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domingo, 4 de agosto de 2019

Acerca de El Maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov

por Daniel Espín López

“… esta verídica historia […] ¿Quién te ha dicho que no puede haber amor verdadero, fiel y eterno en el mundo...?” Mijaíl Bulgákov, El Maestro y Margarita.

I. Los manuscritos sí arden y los poetas también


    Bulgákov es el buen hereje que ha de ser solamente por ser artista y cuya savia como al árbol es la libertad al escritor. Herejía para con la iglesia ortodoxa, pero no descreído1; herejía en fórmulas satíricas, alegóricas para con el sistema del terror estalinista. Como es sabido la hoguera, el silencio que consume, el postramiento es la muerte de los poetas, de los pensadores, no obstante la memoria es el bálsamo. Como en el Fahrenheit de Bradbury y contra la tradición de quemadores de libros que ha habido tantos en su versión fanática a lo largo de la historia, la memoria los salva (un hombre, un libro). Bulgákov, como así refiere en cuanto a El Maestro y Margarita2, quemó sus propios manuscritos3 por pura impotencia y desesperación y seguramente miedo ante el acoso4 de los burócratas/lacayos de Stalin5, pero más tarde los reconstruyó como de milagro, de memoria clandestinamente en 1932. Ya que no se ajustaban a los cánones estéticos del régimen, ni a la extrema ortodoxia política que imperaba. Luego aquellos manuscritos6 que no ardieron del todo fueron posteriormente reconstruidos a base de tesón y paciencia afortunadamente para la posteridad: Bulgákov vence la batalla después de muerto y la humanidad también; tal y como afirma categóricamente el satánico Vóland, es cierto que “los manuscritos no arden”. En efecto, Vóland tenía razón, pero también fueron necesarios la memoria y la resistencia de Bulgákov y Elena Bulgakova. Según Sergio Pitol, esta obra es “la grandeza literaria de nuestra centuria.”7

El Maestro y Margarita es una mixtura de la sátira con lo fantástico y con aderezos de lo grotesco8 y con trazas de la novela gótica9 contra la realidad opresiva y del Moscú de los años treinta; incluso una sátira que en algunos episodios se manifiesta con una violencia sangrienta e inmisericorde y, diría que, como si fuera la venganza imaginaria del escritor que tanto padeció el sistema. Bulgákov crea un mundo carnavalesco salvaje y operístico10, como las imágenes grotescas y macabras y pesimistas del pintor y escritor Gutiérrez Solana o las pinturas negras de Goya con sus aquelarres y rostros deformes, pero para la sonrisa melancólica de Tim Burton. Crea casi un retablo circense de lo imposible porque asombra. Vóland y su séquito inquieta, descuadra, desmorona el mundo de cualquiera por donde revolotean, de hecho en el desfile coral más de uno de los personajes títeres en sus potentadas manos acaba en el psiquiátrico, atravesado por esas mágicas inyecciones que bien conocía Bulgákov en su etapa de adicto a los estupefacientes. Bulgákov nos exhibe con cierto pesimismo risueño un mundo lleno de tinieblas, pero vencidas cuando aparece la luz de la misericordia y el amor en forma de luna llena…

Bulgákov satiriza el enorme cuerpo burocrático soviético, que es además de enorme, ineficaz.”11

1. El burocratismo hipertrofiado.
    * El que fue cerdo volante Nikolái Ivánovich, cabalgadura de Natasha, la criada de Margarita, solicita a Vóland un certificado para probar dónde estuvo y qué hizo la noche del Baile para entregárselo a su esposa celosa y temible.
    * “Koroviev echó la historia clínica a la chimenea. —Si no existe el documento, no existe la persona —dijo Koroviev con satisfacción.” En este caso Vóland desprecia el documento tan imprescindible para el estado totalitario. De hecho El Maestro, según dice, “Yo, por ejemplo, no tengo ningún documento”, es decir, no existe aun existiendo: parafraseando a Descartes, tengo documento, luego existo

2. La especulación y el problema de la vivienda por su escasez.
    * El tío de Berlioz, residente en Kiev, quiere por herencia apropiarse del apartamento de su sobrino descabezado, luego desiste por la violenta y aterradora resistencia del grupo satánico. Todos están locos por hacerse con una vivienda y lo harían ejecutando cualquier ruindad conocida o por conocer si fuera necesario sin vergüenza alguna. Sea la mentira, la falsedad o el dolo.
    * Dice Koróviev/Fagot profesoralmente explicando la quinta dimensión: “Por ejemplo, me han hablado de un ciudadano que recibió un piso de tres habitaciones y, sin conocer la quinta dimensión ni demás trucos, la convirtió en un piso de cuatro, dividiendo con un tabique una de las habitaciones. Después cambió este piso por dos separados en distintos barrios de Moscú: uno de tres y otro de dos habitaciones. Convendrá usted conmigo en que ya eran cinco habitaciones. Uno de ellos lo cambió por dos pisos de dos y, como fácilmente comprenderá, se hizo dueño de seis habitaciones, aunque completamente dispersas en Moscú.”
    * Al morir Berlioz, Nikanor Bosói, el presidente de la Comunidad de Vecinos, recibe multitud de solicitudes para ocupar el apartamento del decapitado. Además de las solicitudes también recibe amenazas y otros tipos de deshonestas persuasiones para obtenerlo.

3. La paranoia general por la delación y la vigilancia.
    * (Véase la nota 34)

4. El tráfico y especulación de divisas.
    * A Nikanor, el presidente de la comunidad de vecinos, después de que Koróviev le soborne sin querer para hacerse con el endemoniado apartamento 50, el mismo demonio con traje a cuadros le delata a las autoridades por traficante de divisas.
    * También Vasili, el contable del Varietés, es detenido por tráfico de divisas: “Delante de sus narices aparecieron billetes de banco extranjeros: había paquetes de dólares canadienses, libras esterlinas, florines holandeses, latos de Lituania, coronas estonianas...”
   
5. Privilegios de clase y de Partido y corrupción y nepotismo.
    * Koróviev y el gato Popota entran en una tienda exclusiva para los privilegiados y pudientes12 del régimen, donde solamente se puede comprar con divisas, produciendo daños y confusión. Hay buenas viandas y productos para sólo unos privilegiados, pero, ¿y para los nuestros, eh?, es decir, para la inmensa mayoría, dice Koróviev, y el público que rodea a Gato y Koróviev/Fagot asiente como estando de acuerdo con las premisas del argumento a todas luces pernicioso políticamente. El resultado final es el incendio de la tienda por parte del gato burlón con la gasolina de un hornillo, porque es sabido que el fuego purifica...
    * El restaurante del edificio Griboyédov es el símbolo de lujo de los privilegios de clase, de partido: solamente podían entrar quienes atesoraban el carnet del Massolit, la asociación de literatos de la literatura de masas13, “un carnet marrón, que olía a piel buena, con un ancho ribete dorado, conocido por todo Moscú.” Pero que no tardaría en arder, por supuesto, por las acciones de desagravio de Vóland y su mano ejecutora el gato Popota y Koróviev, “¡No quedaron más que cenizas!”: un incendio simbólico contra los burócratas del arte dúctiles, oportunistas y afectados de una falta epidémica de autenticidad, los bien adaptados al régimen. Según Vóland: sinvergüenzas, farsantes, acomodaticios y tiralevitas. Vóland propone, casi políticamente de nueva planta y raíz, que “habrá que construir un edificio nuevo”: mensaje y sátira que Bulgákov no deja lugar a dudas de su claro significado.

6. El arte y la literatura: uniforme y conformista y jerarquizada.
    * Las divertidas elucubraciones de Popota y Koróviev acerca de los literatos de invernadero nos acerca a la crítica más triste del Bulgákov: podrían brotar grandes obras, pero “¡Si a estas delicadas plantas de invernadero no les ataca algún microbio, no les pica las raíces, si no se pudren!” Es decir, donde falta la libertad del creador, como el agua, no hay buen arte; donde la censura14 prolifera, donde el poder aplasta y asfixia a los creadores: no hay buen arte y los poetas agonizan de tristeza, o tal vez enmudecidos o purgados o algo peor o todo junto bajo la realidad estalinista.

7. Abusos de poder.
    * Como iba detrás del gato Popota (probablemente, por sus crímenes contrarrevolucionarios) no se le ocurrió al Poder otra cosa que matar a todos los gatos negros y otros animales que, además, sufrieron “lo que es la equivocación y la calumnia”: “unos cien animales, fieles, leales y útiles al hombre, fueron fusilados y exterminados por otros medios en distintos puntos del país. En varias ciudades más de una docena de gatos, y algunos bastantes mutilados, fueron entregados a las milicias. [...] uno de estos inocentes animales fue conducido por un ciudadano a las milicias con las patas delanteras atadas...” Evidentemente, estos hechos crueles no se refieren a los animales purgados de esta inequívoca alegoría política como es sabido a la luz de la Historia, todos sabemos a qué se refiere bajo la realidad asfixiante del reinado absoluto de Stalin y por la histeria fanática (especialmente, en los años del Gran Terror 1936-1938, aquella caza de brujas contrarrevolucionarias bajo absurdos legales): las purgas, las desapariciones, la cárcel, los campos de trabajos forzados, los interrogatorios infames15

II. La tramoya


   

Trama I. Poncio Pilatos y Jesús en Jerusalén.


