaficción. “Nuestra perspectiva, a modo de una cámara invisible, va captando, uno tras otro, todos los objetos de la habitación, los reproduce con detenimiento, tomándose su tiempo. Somos unos intrusos, anónimos e invisibles. Miramos. Aguzamos el oído. Olemos. Pero, físicamente, no estamos presentes en el lugar, no dejamos rastro. Respetamos las reglas de los genuinos viajeros a través del tiempo. Observamos, pero no intervenimos.” (After dark.)
        Como si fuéramos seres espectrales a este lado separados de una fina membrana en dimensiones distintas, pero asombrosamente simultáneas, contiguas o paralelas por la virtud de la mecánica cuántica, donde incluso las leyes de la física componen la maravilla de los múltiples universos invisibles, donde también habita el misterio.
        “¡Huye! —le gritamos. […] Sin pensarlo, hemos olvidado la norma que nos obliga a mantener la neutralidad. Aunque nuestra voz, por supuesto, no le llega...” (After dark.)
        El lector, el narrador pese a sus poderes no pueden hacer nada por los personajes: estamos a este lado del espejo y no podemos traspasarlo y aunque lo traspasemos: hay leyes. Reducimos nuestra labor a la observación ornitológica, aunque sin duda empatizamos, sentimos lo que sienten ellos, pero no podemos intervenir, aunque quisiéramos. Es como una suerte de metaficción, recurso narrativo ligado a la posmodernidad, cuando autor, lector y personajes participan de la ficción tan estrechamente, como casi dentro.
        Como una metaficción ejemplo más cercana a nuestra literatura evoco a Niebla de Unamuno cuando Augusto, el protagonista, amonesta al Autor Unamuno y éste le confirma que usted, don Augusto Pérez, no existe: sólo es un sueño, ficción, sombra. Entonces el protagonista inicia la rebelión inútil contra el Autor también dentro de su propia ficción. Como Murakami, en cierto modo, narrador/director de cine casi interactuando con los personajes como un personaje más dentro de la novela: el típico voyeur, pero espectral a lo David Lynch. De hecho a Murakami se le ha llamado el David Lynch de las letras.
        Por fin, Murakami da a entender al lector, como lo hiciera un mentalista virtuoso, que todo ha sido puro espejismo, pura ficción, pero de mundos posibles, la sombra de un sueño: “Quizá lo que creemos haber visto no sea más que una ilusión.” Una idea absolutamente posmoderna.
«««   9.
El narrador actúa como un detective en cierto modo con la pretensión de conocer, aun fracasando en la investigación. De hecho Murakami es un entusiasta de las novelas de misterio y detectives, “cuando era joven, me sentía muy atraído por la ficción de los escritores hard-boiled como Chandler y Ross Macdonald, quizás porque sus detectives parecían ser tan individuales. Sin importar lo que les sucediera, ellos siempre eran capaces de salirse con la suya, haciendo las cosas a su manera y nunca quejándose acerca de su mala suerte. Amo eso.” Murakami en una entrevista en el 2002.
«««   10.
El cine, el jazz: Murakami usa de la imaginería pop para enriquecer el texto, enriquecer el ser de los personajes desarrollando el corpus ideológico y sentimental de los mismos…
«««   11.
El Síndrome Hikikomori, un raro conjunto de síntomas de reclusión y soledad y aislamiento. Suelen ser jóvenes adolescentes y sus vidas se desarrollan en una habitación de la que no salen donde se sienten seguros y a salvo. En Japón, según estadísticas, pueden llegar al millón de individuos en esta situación. Es un enorme problema social cuyas razones pueden ser variadas: depresión, apatía, fobia social, insomnio, rechazo y temor a la sociedad, rechazo a los estudios, desengaños, pérdida de amigos, etc. Ni tan siquiera se relacionan con la familia o su relación es conflictiva bajo el mismo techo. Se asocia a la cultura exigente, competitiva e individualista nipona: que causa un galopante estrés y sufrimiento por la competitividad extrema en el ámbito educativo, por una excesiva presión de los padres para que triunfen en la vida, por la presión socioeconómica, también por el bullying en la escuela, etc. “En la mayoría de los casos sus comportamientos pueden ser explicados de una manera lógica por la vida que llevan, el impacto que sobre ellos tiene la sociedad, la cultura en la que están inmersos y su ambiente familiar y personal. Son personas normales en una situación altamente conflictiva.” Andy Furlong, un académico de la Universidad de Glasgow especializado en la transición de la educación al trabajo, vincula el auge del fenómeno hikikomori con la explosión de la burbuja económica de los años 80 y el inicio de la recesión de los 90.