    Esta trama es la novela dentro de la novela: y el personaje de El Maestro es el poeta inadaptado que idea esta versión bíblica. Bulgákov como buen hereje despoja al cristianismo de un Cristo resurrecto y de la cruz16, esos símbolos dogmáticos, y lo deja con solamente el mensaje de la misericordia y la compasión y la bondad, “no hay hombres malos en la tierra”, es decir, el cristianismo del Nuevo Testamento lo reduce exclusivamente a su mensaje más desnudo sin milagros que valgan. Pero el personaje que más importa a Bulgákov sin duda en esta parte es Poncio Pilatos por sus referencias al poder y sus caricaturas a la sanguina del proceso contra Jesús/Joshuá.17

Pero no había ni ganas en el procurador Pilatos de seguir el juicio, en fin, le importaba más su dolor de cabeza y su perro, “el único ser al que tienes cariño”, que lo que dijera el acusado como “que cualquier poder es un acto de violencia contra el hombre y que llegará un día en el que no existirá ni el poder de los césares ni ningún otro. El hombre formará parte del reino de la verdad y la justicia, donde no es necesario ningún poder.” Sin embargo y a pesar de los golpes que había recibido Jesús intentaba comprender al poderoso Pilatos y conversaba con él de manera audaz y casi temerariamente sincero y hasta sus impertinencias despertaron el interés del hegémono. Poncio Pilatos le dejó claro al detenido que tenía la potestad de “Yo puedo cortar ese hilito”, el hilo de su vida cuando quisiera. Por fin Pilatos, aunque en principio dictaminó que “no había descubierto motivo de delito”, y “no halló, por ejemplo, ninguna relación entre las acciones de Joshuá y las revueltas que habían tenido lugar en Jershalaím. El filósofo errante había resultado ser un enfermo mental y por ello el procurador no aprobaba la sentencia de muerte”, terminó (de seguro por cobardía) por anunciar que se le ajusticiara por culpa de Judas de Kerioth, el delator que fue ajusticiado también por traidor, que contó que albergaba ideas subversivas sobre el César Tiberio, y por culpa del gran sacerdote de Judea, José Caifás, el mezquino y fariseo, porque teme sus ideas religiosas y políticas. Pilatos hubiera preferido liberar a Jesús, “Bar-Rabbán representaba un peligro mucho mayor que el que pudiera representar Ga-Nozri”, y así le espetó a Caifás, “te arrepentirás de haber mandado a la muerte al filósofo de las predicaciones pacíficas.” El pueblo en esta versión no tiene palabra ni voto, solamente el Poder lo posee, [un poder vengativo, arbitrario, interesado, egoísta, codicioso y homicida].

Interesa referir como a Pilatos “aquella angustia inexplicable que le invadiera cuando estaba en el balcón se había apoderado ahora de todo su ser. Intentó buscar una explicación y la que encontró fue bastante extraña. Tuvo la vaga sensación de que su conversación con el condenado quedó sin terminar, o que no le había escuchado hasta el final.” ¿Sería de alguna manera una forma de arrepentimiento, de impotencia, de altísima cobardía, de hastío que le provoca dolores de cabeza? Bulgákov bosqueja a un Pilatos tal vez cansado del poder, a un poderoso procurador de Judea aquejado de una enorme soledad como aflicción y deprimido por estar lejos de su tierra como si padeciera el destierro en una tierra desolada, en tierra de gentes que no entiende en absoluto. Por tanto Pilatos no es el juez adecuado para tal proceso. Veremos más tarde como Vóland le exculpa en gran medida de la ejecución de Jesús/Joshuá.

Es destacable que Jesús/Joshuá18, el filósofo errante, tampoco tiene a su evangelista/secuaz Leví Mateo en gran estima como escriba de evangelios, al que le acompaña por los caminos: “hay uno que me sigue con un pergamino de cabra y escribe sin pensar. Una vez miré lo que escribía y me horroricé. No he dicho absolutamente nada de lo que ha escrito. Le rogué que quemara el pergamino, pero me lo arrancó de las manos y escapó.” Es decir no era muy certero y tal vez sí que demasiado imaginativo hasta caer en la ficción. Tal vez otra herejía de Bulgákov contra la mucha invención de los evangelistas o de los cristianos posteriores que interpretaron torticeramente a los evangelistas que más o menos encajaban o no con el poder terrenal y religioso de turno, otra vez, el poder, cómo no, manipulando los datos para su interés.19

Les transportan en procesión solemne a los tres reos, “bandidos y rebeldes”, hacia el monte Calvario para su ejecución el señalado día de la fiesta de Pascua judía: y que, en verdad, será el interesante espectáculo del día. Parece ser que, bajo un implacable sol de justicia, tardaron tres horas de calor infernal20 en llegar a la cumbre del Calvario, “donde un moral enfermo trataba de sobrevivir, aferrándose a la seca y resquebrajada tierra, maldita por el cielo”: aquella Via Crucis21.

Sólo un hombre “de barbas negras, con los ojos llorosos por el sol y el insomnio, permanecía sentado en una piedra. Estaba apesadumbrado.” Quería contemplar ese espectáculo, pero con los ojos cerrados porque la ejecución al menos no era de su gusto y al parecer le hacía visiblemente sufrir de modo intenso. Autoinculpándose por cobarde: “¡Soy una carroña y no un hombre!”, por lo que iba a suceder. Es el mediocre reportero Leví Mateo (su “único y fiel discípulo”) allí apostado a la espera para tal vez apuntar tal vez las últimas palabras de Jesús/Joshuá desde el poste. “Sólo deseaba que Joshuá, que nunca había hecho a nadie daño alguno, fuera liberado del suplicio.” Pero este evangelista ni siquiera estuvo presente cuando murió por su incompetencia entonces lejos del monte Calvario por razones ininteligibles, aunque la lealtad de él por Jesús fue hasta el final decente. Incluso Leví culpó a Dios “en completa desilusión”, le maldijo por hacerle sufrir tanto a su hijo porque “se había convencido de la injusticia divina y que no pensaba seguir creyendo”, “eres el dios del mal.”

Tal vez aquella tormenta de vendaval y lluvia de Moscú, aquel “un nubarrón con la panza amarillenta” es la misma que la que explosiona en el instante de la muerte de Jesús/Joshuá, “Una nube de tormenta que avanzaba desde el oeste, amenazadora e inconmovible, [...] y su panza humeante tenía reflejos amarillos. El nubarrón gruñía y soltaba hilos de fuego de vez en cuando.”  Cuando ya era la quinta hora del suplicio de los condenados. Resulta desconcertante que el más feliz de los condenados era Joshuá pese a la masa de moscas y tábanos22 que cubrían su rostro y pese a ser alanceado en el corazón. “La oscuridad cubrió Jershalaím.” Leví desató a Jeshuá y a los otros dos reos de los postes ya muertos. “En la cumbre del monte sólo quedaban tres postes vacíos y dos cuerpos que el agua sacudía y removía. Ni Leví ni el cuerpo de Joshuá estaban ya allí.” Tan sólo desaparece, no hay resurrección… Aunque sabremos mucho más tarde que está vivo, porque pide para El Maestro la paz: esto es, en episodios posteriores dice Leví Mateo en conversación con Vóland, “[Joshuá] pide que te lleves a El Maestro y le des la paz. ¿Te cuesta trabajo hacerlo, espíritu del mal?”, “No se merece el mundo, se merece la tranquilidad”. Cosa que Vóland le otorga, en este caso, el diablo por misericordia hace el Bien…

Desapareció Jershalaím [Jerusalén], la gran ciudad, como si nunca hubiera existido. Todo se lo había tragado la oscuridad, [...] Una extraña nube había llegado del mar al atardecer del día catorce del mes primaveral Nisán.” Había en el aire un presentimiento de catástrofe. Poncio Pilatos estaba solo bajo las columnas, y los signos le delataban: hablando solo consigo mismo y “con los ojos hinchados por el insomnio y el vino.” Sí, que odiaba la ciudad, “en la tierra no hay otro lugar más desesperante.” Sí, que odiaba la ejecución de Joshuá por inicua y perversa, incluso supo Pilatos que Joshuá dijo que “no culpaba a nadie de su muerte.” Joshuá dijo también que de los defectos del hombre, “el que le parecía más grande era la cobardía”, y éste era un directo mensaje que concernía indudablemente al procurador, dirigido como un dardo a Pilatos. “En un momento había envejecido, estaba más encorvado y parecía intranquilo.” Pero no sabía el porqué…

A Judas de Kerioth, por otra parte, le roban las treinta monedas del soborno (que pagó Caifás, el culpable23) por traicionar cobardemente a Joshuá y dos hombres le asesinan y un tercero les ordena que huyan: es Afranio, el jefe del servicio secreto de Pilatos, que parece el instructor de tal crimen. La luna iluminó la sandalia del cadáver, la misma luna llena del Baile del Plenilunio de Primavera, ¿es casual? “La luna desnuda colgaba en lo alto del cielo limpio, y el procurador no dejó de mirarla durante varias horas.” A Pilatos algo le llamaba poderosamente de aquel astro reluciente…

Algo fuera de los límites de la realidad entonces sucedió: no sabemos si era sueño o alucinación o la muerte dulce durante el sueño, pero “empezó a andar por el camino de luz hacia la luna”, “se echó a reír feliz por lo extraordinario que todo resultaba en el camino azul y transparente. Le acompañaban [su perro] Bangá y el filósofo errante [Joshuá].” Pilatos quiso convencerse de que no hubo tal ejecución porque Joshuá estaba a su lado departiendo, luego estaba vivo, ¡qué prodigio!, ¡qué liberación! “Daba horror pensar que se podía ejecutar a un hombre así.” Pilatos reconoce abiertamente por fin su negligente cobardía como una revelación. Tal vez hay excusas que le exculpan: sobre todo, el miedo, no obstante, “después de haberlo meditado bien, estaba dispuesto a ello. Haría lo que fuera necesario para librar de la ejecución al médico demente y soñador que no era culpable de nada.” El Pilatos transfigurado entra ahora, al menos en sueños, en la definición de héroe como Jesús/Joshuá y El Maestro… Hasta que llega el despertar a la realidad más angustiosa: “la ejecución había existido.”