«««   12.
Como su estimado el kafkiano Kafka, el que explicaba como si fuera natural lo inexplicable, el que generaba personajes angustiados que buscan un escape de su claustrofóbico encierro y dolor y zozobra existencial, que manifiestan una radical extrañeza en el mundo como si no pertenecieran al mismo.
«««   13.
El restaurante es paradigma de Occidente en Japón: completamente anodino, industrial, sin personalidad.
«««   14.
Símbolo de sensualidad. Murakami es un fanático de los gatos.
«««   15.
Cuando estaba en secundaria, un día, por casualidad, encontré un disco de jazz que se llamaba Bluesette en una tienda de discos de segunda mano. Un elepé muy, muy viejo. No tengo ni idea de por qué lo compré. Ya ni me acuerdo. Porque yo, hasta entonces, no había escuchado nunca jazz. En fin, sea como sea, la primera melodía de la cara A se llamaba Five Spot After Dark y era alucinante. El trombón lo tocaba Curtis Fuller. La primera vez que lo oí tuve una especie de revelación. ¡Sí! ¡Ése es mi instrumento! El trombón y yo. El destino nos había unido”, “ahora toco jazz, puro y desnudo.” After Dark. Es el porqué de haber elegido el trombón y el porqué del gusto por el jazz de Takahashi.
«««   16.
Murakami de alguna manera es algo Takahashi: “Estudié en la Facultad de Filosofía y Letras, en el Departamento de Artes Escénicas, pero por las circunstancias de la época apenas hinqué los codos y básicamente me dediqué a vagabundear por allí con mi pelo largo, la barba sin afeitar y un aspecto general más bien desaliñado.” Murakami, De qué hablo cuando hablo de escribir.
        En los años sesenta: “Como todos, yo era un rebelde. Me gustaba pasar tiempo con las chicas, fumar mientras faltaba a clase… Podíamos hacerlo todo y así abrí la ventana hacia el mundo real: la cultura extranjera.” Prefería la literatura occidental a la japonesa.
        También Murakami pertenecía a la generación del baby boom, después de la segunda guerra mundial, y que en After Dark lo menciona, pero, en este caso, es el padre de Takahashi el que pertenece a esa generación. “Es de la misma generación de Mick Jagger, que, ya ves, recibe el tratamiento de Sir. Saben detenerse a tiempo al borde del abismo.” After dark.
«««   17.
El taxista habla con Shirakawa de la recesión económica del Japón (de los años noventa, por la burbuja especulativa inmobiliaria, bursátil y financiera que fue de las mayores en la historia económica.) “Con la recesión económica, lo único que aumenta son las horas extras. No el sueldo. […] A mí me pasa lo mismo. Como la gente no va tanto en taxi, para ganar lo mismo tengo que trabajar más horas.” After Dark.
        Esta recesión económica llegaría hasta más allá de los años 2000, y se le denominó La década perdida: el paro reapareció y la marginación y la pobreza. Por ejemplo, desde los noventa han ido aumentando progresivamente el índice de suicidios (sobre todo, entre los jóvenes, 34.427 en 2003) hasta nuestros días que es ahora de los mayores índices del mundo. Especialmente, la juventud japonesa fue la principal víctima de tales desmanes de esa ultra economía de mercado y esa cultura de ultra competitividad en todos los órdenes. Esta afección aparece en los personajes de After Dark que padecen el sistema socioeconómico en forma de incertidumbre ante el futuro y presiones que ahogan hasta límites, que les conducen a la marginación o a la autoexclusión, en fin, a estos personajes (Mari, Eri, Takahashi, las empleadas del Alpahaville, a la prostituta china, etcétera) les cuesta subirse al tren de ese tipo de sociedad trituradora. Así es: como decía aquel economista norteamericano, John Kenneth Galbraith, [por cierto, no sospechoso, cuanto menos, de rojo], el sistema capitalista, que colea como un animal furioso, genera demasiado sufrimiento en las personas y alcanza a veces niveles alarmantes, y por qué no domarlo más o menos, es decir, humanizándolo: priorizando lo solidario y el bienestar social sobre lo más egoísta y destructor.
«««   18.
“Hotel para parejas. Una casa de citas, vamos. […] En este hotel los clientes miran el panel de fotografías del vestíbulo, escogen la habitación que les gusta, pulsan el botón correspondiente y retiran la llave. Así funciona. Luego sólo tienen que tomar el ascensor y subir a su habitación. No necesitan ver a nadie. Tampoco deben hablar con nadie. Hay tarifas por horas y por noche completa. Iluminación en tono azul oscuro.” After Dark.
«««   19.
Alphaville. Es la película de Jean Luc Godard, la favorita de Mari. Indica su gusto por las artes malditas, rebeldes, marginales, difíciles, de arte y ensayo como el film distópico de política ficción Alphaville. Una ciudad imaginaria en el futuro de sesgo totalitario donde por ejemplo se prohíben palabras como por qué, amor o llorar, donde está prohibido el amor y los sentimientos…
«««   20.
La mafia china y la prostitución. “La mafia china. Son los que controlan la prostitución de esta zona. Traen a chicas de China en barco, de forma ilegal, y les hacen pagar con su cuerpo el importe del viaje. Los clientes encargan una chica por teléfono y ellos se la llevan al hotel en moto. Como si fuera una pizza recién hecha.” Dice Kauro, la empleada del Alphaville.
«««   21.
Dice Murakami: “Para mí, escribir una novela es como soñar; me permite soñar adrede mientras estoy despierto. Puedo continuar un día el sueño del día anterior, algo que no puede hacerse normalmente. Es también una forma de descender profundamente en mi conciencia. Así que aunque sea algo onírico, no es fantasía. Para mí lo onírico es muy real.”
«««   22.
Desde el fondo del abismo. Primeras palabras del salmo 129, que se reza en los oficios por los difuntos.
«««   23.
La metáfora de las puertas y las habitaciones en la teoría literaria de Murakami. El lector abre el libro (una puerta) y entonces contemplamos a un personaje que abre otro libro (otra puerta); luego el narrador insinúa al lector que aquel televisor que aterra es el monitor de los sueños/pesadillas de la durmiente en fase Rem: otra puerta hacia el otro lado. Pero nada de esto existe, o sí…
        Los episodios del televisor encantado (o esa puerta a las tinieblas) nos evoca seguramente al cine de David Lynch con sus distorsiones surreales y emociones primitivas en colores saturados, subconscientes en aquel cuarto rojo de Twin Peaks que son las habitaciones de Murakami, donde caben sucesos extraños. Por ejemplo, Mari y Kauro entran en la habitación 404 (el tan conocido error http) de aquel Love Hotel, llamado no casualmente Alphaville, y encuentran la historia de una prostituta china que ha sido golpeada salvajemente, ultrajada: esa habitación no tiene ventanas, no tiene más que una salida, la puerta. Salir por esa puerta sería el retorno afuera de esa pesadilla. Las puertas, las ventanas, los espejos, los televisores, los libros. Dice Murakami: “Cuando escribo abro la puerta a otra habitación y me encierro en ella, voy al otro lado [...] La ficción me obliga a entrar en esa otra habitación que es muy oscura, silenciosa, y en la que soy testigo de multitud de cosas extrañas, salvajes y surrealistas.”
        Es como abrir esa puerta de la habitación de Eri y le contemplamos dormir y soñar y relatamos después lo que ocurre, aunque sin entenderlo del todo. Así como el espejo de lavabo del bar Skylark retiene la efigie de Mari sin que ella lo advierta: hay un desdoblamiento. Así como el espejo del lavabo de la oficina donde trabaja el apaleador de la prostituta china también genera igualmente otro desdoblamiento. El otro lado del espejo, el más oscuro de cada cual o el oculto y secreto o el inconsciente lleno de trastos memorables, como habitación.