Él está muerto, Leví Mateo robó el cadáver de Joshuá y lo llevó a una cueva donde lo custodiaba, pero la guardia secreta de Pilatos encontró el escondite y al ejecutado desnudo. Así que, más tarde, los enterraron lejos de la ciudad en un desfiladero desierto dentro de una profunda fosa común para los tres cadáveres ataviados los tres de túnica y anillos distintivos.

En el Palacio Pilatos y Leví Mateo, pequeño y delgado y visiblemente rendido,24 conversan acerca de su maestro, el santón. El quinto procurador de Judea  leyó las anotaciones que el aprendiz de evangelista borroneó durante las andanzas de Joshuá: “fechas, compras anotadas y trozos poéticos. Algo pudo leer: «... la muerte no existe... ayer comimos brevas dulces de primavera...” Pero, sobre todo, Pilatos centró su atención “en las últimas líneas del pergamino [...] el defecto mayor... la cobardía...” Pronto entendió: cierto es que, cuando dijo tal cosa, tal vez (o sin duda) pensara en su persona. Leví le confiesa que por venganza iba a matar a un hombre en Jerusalén: a Judas de Kerioth; entonces Pilatos le confiesa que ese Judas está muerto, que ha sido él mismo el que ha matado a ese Judas de Kerioth…

   

Trama II. Vóland y su cohorte llega a Moscú.


    Wóland, “transparente y rarísimo […] con una pinta bastante burlesca”, aparece a escena produciendo escalofríos como alucinación primero “aquel extraño sujeto, a través del cual se podía ver, se mantenía flotante, balanceándose en el aire”, luego como buen conversador para tratar sobre la existencia de dios y de cristo con los tertulianos Berlioz, el burócrata del arte, y el poeta Desamparado a quien el prohombre de la literatura de masas (el del Massolit) imponía25 argumentalmente qué y cómo y para qué escribir el poema para el próximo número de una revista estatal. Berlioz, el delator y presidente de los literatos del régimen, terminará debajo de las ruedas de un tranvía descabezado por obra de Vóland: el primer lance de la justicia del Diablo por obra y gracia del repulsivo Fagot, uno de los de su séquito terrible26. “Algo oscuro y redondo saltó contra la reja del parque, resbaló después por la pequeña pendiente que separa aquél de la Avenida, para acabar rodando, brincando sobre los adoquines, a lo largo de la calzada. Era la cabeza de Berlioz.” Antes de ser decapitado y de sobrevenir la oscuridad Berlioz contempló la áurea luna27. Vóland gustaba de jugar con sus víctimas antes de ejecutar la sentencia en enredos dialécticos y absurdos.

Vóland, el profesor/mago del país de Goethe, vino a equilibrar el Mal que corroe la Moscú estalinista con su presencia no sólo como juez, sino también como justiciero: pretende, como el satírico Diablo Cojuelo de nuestro Siglo de Oro, destapar los males del sistema, levantar los tejados de Moscú a fin de revelar al lector la poca virtud y los muchos vicios y la mucha vileza y, sobre todo, el generalizado miedo de los ciudadanos moscovitas, es decir, como bien lo describe Bulgákov, la gangrena28 de un desproporcionado sistema ya enfermo y, por supuesto, de paso castigar y/o ridiculizar a los culpables en una retorcida y diabólica ceremonia de la confusión impregnada de variopintas alucinaciones…

Vóland y su séquito ejecuta una colección de diabluras o gamberradas sonoras que descoloca a Moscú entero. A Stiopa, el director del Teatro de Varietés, contrata a Vóland para actuar como profesor de magia negra (durante una semana aproximadamente29), pero no recuerda cuándo, ni cómo lo firmó y además le traslada mágicamente (tal vez volando en pijama, sin botas y en calcetines) a la lejana Yalta para que el grupo satánico habite los céntricos apartamentos donde habitaba el fallecido Berlioz y aquel Stiopa volátil. Y a Iván, el poeta Desamparado que les persigue (“en calzoncillos, con la vela en la mano”) para darles caza, casi le enloquecen y acaba en el psiquiátrico al mismo tiempo que los Vóland divertidos en la misma algarada generan caos, escándalo y confusión. A Nikanor, el presidente de la comunidad de vecinos, el malandrino Koróviev/Fagot de los Vóland, alquilando con sarcástico sobrecoste la casa, le marea hasta extremos que le confunde, “tenía en la cabeza un tremendo remolino de ideas”, y le soborna sin querer como un milagro de soborno “¡el paquete solito se metió en su cartera!”, pero, para aun más humillación de Nikanor, el terrible Fagot le delata como traficante de divisas a las autoridades para perderle de vista durante algún tiempo. A Varenuja, el administrador del teatro, el gato Popota y Azazello le visitan sin invitación al retrete público, le llaman cerdo y parásito y le arrastran hasta el apartamento de Vóland donde espera “una joven desnuda, pelirroja, con los ojos fosforescentes” y de manos gélidas30: Guela, que le hace perder el conocimiento y le convierte en vampiro. Y a Rimski, el tesorero del Teatro, que escapa despavorido, “gimiendo de miedo”, ante la conmoción y el horror de lo sobrenatural, de la visión de una Guela mortecina que entra por la ventana.

Pero esto no es nada, “se cernía una tormenta sobre Moscú; un nubarrón con la panza amarillenta se acercaba lentamente. Sonó a lo lejos un prolongado estrépito.” Vóland, el nigromante, y sus secuaces querían más y sería durante su primera actuación en el Teatro: de magia negra y con la revelación de sus trucos, y con medio Moscú en la platea. Todo estaba preparado para la hipnosis masiva: una lluvia de dinero luego desvaneciente que genera peleas y enajenación y posteriormente estafas [porque no son más que papelitos sin valor que los granujas de los moscovitas usan para pagar sus vicios31), una decapitación sanguinolenta y una cabeza parlante, una revelación de un adulterio en público, una tienda de lujo de vestidos, zapatos y complementos que más tarde serán menos que aire y la nada delicuescente: esto es, esa vanidad y esa delirante codicia de poseer que terminará con medio Moscú en cueros o casi “tal como les había parido su madre”, sátira de los vicios y las costumbres: “después de la ya famosa sesión algunas ciudadanas corrían por la calle con trajes indecentes.” Bulgákov asimismo escenifica la frivolidad reinante del mundo moderno.

Hay que reseñar la grotesca escena del hombre que sólo es un traje detrás de la mesa del despacho de Prójor [el Prosha de la Comisión de Espectáculos]32 y que seguramente sería él por el timbre de su voz, aunque solamente vio que “estaba sentado un traje vacío, escribiendo en un papel con una pluma que no mojaba en tinta. Llevaba corbata y del bolsillo del traje asomaba una pluma estilográfica, pero de la camisa no emergía ni cabeza ni cuello, ni asomaban las manos por las mangas.” Travesura sutil por obra del gato Popota a la voz de “El diablo me lleve” lo hizo desaparecer el cuerpo y dejó el traje porque sólo es eso, nada más que traje es de ineptitud, pereza, incompetencia, mediocridad, mezquindad y arrogancia…

La Instrucción Judicial recaba datos de testigos e investiga todo lo sucedido en Moscú tras la pista de Vóland y su séquito, el grupo salvaje. “En realidad el caso era ya evidente como tal, desde el día anterior —el viernes—, cuando el Varietés tuvo que cerrarse como consecuencia de la desaparición del Consejo de Administración y otros escándalos ocurridos la víspera, durante la famosa sesión de magia negra. Y lo que sucedía era que continuamente, sin interrupción, llegaba más y más material de investigación a este departamento de guardia. Y ahora la Instrucción encargada de este extraño caso, que tenía un matiz claramente diabólico, con una mezcla de trucos hipnóticos y crímenes evidentes como agravante, tenía que ligar todos los sucesos diversos y enredados que habían ocurrido en distintas partes de Moscú.”