        Qué es leer o escribir sino un cerrar los ojos y traspasar una puerta, o un espejo para entrar en el mundo de la imaginación sabiendo que es sólo ficción que agrada o desagrada en el matiz de ser sueño o pesadilla en el escenario de nuestra cabeza, pero que enriquece como experiencia siempre que retornemos. Un modo como otro de conocimiento de sí mismo y de los otros y de nuestra circunstancia a través de la ficción que siempre observa referencias con lo real como en los sueños, pero dislocadas y misteriosas.
         También existe la posibilidad de retornar: Eri retorna a este lado del otro lado oscuro a través de una puerta en cierto modo “y, al menos por lo que podemos observar, ha logrado regresar a este lado sana y salva, sin que sus contornos se desdibujen. Seguro que, en el último momento, ha logrado escapar por la puerta. O quizás ha descubierto otra salida.” (After dark).
«««   24.
Percy Bysshe Shelley le dedicó una oda: “to a skylark” (a una alondra), considerándola más espíritu bendito que pájaro por transmitir cantos celestiales. Tal vez Murakami no casualmente ¿querrá decirnos algo con el nombre del bar donde pinchan aún viejos vinilos?
«««   25.
Doppelgänger o el tema del doble en la literatura. La aparición del doble como la sombra, el otro que somos o aparentamos ser ante la sociedad, ante los otros (como defensa u ocultamiento en Murakami) y que lo representan las máscaras que vestimos. En Los elixires del diablo de Hoffman el protagonista percibe el doble como un perseguidor que le atormenta: la culpa. En el Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson el mal y el bien son dos y el mismo al mismo tiempo: como el respetable padre de familia Shirakawa, el apaleador de la prostiruta china.
«««   26.
Subcultura de japoneses más o menos asociales o inadaptados y dados a la soledad buscada, a la marginación, aficionados obsesivos a las computadoras y a los videojuegos, al anime y al manga, en fin, a todo lo que les aísle de la sociedad que rechazan, de la que no quieren saber nada…
«««   27.
El bien y el mal, según los críticos, el tema capital de Murakami. El mal está dentro del sistema, intrínsecamente…
«««   28.
Murakami tal vez evoca (pero, en otro orden de cosas, en relación con el sistema que devora, que aniquila) la definición existencialista (también deprimente y melancólica) de la existencia en La Náusea de Sartre: una sensación revelada (que produce la náusea, el vómito) de que todo lo existente es un conglomerado, amasijo viscoso, absurdo, sin propósito. A Takahashi su revelación de que no somos nada le produce terror y lágrimas. También como terrible iluminación, Eri Asai en la otra habitación cerrada y vacía percibe esa parecida sensación de que “ella ya no será nada” y además experimenta “un violento sentimiento de soledad” sin escapatoria posible en la pesadilla: “Grita. ¡Noo! No quiero que me transformen en eso.” Parece que pugna contra una fuerza mayor que pretende aniquilarla
«««   29.
Bilocación es literalmente estar en dos sitios a la vez, o también viaje astral, cuando despojándose del cuerpo, crea un punto de vista externo a nuestro cuerpo. Literariamente es ingenioso para salvar el escollo de la paredes, la membrana que separa los dos mundos. Por fin, franqueado… El del sueño/pesadilla y la ficción, y el de la realidad.
«««   30.
Murakami vuelve a traernos a las mientes (tal vez, subliminalmente) el cine de David Lynch del film Terciopelo azul, cuya protagonista Isabella Rosellini viste seda azul como fetiche: donde también habla de habitaciones donde explosiona la carga inconsciente y las pulsiones de los individuos. Recordemos aquella memorable habitación roja de Twin Peaks donde suceden prodigios en tonos surreales en algo parecidos a los que suceden en el After Dark de Murakami.
«««   31.