Pero en la mañana del sábado parece que no han dejado rastro de su existencia, no había registros, ni documentos, ni contratos, incluso el maldito piso cincuenta ya estaba completamente vacío, confirmando el lema: No tengo documentos, luego no existo. Vóland y su séquito se han desvanecido en el éter dejando a los moscovitas aún con el efecto de la zozobra y el terror de un extraño cataclismo. Queda hasta la duda de si alguna vez aquellos nigromantes hubieran estado en la ciudad…

Al crepúsculo apareció Popota, el gato burlón, en el piso y, tras un tiroteo ineficaz y ridículo de “un grupo grande de hombres vestidos de paisano” contra el gato para atraparle o qué sé yo, el antropomorfo felino incendió el dichoso apartamento y escapó mofándose de sus perseguidores. Y, como dudosas fantasmagorías en mitad del fuego, algunos testigos vieron, “en medio de la humareda, tres siluetas oscuras, que parecían de hombre, y una silueta de mujer desnuda.”

Mientras Vóland y Asaselo contemplaban por encima de los edificios de Moscú hablando de bagatelas “surgió de la pared […] Un hombre de barba negra, sombrío, vestido con túnica y sandalias hechas por él, harapiento y manchado de arcilla.” Era Leví Mateo, viajando en el tiempo y el espacio, de visita por Moscú para, según dice el discípulo, “verte, espíritu del mal y dueño de las sombras”, “[Joshuá] ha leído la obra del maestro, pide que te lleves al maestro y le des la paz. ¿Te cuesta trabajo hacerlo, espíritu del mal?”, “no se merece el mundo, se merece la tranquilidad”, “pide que también se lleven a la que le quería y sufrió tanto por él.” Parece que Jesús/Joshuá es un muerto muy vivo y viceversa (un estado alterno que Bulgákov mantiene, diría que, voluntariamente ambiguo), y que conoce la obra del maestro que ha escrito sobre él y su peripecia en un peculiar Novísimo Testamento. Comienzan los personajes a quebrar literalmente las paredes del tiempo y el espacio, de la realidad y la ficción, en fin, a encontrarse de alguna manera en un punto encrucijada. Vóland le concede esa petición, “todo será hecho.” Así fue...

El epílogo, que trata de las consecuencias de la estancia de Vóland y su séquito en Moscú, recapitula los estragos acaecidos y la devastación no sólo material, sino de las teoría más sólidas de la existencia que ahora fluctúan: por la inquietud, por la extrañeza que les producía, por lo inexplicable y surreal de todo aquello. El epílogo es el balance terrible de un seísmo que ha desconcertado y desorientado a los moscovitas. El Poder, como es habitual, usó de la mentira y las medias verdades para dar razonabilidad a los hechos, para narcotizar a los ciudadanos, para ejercer el debido control sobre aquéllos. “Pues sí, pasaron varios años y los verídicos sucesos relatados en este libro se fueron olvidando, apagándose poco a poco en la memoria.”

Bulgákov dedica las últimas páginas al poeta Iván con una estima cercana al amor fraterno (tal vez sea un álter ego de un Bulgákov cuando era un joven escritor con similares dolores y desengaños), pero también le unen las misteriosas inyecciones33 de “una ampolla llena de líquido color té” que Iván necesitaría ponerse a menudo: “Después de la inyección Iván Nikoláyevich dormirá hasta la mañana con expresión feliz, soñando con algo [..] algo precioso y elevado.” Por ejemplo, Iván, el poeta Desamparado, sueña con Poncio Pilatos que charla con El Maestro mientras caminan todos juntos hacia la luna: también con Margarita y el perro del procurador, Bangá. “¿Entonces, así terminó?” Efectivamente, “así terminó, mi discípulo.”

   

Trama III. El Maestro y Margarita: una historia de amor.


    En el escenario del psiquiátrico, donde llevan a la fuerza al poeta Desamparado endiablado, enloquecido y furioso por la absurda persecución al séquito de Vóland y por el suceso caótico y ridículo del restaurante, encontramos a El Maestro34 en el que llevaba cuatro meses hospitalizado, el héroe de la novela. Ambos Iván, el poeta de la monstruosa y mala lírica, y El Maestro, compasivo y comprensivo, comienzan una amena conversación. Entre otras cosas le afirma al poeta que aquel desconocido que conoció sí que era el Diablo: “Vamos a enfrentarnos con la realidad [...] Los dos estamos locos, ¡no hay por qué negarlo! Verá: él le ha impresionado y usted ha perdido el juicio, porque, seguramente, tenía predisposición a ello. Pero lo que usted cuenta es verdad, indudablemente. [...] Su interlocutor estuvo con Pilatos, también desayunó con Kant y ahora ha visitado Moscú.”

El maestro35 se puso “el gorrito negro, mugriento con una “m” bordada en seda amarilla”, el que le confeccionara ella, su amada Margarita: ese gorrito le identificaba como si fuera un certificado. El Maestro no tenía apellido, “He renunciado a él, como a todo en el mundo”, “era historiador, y dos años atrás había trabajado en un museo de Moscú, además se dedicaba a la traducción”. También le contó a Iván que le tocó la lotería y que lo invirtió en libros y en mudarse de casa; “abandonó su trabajo en el museo y empezó a escribir una novela sobre Poncio Pilatos”. Le contó cómo conoció a Margarita paseando por las calles de Moscú, “¡Ella llevaba unas flores amarillas!”, “me miró no precisamente con inquietud, sino más bien con dolor. Y me impresionó, más que por su belleza, por la soledad infinita que había en sus ojos y que yo no había visto jamás”, “el amor surgió ante nosotros, como surge un asesino en la noche, y nos alcanzó a los dos. Como alcanza un rayo o un cuchillo de acero...” Tal como el narrador Bulgákov, identificándose completamente con El Maestro, nos dice: “¿Quién te ha dicho que no puede haber amor verdadero, fiel y eterno en el mundo, que no existe?

La novela acerca de Poncio Pilatos no fue más que el principio de su desgracia, una catástrofe personal, “salí con la novela en las manos y mi vida se terminó.” No le publicarían la novela, según parece, por ser una apología de Jesucristo. Entonces en él empezó la fase de la dolencia psíquica: el maníaco miedo a la oscuridad; también Margarita desmejoró, “estaba más pálida y delgada”. Sí, es el momento de quemar los manuscritos y lo hizo en un arrebato36: “Saqué del cajón el pesado manuscrito de mi novela, los borradores, y empecé a quemarlos. Fue un trabajo pesadísimo, porque el papel escrito se resiste a arder. Deshacía los cuadernos, rompiéndome las uñas, metía las hojas entre la leña y las movía con un atizador. De vez en cuando me vencía la ceniza, ahogaba el fuego, pero yo luchaba con ella y con la novela, que, aunque se resistía desesperadamente, iba pereciendo poco a poco. Bailaban ante mis ojos palabras conocidas, el amarillo iba subiendo por las páginas inexorablemente, pero las palabras se dibujaban a pesar de todo. No se borraban hasta que el papel estaba negro; entonces las destruía definitivamente a golpes feroces del atizador.” El Maestro le dijo a Margarita que odiaba la novela, que estaba enfermo y que el cualquier miedo le vencía. Sin embargo Margarita salvó de la quema lo que pudo, “apretó los dientes indignada, diciendo algo ininteligible. Luego empezó a recoger y ordenar las hojas medio quemadas.”37

El separarse Margarita y El Maestro era una decisión que él mismo tomó para no hacerla desgraciada, ni para que la culpen de ningún delito: así quería protegerla, “tengo la esperanza de que me haya olvidado.” Sin embargo, como era de esperar, “Ella no le había olvidado, naturalmente.” Margarita era inteligente y hermosa y elegante, de treinta años, casada38 y sin hijos y sin dificultades de dinero y, según Vóland, “una persona de una bondad excepcional”; no obstante, ella sufría intensamente hasta la desesperanza por la separación de su amante, El Maestro, y por no saber noticias de él.

Margarita tenía un presentimiento, que acabaría con todo su dolor: “una ola de esperanza y emoción se levantó en su pecho. ‘Sí, ¡algo va a pasar!’ Sintió otra vez el golpe de su corazonada.” Margarita dijo las palabras mágicas como un conjuro fáustico, “creo que sería capaz de venderle mi alma al diablo por saber si está vivo o muerto [El Maestro]...”, y fue determinante: apareció Asaselo. “Me han enviado a invitarla a usted para esta noche […] A casa de un extranjero muy ilustre.” La promesa de saber de su amado le decidió acudir a esa fiesta nocturna tan siniestra (a las nueve y media), “lo hago todo por él, porque ya no me queda ninguna esperanza.” Asaselo finalmente le sugiere que para asistir “haga el favor de desnudarse y untarse la cara y el cuerpo con esta crema.” La magia de tal ungüento le rejuveneció de los treinta a los veinte años, le devolvió la alegría. “Se sentía libre, completamente. Vio con claridad que había sucedido justamente aquello que presintiera por la mañana y que dejaría el palacete y su antigua vida para siempre.” Definitivamente el ünguento la convirtió en una bruja con escoba volante desnuda, joven y resplandeciente; y al grito de “¡Invisible y libre!” alzó el vuelo sin ser vista por el cielo sobre Moscú.

Tenía en su poder ahora las armas mágicas para castigar a los que hicieron tanto daño a El Maestro y, sobre todo y primeramente, al crítico Latunski que vivía en el edificio de la Casa de dramaturgos y literatos. Con martillo en mano Margarita enfurecida, como el filósofo a martillazos, no dejó títere con cabeza arrasando a golpes y estruendos el apartamento del susodicho crítico y del edificio entero todos los cristales en una pura catarsis de desagravio. Reanudaron su vuelo Margarita en escoba y luego la también desnuda Natasha, su sirvienta, que cabalgaba sobre un cerdo con impertinentes [la metamorfosis de su grosero vecino Nikolái]. Y alcanzaron el río donde la hoguera y el aquelarre le esperaban: organizaron para Margarita “un recibimiento realmente solemne.”

A Margarita “la esperanza de conseguir que volvieran los días felices le infundía valor.” Koróviev/Fagot le explica que ella será la dama principal y reina de El Baile de Plenilunio Primaveral por llamarse precisamente Margarita. Y que acudirán personajes que tuvieron poder, pero ni remotamente el de aquéllos se compararía con el que posee su señor Vóland y su séquito.

Aparece por primera vez el letal Abadonna también perteneciente al grupo satánico de Vóland. A cuenta de una guerra que contemplan vivamente sobre un globo terráqueo dice Vóland que “el trabajo de Abadonna es perfecto”, “es sorprendentemente imparcial y apoya a las dos partes contrincantes en la misma medida. Por consiguiente, el resultado es siempre el mismo para ambas partes.” Es decir, en la guerra no hay vencedores, sólo muertos y calamidades: por las expertas labores de Abadonna, “un hombre delgado con unas gafas oscuras” que cubren su mirada porque es una mirada letal. Parece la personificación de la guerra misma o de la muerte.

A Margarita la bañaron en sangre y le colocaron una corona real de diamantes y un colgante al cuello que representaba a un caniche negro39 que produjo en Koróviev y Popota un solemne respeto hacia ella. Todo estaba preparado…

    El Gran Baile de Satanás y alguna cosa más
    A medianoche40 todo será posible, “¡¡¡El baile!!! —chilló el gato con voz estridente, y Margarita dio un grito y cerró los ojos. El baile cayó en forma de luz y, con ella, sonido y olor.” La música era verdaderamente envolvente y ubicua y absolutamente sensual resonando por todo el infinito recinto, “le cayó encima el estruendo de las trompetas y una oleada de violines la bañó como si fuera sangre.” Margarita será tratada de Majestad por todos en el Gran Baile del Plenilunio de Primavera, y será el centro de atención [la Reina Margot].

Vaya pandemónium: ahorcados, cadáveres y esqueletos que se transfiguran ¡alehop! en gente bien ataviada para la fiesta. Mujeres desnudas y hombres con frac. Una chimenea ciclópea. Misteriosas substancias, “Margarita cerró los ojos, una mano le acercó a la nariz un frasco de sales blancas.” Ríos espirituosos de champaña, “entre las paredes había fuentes y el champaña hervía burbujeante en tres piscinas. La primera era color lila, transparente; la otra de rubíes, y la tercera de cristal de roca.” Y además, enriqueciendo la espléndida velada, la visita de algunos invitados ilustres como Tofana, la napolitana envenenadora de quinientos hombres. Jaques, el gran falsificador de moneda. Frida, la homicida de su hijo porque “no tenía con qué alimentar al hijo.” Todos tenían su lugar en el baile, “una verdadera marea humana.” Todo era pura ebriedad orgiástica. Pero “Ni Cayo César Calígula, ni Mesalina llegaron a interesar a Margarita; tampoco ninguno de los reyes, duques, caballeros, suicidas, envenenadoras, ahorcados, alcahuetas, carceleros, tahúres, verdugos, delatores, traidores, dementes, detectives o corruptores”, Margarita esperaba el encuentro tan ansiado con su amado, El Maestro.

Vóland aparece entonces con la cabeza de Berlioz en una fuente, luego convertida en lujosa calavera. Abadonna mata con su mirada al barón Maigel, funcionario de la Comisión de Espectáculos, de cuya sangre Vóland bebe de un cáliz y da de beber a Margarita, como ritual satánico y, al beber del cáliz, “la multitud de invitados empezó a cambiar de aspecto: los hombres de frac y las mujeres se convirtieron en cadáveres. La putrefacción inundó la sala ante los ojos de Margarita y flotó un olor a sepultura […] Y todo quedó como antes.” Y después Vóland y su séquito y Margarita cenaron juntos en la intimidad como familiarmente…

Margarita hubiera querido solicitar la dádiva de rescatar a su amado, “los ojos se le estaban llenando de lágrimas.” Margarita, como tácita compensación por ese fáustico contrato con Vóland, hubiera querido salvarlo, pero no pidió nada. Vóland sin embargo le propuso que exija uno, solo y único deseo que colmar, que Vóland pudiera satisfacer: “Quiero que ahora mismo, en este instante, me devuelvan a mi amado maestro.” De repente apareció misteriosamente, “iba vestido con la indumentaria del hospital: bata, zapatillas y el gorrito negro, del que nunca se separaba. Un tic le desfiguraba la cara, sin afeitar; miraba a las luces de las velas con ojos locos de espanto, y a su alrededor hervía el torrente de luna.” Ahora El Maestro y Margarita en el clímax de este encuentro tan largamente esperado juntos elevan el estremecido tono de la escena hacia un romanticismo no meramente estético sino sentido, auténtico, real: aunando, por una delgada línea, la ficción con “esa verídica historia” de amor entre el narrador Bulgákov y su amada Elena. Tal vez el momento más emocionante de la obra…

Aquí está el manuscrito”, dice Vóland, definitivamente “los manuscritos no arden”. Pero para el Maestro “la desdichada novela” ya no importaba: está enfermo y exánime y políticamente deshauciado y no quiere que Margarita sufra por el maldito manuscrito. “No tengo más sueños e inspiraciones […] ya no me interesa nada a mi alrededor, salvo ella [...] Estoy roto, aburrido y quiero volver al sótano […] Odio mi novela.” Vóland sorprendentemente trata al escritor ya resignado con una gran misericordia y comprensión, y le regala “una herradura de oro cubierta de diamantes.” Vóland ha detenido el tiempo mientras conversa con El Maestro: siempre es medianoche bajo una luna llena reluciente. Vóland y el séquito se despidieron de Margarita y El Maestro, y ambos por fin regresaron a casa41, “una hora después, en el sótano de una pequeña casa de Arbat, en la habitación pequeña, que estaba igual que antes de la terrible noche del otoño anterior.” Margarita lloraba de felicidad. “El alma de Margarita estaba tranquila.” Tenía a su amado, también tenía la novela “reaparecida de entre las cenizas.”

Al mismo tiempo que Vóland y Leví Mateo charlaban en otro lugar, El Maestro casi susurrando le decía a Margarita aún con la capa negra y debajo desnuda, “que en cualquier momento iba a empezar algo extraño y absurdo.” El Maestro aún vestía “la ropa del sanatorio”, y aún tenía dudas si en verdad el día de ayer viernes estuvieron con Satanás; pues era difícil de creer. Margarita se alegraba de aquel pacto y de ser una bruja, ambos alcanzaban un estado de una cierta quietud: estaban juntos otra vez. “¡Te aseguro que todo irá bien, maravillosamente bien!” El Maestro con una firmeza exhausta le responde a Margarita: “No tengo miedo de nada, Margot, […] y no tengo miedo porque ya he pasado por todo. Me han asustado tanto que ya no me pueden asustar con nada.”  Margarita de alguna manera describe el aspecto físico y espiritual de El Maestro después del sufrimiento al que ha sido expuesto por aquellos burócratas, amigos del sistema, por el inclemente poder: “¡Mira qué ojos tienes!, ¡llenos de desierto...; y tus hombros, teniendo que soportar ese peso..., te han desfigurado, desfigurado!

Asaselo les visita con una botella de vino de Falerno, y con otras maravillas que pronto experimentarán. “Los tres acercaron los labios a la copa y tomaron un trago. En el mismo instante el cielo que anunciaba la tormenta empezó a oscurecerse en los ojos del maestro y comprendió que era el fin. Llegó a ver cómo Margarita, con una palidez de muerta, extendía los brazos hacia él,” y casi a la vez que el Maestro también perdía la consciencia. Pero (ambiguamente queda) o era veneno cuyo objeto es la muerte, o era una poción mágica con la que ella recobraba la normalidad humana y mortal, y El Maestro recobraba la paz que tanto había ansiado. “Despídanse deprisa”, dice Asaselo. Margarita le dijo que no olvidara el manuscrito de la novela, y El Maestro la tranquilizó con un “no hace falta, me la sé de memoria.” “Era la hora,” dice Asaselo, “El fuego con el que empezó todo y con el que vamos a concluir.” Entonces aquel sótano comenzó a arder… “¡Que arda la vida pasada!”, convirtiendo aquel incendio en una suerte de enorme hoguera de la noche de San Juan. Los tres cabalgaron sobre unos más que caballos unos veloces pegasos que “ya volaban por encima de los tejados de Moscú” bajo el estrépito de la tormenta que ya descargaba agua y oscuridad. Parece que es un viaje al más allá sin saber dónde y a qué límites y espacios…

El Maestro también se despide de Iván, el poeta desamparado, que todavía está internado en el sanatorio y, en breve charla, hablan de la literatura que nunca escribirán y de la que ambos escribirán en el futuro, pero siempre que sea verdadera, impregnada de la autenticidad debida y sin el infeccioso temor. Vóland de alguna manera disculpa a ese joven poeta también víctima de las circunstancias a veces insuperables. Margarita le besa como bálsamo que todo lo cura, y desaparecen como espectros ambos por el balcón despidiéndose del joven ya discípulo de El Maestro.