Shirakawa. Tal vez, o el racional, lógico y analítico Dr. Jekyll o el perverso Mr. Hyde. Como en El lobo estepario de Hesse: al mismo tiempo el protagonista “notaba en la boca el gusto a sangre y el gusto a chocolate.” Al apaleador de la prostituta china aun le dolía el dorso de la mano por la paliza que le diera, aunque no recordaba o no quería recordar ese suceso (en suspenso en algún lugar del inconsciente). Ese no sé qué me pasa y el dolor indican la terrible verdad enmascarada tras el velo del inconsciente reprimido, tal vez, por la cultura japonesa de la reputación. Sekentei: la reputación de una persona en la comunidad y la presión que él o ella siente para impresionar a otros.
«««   32.
Dice el director de cine japonés Takeshi Kitano que los japoneses reprimen una gran cantidad de violencia y agresividad por las tantas normas de etiqueta y protocolo que no saben como expeler de manera diplomática y razonable, por el estrés a que son sometidos, por la competitividad endiablada. En el Japón esa represión termina en explosión criminal (por ejemplo, en violencia doméstica). Shirikawa, el oficinista, lógico y analítico y casado y con hijas, combate y pierde la batalla de sus pulsiones y termina agrediendo y ultrajando a aquella prostituta china, y ni tan siquiera es consciente de ello o no quiere hacerlo consciente, recubre ese acto de maldad bajo la máscara borradora del japonés respetable en una posición de poder.
«««   33.
La hora del lobo es el momento entre la noche y la aurora cuando la mayoría de la gente muere, cuando el sueño es más profundo, cuando las pesadillas son más reales, cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos...” Ingmar Bergman, La hora del lobo. [Del guión del mismo filme]
«««   34.
Murakami usa de esos recuerdos como lugares utópicos que son acicate para la vida, para expulsar la infelicidad o la zozobra, para escapar del desaliento.
«««   35.
“… la obra de Murakami posee una constante de finales abiertos e incertezas surgidas a lo largo de la narración que quedan sin solucionar –elemento propio de la tradición literaria japonesa, por lo demás: el lector, tanto como el protagonista, se deja llevar por el flujo narrativo de la ficción, mientras presencian sucesos inexplicables y o incomprensibles que los llevan a interrogarse y cuestionarse acerca de su condición en el mundo que habita...” Marcelo González Zúñiga, Asimilación y posmodernidad: el género negro en la literatura de Haruki Murakami.
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La Posmodernidad. Movimiento de superación y profundamente crítico de la Modernidad y difícil de definir por ser un cajón de sastre (que viene desde los años 50) que alienta el pluralismo y la diversidad y el eclecticismo, el multiculturalismo y el valor de las perspectivas poliédricas de la realidad: la posmodernidad es un movimiento extraordinariamente democrático y tolerante en vez de excluyente, donde triunfa la individualidad desencantada y descreída de los sistemas (creados como totalidad) y de las instituciones más sagradas. Donde los dioses ya no sirven (“estamos solos o dios ha muerto”), y el escepticismo reina como método: esto es, la crisis de la verdad y de la razón. La verdad es un juego de apariencias y subjetivas miradas proponiendo la relatividad como recurso para el conocer. El dogma, papel mojado. La realidad lo conforman sus retazos: el posmoderno construye la realidad como un collage, fragmentariamente. Es también la era del consumismo endiosado en este mohoso tardocapitalismo.
        Características literarias del Murakami posmoderno en After Dark: fragmentación de la narración (crea una composición de partículas y jirones de la realidad, incluso, en ocasiones, de una realidad incognoscible); personajes que pierden su individualidad o que les aterra perderla dentro del estómago de los monstruosos sistemas que alienan; personajes en cierto modo existencialistas que, tras el fracaso de la Modernidad, pretenden conducir sus vidas con los restos del naufragio (con el estamos condenados a la libertad de Sartre y con el estamos solos ante el vacío y el vivamos el presente, pues el futuro no existe o no está claro en absoluto); personajes (culturalmente cosmopolitas y pop) que habitan poblaciones urbanas, industriales, tecnológicas donde la soledad es flor de flores, donde el consumismo es el novísimo becerro de oro al que adorar.
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“... hace falta algo especial. Obviamente se requiere talento, brío y la fortuna de tu lado, como en muchas otras facetas de la vida, pero por encima de todo se necesita determinada predisposición. Esa predisposición se tiene o no se tiene.” Murakami, De qué hablo cuando hablo de escribir.

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