Tras todas las despedidas oportunas El Maestro, “por último, experimentó un presentimiento de la paz eterna.” Los jinetes, Vóland y su séquito, esperaban que los dos les siguieran hasta el fin a través del “cielo del atardecer”, “¡Qué triste es la tierra al atardecer! ¡Qué misteriosa la niebla sobre los pantanos!42, hasta que desapareciera la ciudad. Es la hora... La despedida ultima llenó el cielo de una cierta tristeza a este viaje paulatinamente nocturno y, al instante de despojarse de las vestiduras pasajeras, temporales, “todos los engaños desaparecieron.” Los jinetes, bajo la onda de una luna llena y roja, recuperaron sus identidades reales como transfigurados: Koróviev, “un caballero color violeta oscuro, con cara lúgubre y taciturna”; Popota, “un adolescente delgado, un demonio paje, el mejor bufón que nunca existiera en el mundo […] con su rostro joven iluminado por la luna”; Asaselo, “Brillaba el acero de su armadura […] la cara blanca y fría. Ahora ofrecía su verdadero aspecto de demonio del desierto, demonio asesino.” También El Maestro, “A la luz de la luna su cabello era blanco, formando en la nuca una trenza que flotaba en el aire. Cuando el viento levantaba la capa descubriendo las piernas del maestro, Margarita veía cómo se encendían y apagaban las estrellas de sus espuelas. Igual que el joven demonio, el maestro volaba sin apartar la mirada de la luna, sonriéndole, como si fuera algo conocido y querido…” Y el mismísimo Vóland, “de qué estaban hechas las riendas del caballo; pensaba que podrían ser cadenas de luna, y el caballo, simplemente una masa de tinieblas; su crin, una nube, y las espuelas del jinete, manchas blancas de estrellas.” En algún momento ante el negro abismo dijo Vóland: “Todo será como tiene que ser, así está hecho el mundo”: esa frase inquietante, que nos parece de un pesimismo lapidario, recorría el extraño paisaje. Vóland quería que El Maestro, antes de despedirse de los dos amantes, viera con sus propios ojos al quinto procurador de Judea y su demorada liberación de la culpa.

Lleva cerca de dos mil años sentado en esta plazoleta, durmiendo, pero cuando hay luna llena, como puede ver, sufre terribles insomnios.” Poncio Pilatos, que leyó la novela de El Maestro, encuentra con su perro Bangá el sendero de luz de luna. Poncio Pilatos será perdonado por fin libre, exculpado de milenios inculpado por la ejecución de Jesús/Joshuá. Sí, El Maestro, también liberado, y Margarita emprenden el camino “hacia su casa eterna.”

   

III. Vóland/Mefistófeles


    La filiación de esta obra con el Fausto de Goethe43 es indudable, pero con diferencias, especialmente, que el Fausto de Bulgákov es una mujer, Margarita44. Ya el paradójico epígrafe de Goethe lo determina: “[Yo soy] una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien.” Voluntad y Ética, tan lejos y al mismo tiempo tan cerca la una de la otra, pero por lo visto supone para el hombre un gran esfuerzo acercarlas. El bien del mal, o el más allá del bien y del mal o el a priori de la naturaleza malvada del hombre. Vóland lo arguye así departiendo como viejo sofista con Leví Mateo: “Has pronunciado las palabras como si no reconocieras la existencia del mal y de las sombras. Porqué no eres un poco amable y te detienes a pensar en lo siguiente: ¿qué haría tu bien si no existiera el mal y qué aspecto tendría la tierra si desaparecieran las sombras? Los hombres y los objetos producen sombras. Ésta es la sombra de mi espada. También hay sombras de árboles y seres vivos. ¿No querrás raspar toda la tierra, arrancar los árboles y todo lo vivo para gozar de la luz desnuda? Eres un necio.” En todo caso el bien y el mal se complementan el uno al otro; es una dualidad necesaria para delimitar qué cosa es cada cual y sus límites a veces resbaladizos. Vóland es sólo ese espejo donde mirarse: el diablo sólo y tan fácilmente tendría que estornudar para que acaezca la maldad, incluso en su ausencia, sin agente diabólico. Solamente el hombre delante del espejo…

Algunos críticos opinan que Vóland representa a Bulgákov en su labor crítica y ejecutora contra el burocratismo ciclópeo y las imperfecciones manifiestos del sistema político y contra el terror estalinista. Vóland incluso en contradicción consigo mismo actúa como feroz justiciero contra el Mal.

Diferencias:

Comportamiento: Mefistófeles es un diablo malo e inmoral, que lleva a sus víctimas al crimen.

Vóland es juez que castiga la vileza y la mezquindad. Pero sabe apreciar los sentimientos verdaderos: como el arte del Maestro y el arrepentimiento de Pilatos al que libera de la culpa secular. Incluso el amor de Margarita hacia el Maestro despierta en Vóland “el interés, una simpatía moderada, respeto y reconocimiento.”

Semejanzas:

Apariencia: un bastón de Vóland con la empuñadura en forma de cabeza de un perro recuerda a la transformación de Mefistófeles en un caniche. Son parecidos en su ropa. Ambos son alemanes. El nombre mismo Vóland viene del Fausto de Goethe, este nombre aparece en la escena de la Noche de Walpurgis [“Aquí viene el señor Vóland”] y significa en alemán uno de los nombres del diablo (Valand).

La amada de Fausto es Gretchen, pero también el hipocorístico Margarete.

Bulgákov (como el Maestro) y Elena (como Margarita)

Tal vez la Quintaesencia:.
¿Qué sería de un mundo donde no exista
la Misericordia y el Amor como cálidos fulgores?, ¿qué será de la Humanidad? Esas dos Lunas Llenas de Primavera que iluminan el sendero de nuestro personaje que somos rebosante de tinieblas dormidas...

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NOTAS

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Su padre fue pastor religioso, especialista en historia de las religiones, y su madre hija de un arcipreste.
«««   2.
“Resumir la trama de El Maestro y Margarita es posible. Interpretarla, un reto. Superficialmente, es una parábola antitotalitaria...” Christopher Domínguez Michael, El maestro y Margarita.
«««   3.
La primera redacción fue destruida por el autor el 18 de marzo de 1930, después de recibir noticias sobre la prohibición de La cábala del santurrón. Sobre esto Bulgákov escribió en la carta al gobierno del 28 de marzo de 1930: “Y personalmente, con mis manos, tiré a la estufa el borrador de la novela sobre el diablo.”
«««   4.
“El tirano respetó la vida de Bulgákov aunque permitía que sus burócratas se la hicieran imposible.” Christopher Domínguez Michael, El maestro y Margarita.
«««   5.
“Sus últimos diez [años] serán un largo rosario de prohibiciones, de intentos de escritura abortados, de una pieza, Molière [tal vez trasunto de Bulgákov y Stalin, Molière y Luis XIV], que consiguió subir a las tablas, así como alguna otra adaptación: de Los papeles póstumos del Club Pickwick de Dickens, o del Quijote. Para qué seguir: un escritor negado, rechazado, arrinconado, prácticamente inédito en vida y publicado luego a trancas y barrancas, por obra y gracia de esa señora llamada Censura.” Mauro Armiño, Bulgákov, los manuscritos no arden si no los queman.
«««   6.
La mañana de su muerte, el escritor le confió a su esposa Elena Bulgakova el manuscrito que escondían, diciéndole: ‘Te lo doy a ti, mi reina, mi estrella, el norte de mi vida terrenal’. Cinco días antes ella le había hecho el juramento sagrado de hacer lo posible para publicarla. Elena fue el ángel custodio que sin ella tal vez la novela sí que hubiera ardido para siempre... [de los Diarios de Elena].
«««   7.
“A pesar de la enfermedad que sabe mortal, hasta dos semanas antes de su muerte Bulgákov sigue dictando las correcciones de una obra que venía escribiendo ya desde 1928 y a la que no abandonó en todo este tiempo. Al final de su vida la considera lo más valioso que había escrito. Se trata de su última novela, la que será la causa de su gran fama mundial, aunque ya póstumamente, ya que será publicada casi treinta años después de la muerte del propio Bulgákov: El maestro y Margarita.” Marta Policinska, La fantasía, la ciencia ficción y la sátira
        Incluso la primera edición soviética del 1966-67 también fue censurada al menos un 12% de la obra (desde unas líneas a casi capítulos enteros). Posteriormente la Fundación Bulgákov ha reconstruido la más completa por fin de esta obra.
«««   8.
Como categoría estética: lo grotesco fantástico y lo grotesco satírico. Por ejemplo, que un repelente gato (Popota) hable, ande a dos patas e intente pagar cívicamente el importe del tranvía como buen ciudadano, es grotesco. Un grajo que conduce una berlina, es grotesco. A veces evocan algunos episodios de la obra de Bulgákov a una Alicia en el país de las maravillas, pero violentamente desatada. Me agrada especialmente la escena del juego de ajedrez del capítulo 22, A la luz de las velas, entre astucias verbales y lógicas felinas. “Grotesco sería lo extraño que se apodera de nuestro mundo, ocasiona un cambio inesperado en nuestro ámbito y provoca miedo y terror. […] En lo grotesco existe angustia ante la vida aunque aparezca la carcajada maliciosa que nos hace reír y estremecernos al mismo tiempo: la risa está unida a la amargura y tiene rasgos cínicos, de burla, hasta devenir en satánica.” Wolfgang Kayser, Lo grotesco: su configuración en pintura y literatura.
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Sobre todo, cada vez que aparece el personaje Guela…
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Bulgákov era un entusiasta de la ópera (especialmente, del Fausto de Gounov) y se percibe de manera notable en el aspecto musical de la obra, sobre todo, en el episodio del Baile de la Noche de Walpurgis: la música, el decorado, la dinámica de los personajes dominan como si de un gran espectáculo teatral operístico fuera.
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De la Enciclopedia de Bulgákov, de Borís Sokolov.
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NEP. Lenin: “estamos dando un paso hacia atrás para luego dar dos pasos hacia adelante”. Durante la era de la Nueva Política Económica (1921-1929), iniciada por Lenin por la fuerza de la agudísima crisis económica y social que padecieron, se acrecentaron las diferencias sociales: de la inmensa mayoría con los pudientes y los privilegiados del Partido. Para la reorganización de la producción del país coexistió una economía mixta (la pública, que aún controlaba los sectores clave, y la privada) porque como problema la socialización quiso desarrollarse demasiado rápidamente generando problemas de adhesión del pueblo a la revolución (especialmente, de los campesinos, el 85% de la población). Así que exigía un repliegue estratégico de acuerdo con un capitalismo limitado (como la venta de excedentes que incentivaría la producción). El resultado fue una mejora en las condiciones de vida de la población. Hubo incluso una pausa en los conflictos régimen y sociedad, al menos, del 1923 al 1927. En 1928 Stalin puso fin a esta línea política centralizando la producción estrictamente planificada con los quinquenales, cosa que creó conflictos miles y las famosas Purgas (especialmente, en los años del Gran Terror 1936-1938) y un programa de austeridad y abnegación, prescindiendo de los mejores alimentos, viviendas y otros artículos de consumo, para poder crear la riqueza y la industria del país. El régimen soviético fue un experimento verdaderamente complejo y terrible como resultado, aunque sin duda comenzara con la ilusión de aquella utopía pretendida, luego traicionada y pervertida, como es habitual, por el fanatismo cuando habita el Poder Absoluto. Tal vez la especie humana es el defecto esencial en todo sistema
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“Las organizaciones daban los permisos para trabajar en la Unión Soviética; podían fabricar o destruir las carreras de sus miembros. Asignaban los fondos, las raciones de alimentos, la atención médica y el uso de las dachas de vacaciones.” Robert Service, Stalin.
«««   14.
En su carta al gobierno de la URSS en 1930, Bulgákov escribió: “la lucha contra la censura, de cualquier tipo y bajo cualquier gobierno, es mi deber como escritor, tanto como lo es apelar por la libertad de prensa. Creo firmemente en esta libertad, e incluso diría que si un escritor sugiriera solamente que esta libertad no es necesaria, sería lo mismo que si un pez declarase que no necesita el agua.” Por ejemplo, el poeta Ósip Mandelshtam que escribió un poema que diríamos inofensivo contra Stalin fue inmediatamente enviado al Gulag (desde 1930, campos de trabajos forzados) en 1938. Según Robert Service en su biografía Stalin afirma que “en general la política de Stalin arruinó el ya dañado panorama artístico de la URSS. […] Stalin estaba decidido a conseguir el tipo de cultura, alta y baja, que conviniera al estado y a la sociedad que estaba construyendo. […] La lista de artistas excelentes que fueron fusilados o encarcelados es dolorosamente larga. […] Incluso Mijaíl Bulgákov, cuyas obras de teatro habían complacido a Stalin en la década de los veinte, fue arrojado a los abismos de la depresión. Era un hombre destrozado, aunque libre, cuando murió en 1940.”
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Las cifras que dio Nikita Jrushchov en el pleno del Comité Central de 1957: ...más de 1.500.000 de arrestos y 680.692 fusilamientos (tan sólo en los años del Gran Terror 1936-1938.)
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… ¡a ser colgados en postes!” MyM. Nunca habla de cruz o cruces, en todo caso, conforma una Tau (símbolo franciscano y de los israelitas en Pascua) por los sí mencionados travesaños. Nunca habla de resurrección, lo mantiene a lo largo de la obra en la más absoluta ambigüedad. Incluso, no hay evangelio que otorgue a él mismo una mínima confianza de veracidad y mucho menos el del pobre Leví Mateo: sincero y buen discípulo de Joshuá, pero mediocre y peor escriba…
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Transcurren los hechos en los cuatro días de la semana santa, del miércoles al sábado.
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Tal vez Jesús es el álter ego de Bulgákov crucificado por el poder, la mezquindad, la delación, la censura y el silencio. Aunque también sea Vóland, el castigador violentamente sarcástico de Moscú, y tal vez sea El Maestro, el escritor inadaptado y atormentado por el sistema, que de seguro es aun más autobiográfico con certeza: es la Trinidad de los plurales Bulgákov en el Maestro y Margarita. Los héroes principales son el Maestro y Jesús/Joshuá.
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Recordemos lo que dice Vóland en el capítulo tercero: “Usted sabe mejor que nadie que todo lo que se dice en los Evangelios no fue nunca realidad.” Además de El Maestro que cuenta su propia versión, Vóland cuenta una versión bíblica no oficial, porque (dice) “yo lo presencié personalmente. Estuve en el balcón de Poncio Pilatos y en el jardín cuando hablaba con Caifás, y en el patíbulo, de incógnito.” Así que cuenta la versión que le parece, y no sabemos si real, en todo caso, ¿cuál es la real? La fe es una apuesta onírica como poco y desesperada como mucho por creer sin más, sin buscar tres pies al gato. Por cierto, para Vóland la séptima prueba de la existencia de Dios es el Diablo en acción, “el diablo existe. [...] existe una séptima prueba que es la más convincente de todas. Ahora mismo se les va a presentar.” Sin duda los moscovitas de los años treinta, padeciendo los efectos demoledores de sus diabluras macabras y sarcasmos en uno y en otro signo, tendrían que ser auténticos creyentes...
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No es casual ese ardiente calor en el ambiente, el diablo andaba por allí como dijo, presenció la ejecución de Joshuá: porque es la naturaleza tórrida del Diablo que por sangre circula fuego, por ejemplo, cuando Margarita le frota la rodilla de Vóland por sus dolores reumáticos: “Una masa caliente como la lava le quemó las manos, pero Margarita, sin cambiar de expresión, empezó a friccionar la rodilla de Voland tratando de no hacerle daño.”
«««   21.
Episodio tratado narrativamente al modo naturalista en carne viva, sobre todo, la parte de la ejecución de Joshuá: capítulo dieciséis.
«««   22.
Las moscas y los tábanos le habían cubierto de tal manera que su cara había desaparecido bajo una masa viva. Tábanos grasientos chupaban su cuerpo desnudo y amarillo, posándose en las ingles, el vientre y las axilas.” MyM. Esta escena de tortura al poste recuerda a las torturas ejecutadas del Gulag que por ejemplo cuenta en su Archipiélago Gulag Alexandr Solzhenitsyn, militar condecorado en 1945 y detenido por comentarios anti-estalinistas por los que fue condenado a ocho años en los campos de trabajo. Cuenta en su libro (escrito en la clandestinidad) una mezcla de historias completamente autobiográficas y otras ajenas de 227 testimonios de supervivientes. “En verano te conducen a los ‘toconcillos’, es decir, desnudo a merced de los mosquitos sobre un tocón. Pero entonces hay que vigilar al castigado; si se le ata a un árbol, los mosquitos harán el trabajo solito. […] sin ninguna protección contra las nubes de mosquitos. Rostro y cuello devorados, cubiertos de costras, párpados hinchados, casi ciegos.” Les producían desmayos y pérdidas de sangre…
«««   23.
Bulgákov/El Maestro culpabiliza de la ejecución de Jesús/Joshuá a la casta sacerdotal judía y conspiradora (Caifás), es decir, al Poder mondo y lirondo, y claramente exculpa al pueblo judío y a Poncio Pilatos.
24. “El hombre debía de tener unos cuarenta años. Era muy moreno, iba desarrapado, cubierto de barro seco y miraba de reojo, como un lobo. Tenía un aspecto lamentable y recordaba, sobre todo, a los mendigos que abundan en las terrazas del templo o en los bazares de la sucia y ruidosa Ciudad Baja.” MyM.
«««   24.
“Para él [Stalin], el arte era una herramienta que le podía rendir un gran servicio, siempre y cuando se formara a los creadores y su trabajo fuera revisado personalmente, una situación en la que Stalin ejercería, en cierto sentido, de editor y asesor o discutiría con los autores la conducta de sus protagonistas. Como ya se habrá dado perfecta cuenta el lector, estos ‘protagonistas’ debían obedecer, y no había necesidad alguna de ser un escritor para que dicha obediencia fuera un hecho.” Moshe Lewin, El siglo soviético.
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Koróviev/Fagot/Fagotto, su mano derecha con sus pantalones a cuadros y su bigotito como plumitas de ave y sus “ridículos impertinentes que no servían para nada”; Azazello/Asaselo, un pelirrojo algo cojo con un ojo muerto (como una nube en un ojo) y su colmillo amarillento y deforme, con sombrero hongo, zapatos de charol y camisa almidonada (reminiscencias del ángel caído Azazel); el insolente y negro gato, el que dice “yo sí que parezco una alucinación. Fíjese en mi perfil a la luz de la luna”: Beguemot/Behemoth/Popota/Hipopótamo que adoptaba una forma humana, pero felina [Behemot es un nombre del monstruo bíblico que aparece junto a Leviatán en el Libro de Job y en el apócrifo Libro de Enoc. Durante la Edad Media llegó a ser uno de los nombres que se utilizaba para designar al demonio.]; y Abadonna, “delgado con gafas oscuras”, un hombre “que era por naturaleza de una palidez excepcional” cuya mirada mata (reminiscencias de Abadón, aquel ángel de las tinieblas y básicamente vengativo y letal; en el Fausto, Abadónn, gran ministro y consejero de Lucifer junto a Belial); y la silenciosa y aterradora Hella (Guela), la sirviente pelirroja con una enorme cicatriz en el cuello a menudo desnuda, nosferática y de ojos verdes.
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El sol y la luna actúan abundantemente como espectadores principales de la zozobra de los moscovitas y también como cronómetro natural que sitúa las acciones, aun en diferentes épocas como la trama de Poncio Pilatos, a horas similares para cohesionar el texto, enhebrar las tramas más o menos secuencialmente en el tiempo de las manecillas del reloj [es decir, la narración es más o menos secuencial, pero también, en algunos escenarios, simultánea o paralela en el tiempo]: a excepción del final del segundo capítulo (10 a.m.) y el inicio del capítulo dieciséis (12 del mediodía), tal vez por error o por mera elipsis narrativa como si fuera la calma antes de la tormenta. Por ejemplo, la trama del Maestro trata de la misma luna llena de primavera en la que Cristo es condenado por Pilatos para ser crucificado en Jerusalén. El sol y la luna son también los principales espectadores de palco que contemplan las calamidades de los moscovitas y de la torturante ejecución de Jesús/Yoshuá. Y diría que si fueran personajes y charlaran lo harían seguramente diciendo: “esto ya lo hemos visto antes, no recuerdo cuándo”, en efecto, porque la humanidad es previsible en todo lugar y tiempo.
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“El expediente sobre Bulgákov conservado en los archivos del KGB nos cuenta que el 7 de mayo de 1926 se presentaron unos agentes en el piso del escritor y lo pusieron todo patas arriba. No pensaban detenerle, solo querían registrar la vivienda. Atravesaron los sillones con unas largas agujas en busca de documentos escondidos y se llevaron dos ejemplares de Corazón de perro y tres cuadernos de diarios personales. Estos cuadernos tal vez fueron el origen de los problemas que Bulgákov comenzó a tener con la censura a partir de entonces, pues estaban repletos de críticas hacia la política municipal, los transportes públicos, la lentitud administrativa y las condiciones de vida en los pequeños pisos moscovitas. Son críticas directas, cargadas de reproches cuya dureza habría de tener consecuencias.” Jorge Saura, La buena y la mala suerte de Mijaíl Bulgákov.
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“… es decir, el tiempo que permaneciera en Moscú, cumpliendo su misión.” MyM.
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Visión propia de la imaginería de la novela gótica: la vampiresa Guela convierte a Varenuja en vampiro.
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Sí, en Moscú hay granujas”, dice el barman del Teatro de Varietés cuando le timan pagando con papelitos sin valor, y responde Vóland, “qué bajeza.” El diablo pone a prueba la virtud tan deteriorada de los moscovitas. Así Bulgákov subraya el mensaje de su obra satírica: que los totalitarismos envilecen a las gentes de alguna manera o de otra, y pocos son los bienaventurados que se salvan de esta vorágine de tentaciones y debilidades y temores… Es notable el episodio del barman del Varietés que es pobre, y por compasión el diablo, que es por naturaleza poco dado a la piedad, le devuelve su dinero y le profetiza el día exacto de su muerte y le aconseja que goce de la vida...
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“Muchos de los científicos, investigadores y artistas que prosperaron bajo Stalin eran de tercer orden. El presidente de la Unión de Escritores de la URSS era el inepto Alexandr Fadéiev, no Bulgákov ni Pasternak; y era el mediocre Tijon Jrénnikov, en lugar del genio musical Dmitri Shostakóvich, el que lideraba la Unión de Compositores de la URSS.” Robert Service, Stalin.
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Bulgákov fue adicto a la morfina en sus días de joven médico hasta 1919 cuando abandonó el hábito y también la profesión de médico para hacerse literato. Escribió de aquellas experiencias: Morfina. “No, yo, que he contraído esta terrible enfermedad, advierto a los médicos para que sean compasivos con sus pacientes. No es un ‘estado depresivo’ sino una muerte lenta la que se apodera de un morfinómano si se le priva de la morfina, aunque sólo sea por una o dos horas. El aire pierde su consistencia y se hace irrespirable… No hay una sola célula en el cuerpo que no esté ansiosa… ¿De qué? Eso no se puede ni determinar ni explicar. En una palabra, la persona deja de existir. Está desconectada. Es un cadáver que se mueve, se deprime y sufre. No desea nada, ni piensa en nada que no sea la morfina. ¡Morfina!” M. Bulgákov, Morfina. En El Maestro y Margarita aparecen en ocasiones sustancias psicotrópicas, pero sin nombrarlas como esas mágicas inyecciones que adormecen y hacen soñar o entrar en un trance delicioso y creativo, o aquellas sales blancas que una mano anónima le acerca a la nariz de Margarita durante el Baile del Plenilunio de Primavera.
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Entendemos que no es un internamiento voluntario de salud, sino un arresto político en el psiquiátrico por la GPU [Dirección Política del Estado. Luego OGPU, luego NKVD, luego GUGB: antecedentes de la KGB]. En estadios previos de la redacción del texto definitivo de El maestro y Margarita así lo determina, pero la propia autocensura de Bulgákov elimina las menciones a la Policía Política, pero trata de insinuarlo en varios episodios de la obra. Por ejemplo cuando Margarita pregunta a Asaselo a qué organización pertenece porque ella teme ser detenida. O cuando temerosa Margarita pregunta a Vóland después de la fiesta satánica si la música del Baile de Plenilunio habría traspasado a la calle o hubiera llegado a oídos de los vecinos, porque ella sospecha que los están vigilando. El estado paranoico de los moscovitas por la delación y la vigilancia bajo el terror estalinista sería una constante como bajo cualquiera estado totalitario, y aun más en la era de las purgas, que era una moda por entonces.
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Vóland pregunta al maestro porque le llama maestro y éste responde: “Es una debilidad disculpable. Tiene una opinión demasiado alta de la novela que he escrito.” Margarita le adora, le mitifica, en suma, le ama...
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De alguna manera por cobardía El Maestro no sabe defender (o no puede) su obra frente a los poderes establecidos; igualmente Pilatos tampoco sabe por cobardía defender y salvar a Joshuá.
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Sabemos que en este episodio hay mucho de la peripecia biográfica y vital de Bulgákov y de Elena.
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Mi tragedia es que vivo con un hombre al que no quiero, pero considero indigno estropearle su vida... Él no me ha hecho más que el bien.” dice Margarita a Asaselo hablando de su esposo.
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Vóland “llevaba bajo el brazo un bastón negro con la empuñadura en forma de cabeza de caniche,” y esto evoca al Fausto de Goethe en el lance del Diablo cuando se convierte en perro caniche para contactar con Fausto.
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Coincide la fiesta de la noche de Pascua judía, cuando dibujan en los dinteles de las puertas una Tau, con la noche de Walpurgis.
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Bulgákov se instaló, hacia 1921, en Moscú, dispuesto a vivir de la literatura, tras haber publicado ya algunas obras en Kiev. Malviviendo en un apartamento de la Sadóvaya, cerca de los Estanques del Patriarca (retratados en El maestro y Margarita.)
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¡Dioses, dioses míos! ¡Qué triste es la tierra al atardecer! ¡Qué misteriosa la niebla sobre los pantanos! El que haya errado mucho entre estas nieblas, el que haya volado por encima de esta tierra, llevando un peso superior a sus fuerzas, lo sabe muy bien. Lo sabe el cansado. Y sin ninguna pena abandona las nieblas de la tierra, sus pantanos y ríos, y se entrega con el corazón aliviado en manos de la muerte, sabiendo que sólo ella puede tranquilizarle.” MyM. El narrador Bulgákov es el Maestro y entonan juntos personaje y autor como un pesimista salmo de últimas palabras y despedida de un hombre cansado de sufrir. El mundo es niebla y pantano; la muerte, la paz por fin...
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Bulgákov también era un entusiasta de la ópera Fausto de Charles F. Gounod y que la menciona durante la conversación que mantienen Iván el Desamparado y El Maestro en el psiquiátrico.
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“… ella, Margarita, es el Fausto de Bulgákov, quien pacta con Vóland-Mefistófeles para liberar al Maestro mediante el amor y permitirnos conocer al culpable de la muerte de Cristo.” Christopher Domínguez Michael, El maestro y Margarita.

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